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Sexualidad y pandemia sin fin

Durante los primeros días de la cuarentena se sucedían los comentarios sobre el posible baby boom que viviríamos después, pero, con el paso del tiempo, las preocupaciones son otras… ¿Fallé en mi primer pandemia si no aumenté mi frecuencia sexual, si no me volví una experta en sexting y wassex? Por Lic. Noelia Benedetto Al […]

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Durante los primeros días de la cuarentena se sucedían los comentarios sobre el posible baby boom que viviríamos después, pero, con el paso del tiempo, las preocupaciones son otras… ¿Fallé en mi primer pandemia si no aumenté mi frecuencia sexual, si no me volví una experta en sexting y wassex?

Por Lic. Noelia Benedetto

Al principio y ahora

Inicialmente, la pandemia dio la oportunidad de volver a conectar sexualmente que quizás antes sólo podía hacerse en vacaciones, estallido de creatividad, bajar el ritmo y dedicar más tiempo a los momentos íntimos. Sin embargo, a medida que avanzaba, empezó a "pasar factura", y para una gran parte de las personas el deseo sexual “cayó en picada”. 

Balzarini describe este repunte inicial del deseo sexual como una fase de "luna de miel", en la que las personas reaccionan de forma más constructiva al estrés. Muchas disfrutaron de un breve impulso en su vida sexual al principio, pero luego eso cambió: apatía, desconexión, la OMS lo define como fatiga pandémica: un cansancio derivado del agotamiento, producto de la hipervigilancia antes el coronavirus (a.C.) y de sus consecuencias.

Las investigaciones llevadas a cabo en varios países apuntan a que un descenso de las prácticas sexuales individuales y acompañadas, y un aumento de la dificultades sexuales son directamente atribuidas al confinamiento. 

Para la mayoría, los aislamientos crearon una atmósfera estresante: incertidumbre, miedo, ansiedad, inestabilidad económica, pérdida de libertad y autonomía, falta de estímulos que nos proporciona la vida social, dificultad de disfrutar de placeres para evadirse de la rutina y pasar demasiado tiempo con otra persona en un espacio cerrado y reducido. Lehmiller le llama "efecto de sobreexposición", se da cuando los pequeños hábitos de tus vínculos empiecen a irritarte. Muchas pasaron de verse solo antes de la jornada laboral y después al volver a casa y los fines de semana, a estar 24/7 juntos.

Acarrear con la “coronafobia”, la “infoxicación”, enfermedad, la muerte, el duelo en soledad, la pérdida de trabajo, el temor a que ocurra, la disminución de ingresos, la irritabilidad de nuestras crianzas confinadas y la nuestra, o la incertidumbre sobre aquellos proyectos que teníamos iniciados, pueden ser demasiadas presencias para las personas, sobre todo para las que compartan cama y casa. 

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Es peor para las socializadas mujeres

Según una investigación sobre la salud sexual en España, durante el confinamiento las restricciones han afectado a la vida sexual de casi la mitad de la población y especialmente, a la de las mujeres: las que creen que ha empeorado son casi tres veces más que las que dijeron que había mejorado. La pandemia ha precarizado y debilitado a las socializadas mujeres, porque son ellas las que están en la primera línea de los cuidados, pero, sobre todo, porque en las medidas oficiales no se han tenido en cuenta las consecuencias que dichas diferencias pueden generar, ha afectado más a unas mujeres que a otras. 

¿Hogar, dulce hogar?

En lo referente al cuidado del hogar, el espacio se ha resignificado de manera obligada, hemos tenido que cambiar hábitos y rutinas, e intensificar las labores de limpieza; en primer lugar, por necesidades sanitarias y, en segundo lugar, porque ahora hacemos un mayor uso de las mismas, todo en un mismo lugar sin “tiempo fuera”, limpieza, cocina, acompañamiento de las tareas escolares de las crianzas. Se evidencia una falta de corresponsabilidad total. Las socializadas mujeres han asumido mayor responsabilidad en torno a la gestión y el afrontamiento de los fallecimientos por coronavirus. Desde el cuidado emocional de los miembros de la familia hasta la asunción de las tareas de gestión y coordinación relacionadas con las defunciones. Son tomadas como reguladoras ecológicas, lo cual implica administrar la emocionalidad y la función cognitiva de las personas que las rodean, con toda la carga mental que ello conlleva. 

Estrés y sexualidad

Al principio de la pandemia, los factores de estrés podrían no haber desencadenado malestar, pero cuando se prolongaron, la gente se agotó. Separadas de su vida social y profesional a.C., las personas también pueden empezar a perder el sentido de sí mismas, lo que puede afectar a la confianza y el rendimiento sexual.

Estamos más con pensamientos negativos intrusivos que con disponibilidad de goce. Si hay una amenaza inminente, eso envía una señal de que probablemente no es un buen momento para tener sexo, por esa razón, el aumento del estrés conduce a un bajo deseo o a una dificultad para que se produzca la excitación.  El cortisol es la hormona responsable de ese estado y cuando aumenta suprime o disminuye las funciones de las hormonas sexuales.

No estar interesado en el sexo durante una crisis global es esperable, porque el placer no es una prioridad. Para muchas personas el distanciamiento de los seres queridos es emocionalmente más duro que las dificultades en las prácticas sexuales.

Es de destacar que el estado que más se asocia a una respuesta sexual satisfactoria es el estado de relajación, no de tensión. La sexualidad necesita tiempo y el estrés, la ansiedad o el miedo ante el Covid son sus peores aliados, la frecuencia, el deseo y la atracción sexual se verán afectados. El deseo sexual se trata de ganas y disponibilidad, que no es algo simple de conquistar en estos tiempos de estrés permanente. 

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Houston, tenemos un problema... ¿Qué hacemos?

Es necesario que aprendamos a deshacernos de expectativas sociales sobre nuestra sexualidad, sino el sexo se va a convertir en una obligación más. Hay que tener cuidado con la frustración, la culpa, la sensación de estar fallando. Escapar al mandato de hiperproducción en la sexualidad que pretende que salgamos de ésta especialistas en sexo tántrico, sexting y porno casero. 

Que tengamos tiempo, espacio y coincidamos en él con las personas que nos vinculamos no es garantía de que surjan los encuentros eróticos. Amezúa dice que los deseos no entienden de deberes y es que tener que compartir confinamiento no se traduce en desear compartirse durante el confinamiento. El deseo acostumbra a necesitar de cierto espacio y distancia que pueda recorrerse. De uno hacia el otro y viceversa. El descenso del deseo sexual en el contexto de la pandemia es una reacción esperable ante una situación inesperada.

Es fundamental hablar, no tener vergüenza, confiar en que el compartir sirve para el entendimiento y estimular la contención necesaria, también es una forma de alivio, ponemos más energías en disimular o exigirnos a responder cuando tenemos una dificultad sexual que blanqueándola. Que la comunicación sea la vedette y no la autoestimulación o el sexting. 

También es importante cuestionar cada vez más los mandatos culturales, los roles o modelos de género establecidos como fuente de malestares psicológicos y relacionales; apostar por la justicia en el hogar, alcanzar la corresponsabilidad real de las tareas de cuidados, desmantelando los roles de género asociados a las mismas, es fundamental para favorecer el bienestar general.

Para ir acabando

Quizás sea un buen momento para preguntarnos cómo enriquecer nuestras sexualidades, cómo ampliar