El debate sobre los biocombustibles está en agenda hace ya varios meses. Entorno a este tema, se acerca una fecha más que central: el 12 de mayo pierde vigencia la Ley 26.093. ¿Qué sabemos al respecto?
El jueves 25 de marzo, se intentó realizar una sesión especial en la Cámara de Diputados para prorrogar la Ley de Biocombustibles, pero la iniciativa fracasó. ¿Por qué tanto apuro? Porque la normativa perderá vigencia el próximo 12 de mayo, después de 15 años desde su sanción. La ley fue promulgada en 2006 por el expresidente Néstor Kirchner, la cual claramente fomenta la industria de biocombustibles.
El Régimen de Regulación y Promoción para la Producción y Uso Sustentables de Biocombustibles -la Ley 26.093– dispuso un plan de quince años para desarrollar el sector. El cambio de ley que se propone implicaría una modificación en el porcentaje de corte de los combustibles fósiles. En palabras más simples, se cambiaría el porcentaje de biocombustibles que se le agregan a las naftas, más aún, se reducirían.
Según la ley 26.093, se entiende por biocombustibles al bioetanol -que se produce con el alcohol de caña o maíz-, biodiesel -a partir de aceite de soja- y biogás -a partir de desechos orgánicos-. ¿Qué es su porcentaje de corte? es la cantidad de biocombustible que se le agrega a los combustibles fósiles. Cuanto mas se permite, mas producción de biocombustible se requiere, promoviendo su industria.
Con actual ley, el sector de biocombustibles goza de beneficios impositivos, precios regulados y cupos. De este modo, garantiza mercados a sus empresas: establece un porcentaje de corte de biodiesel en el gasoil del 10% y del bioetanol en las naftas del 12%. En este contexto, el borrador de la posible nueva ley propone llevar el actual corte de 10% de biodiésel en el diésel fósil a la mitad, 5%. Y en el caso de la nafta que se corta con 12% de bioetanol, llevarlo al 10%.
Teniendo en cuenta las cifras anteriores, estamos frente a un doble perjuicio: económico para ciertos sectores y ambiental para toda la población. Por un lado, la producción de maíz, soja y caña de azúcar destinada a los biocombustibles se reduciría. Por otro lado, una constante y creciente emisión de gases de efecto invernadero a causa de la explotación de combustibles fósiles.
En 2006, no había producción de biocombustibles en Argentina. Al día de hoy, existen más de 50 plantas en 8 provincias diferentes. El contexto en el que fue redactada la ley no es el mismo que el actual. Y esa es una de las razones por las que se quiere revisar la normativa.
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¿Cómo compromete al ambiente la discusión sobre los biocombustibles?
Fuentes especializadas afirman que la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) es nula, porque el carbono liberado a la atmósfera fue previamente captado por la planta en cuestión, cuando estaba en tierra. Básicamente, se plantea que el mismo dióxido de carbono es absorbido por la planta antes de ser cosechada y es liberado cuando se la transforma en biocombustible. Pero acá falta tener en cuenta lo siguiente: para plantar, cosechar y producir la materia prima del biocombustible, se liberaron GEI. Ni hablar de la deforestación para la producción de soja y maíz, así como la producción de residuos que deja la caña de azúcar, todo esto para producir biocombustibles.
Según informó un estudio de la Facultad de Agronomía de Buenos Aires (FAUBA), «los mayores valores de gases de efecto invernadero (GEI) se registraron en soja». Este estudio analizó cuánto óxido nitroso (N2O) emiten suelos sembrados con diferentes cultivos extensivos. Es uno de los gases que más contribuye al calentamiento global. Según Della Chiesa, participante del estudio, «durante el ciclo de la soja se pueden emitir hasta 4 kilogramos (de N2O) anuales por hectárea».
Acá es pertinente citar un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En “El Estado Mundial de Agricultura y la Alimentación”, el organismo explica que es cierto que los biocombustibles reducen emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, también es cierto que ocasionan consecuencias negativas ambientales en relación a la producción de la materia prima y su procesamiento.
Concretamente, esas consecuencias pueden verse en el uso de óxido nitroso a través de los fertilizantes. Este tiene un potencial 300 veces mayor de producir calentamiento global en el proceso productivo, que el de los combustibles fósiles.
El prefijo «bio» no es para nada sustentable
Argentina asumió compromisos internacionales para reducir sus emisiones de dióxido de carbono, si reduce los cortes de biocombustibles en las naftas, retrocede en sus promesas ambientales. El Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas (Pnuma) sostiene que “las reducciones de gases efecto invernadero debidas a la producción de biocombustibles a menudo no serán suficientes para compensar los problemas de biodiversidad que surgen del aumento de la conversión del uso de la tierra”.
Para la Fundación Vida Silvestre Argentina: “Los biocombustibles son una herramienta tecnológica que aparece como una alternativa energética renovable que contribuiría a la mitigación del cambio climático. Sin embargo, también se ha visto que pueden potenciar una mayor presión de conversión de áreas naturales. Así como la competencia por el uso del suelo para la producción de alimentos. La producción de biocombustibles a partir de cultivos o el uso de biomasa de residuos de cosecha (necesarios para la nutrición del suelo) debe analizarse con mucho cuidado. Las energías renovables a promover deberían ser aquellas que no compiten con la alimentación ni comprometen la fijación de carbono en los suelos.”
El prefijo «bio» no significa que sean combustibles sustentables, ecológicos o amigables con el ambiente. Son a base de residuos que deja la producción de maíz, soja y caña de azúcar, por ende si aumenta la producción de biocombustibles, más soja y maíz se necesitará y más se ampliará la frontera agropecuaria. Lo único que tiene de «bio», es que es un combustible a base de materia orgánica, deriva de la biomasa.
El sector agroindustrial compite con el petrolero por el negocio de los combustibles
Con la actual ley, el sector rural de 11 provincias alcanzó un nivel superior de industrialización con el desarrollo de los biocombustibles. En este sentido, el borrador elaborado por el bloque de Diputados presidido por Máximo Kirchner apunta a diferenciar entre pequeñas y grandes empresas. ¿De qué manera? Se reserva a las pymes la provisión de biocombustibles para el corte de naftas y gasoil que se despacha localmente. De este modo, se impidea las grandes cerealeras acaparar el mercado interno.
En quince años se establecieron 54 plantas de biocombustibles en diez provincias del país. La inversión estimada para el sector fue de al menos 2.000 millones de dólares. Esas mismas plantas generan 200.000 puestos de trabajo de forma directa e indirecta. Se trata de 7.500 en el sector de biodiesel para mercado interno y externo. 160.000 en el de bioetanol a base de azúcar y 25.000 en el bioetanol a base de maíz.
El Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (Ceepys) afirma que en 15 años el esquema de promoción impositiva para los biocombustibles tuvo un costo fiscal para el Estado de 6.000 millones de dólares por menor recaudación de impuestos. Según explica el mismo centro de estudios, lo que caería el próximo 12 de mayo es ese régimen impositivo que incluye la devolución anticipada de IVA y la amortización acelerada de ganancias para las fábricas.
Concretamente, lo que busca el proyecto impulsado por Máximo Kirchner es que las grandes empresas aceiteras ya no tengan el control del negocio local de biocombustibles. A la vez, reducir el corte mínimo a 5% para el biodiesel y 7% para el etanol -sujeto a posibles reducciones- y repartir la cuota entre las Pymes del sector.
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La puja entre el sector petrolero y el agrícola
De un lado de la vereda, los defensores de la agroindustria se embanderan bajo la idea de una “transición energética” a cargo de los biocombustibles, que supere gradualmente al extractivismo. Incluso, aspiran a mayores porcentajes de corte en las naftas, como lo hacen en Brasil con un 27,5% de corte de bioetanol.
Del otro lado, las provincias mayormente petroleras introducen el concepto de «dumping», y aluden a que Argentina tiene denuncias en la Organización Mundial del Comercio (OMC) por subsidiar una industria competitiva como la de biocombustibles. A grandes rasgos, el «dumping» consiste en vender productos por debajo de su precio normal o incluso su precio de producción. Esto es para eliminar a la competencia y acaparar el mercado.
El caso concreto de la soja
Teniendo en cuenta que Argentina atraviesa numerosos periodos de «boom sojero», cabe mencionar los efectos que su cultivo tiene en el ambiente, específicamente para biocombustibles. La presencia de agroquímicos usados para este cultivo es muy alta en aguas superficiales (ríos, lagos, lagunas, arroyos). Estas sustancias contienen un porcentaje de fósforo que alimenta la producción de algas en un proceso denominado de eutrofización. En Argentina, este problema se ve en toda la Cuenca del Plata.
La ampliación de la frontera agropecuaria como una de las tantas preocupaciones
Al priorizar la producción de biocombustibles, entran en juego una cantidad de factores a tener en cuenta. Por un lado, la posible ampliación de la frontera agropecuaria: mientras más demanda haya, más campos se necesitarán. Por el otro, la continuidad y el aumento en la producción de este tipo de granos: transgénicos y con uso intensivo de agrotóxicos.
Esto no significa que Vaca Muerta sea una mejor opción para el ambiente, porque ya sabemos que tampoco está libre de pecado. Pero, ¿qué pasa con la energía solar, la eólica y otras tantas? El debate no va por ahí. Al barajar esta dos opciones -fósiles y biocombustibles- corremos el riesgo de presenciar nuevos desmontes, contaminaciones en aguas superficiales y subterráneas, así como el uso de procedimientos que atentan contra los ecosistemas en general.
Algunas valoraciones en favor de los biocombustibles
No todo es negativo para esta industria que intenta perpetuar su lugar en Argentina. Entorno a este debate, oscilan las valoraciones positivas y negativas de manera constante. Dentro de lo favorable, existen estudios respaldados por universidades y centros de investigación americanos, asiáticos y europeos que dan cuenta que por cada metro cúbico de bioetanol que se quema en reemplazo de las naftas, la emisión de CO2 se reduce en 1,6 toneladas.
Asimismo, solo teniendo en cuenta el bioetanol, la producción global del país supera los 900 millones de litros al año. En 2020, desde el norte salteño, el ingenio El Tabacal aportó 110 millones de litros. Con esto, evitó una emisión de 176.000 toneladas de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera.
Si tomamos como referencia las promesas que hizo Argentina entorno al Protocolo de Kioto (2005) y el Acuerdo de París (2016), nuestro país enunció políticas y acciones concretas para reducir la emisión de gases que se traducen en el calentamiento global. En la agenda internacional, los biocombustibles ocupan un papel clave, ya que tienen entre un 70 y 80% menos de emisiones de gases con efecto invernadero que los combustibles fósiles.
Con todo esto, y además de la gran cantidad de información que gira entorno al tema, el debate sobre los biocombustibles oscila entre posturas ambientales y comerciales. El 12 de mayo será un día clave por la pérdida de vigencia de la ley. Quizás antes, el debate tenga un nuevo capítulo en la Cámara de Diputados.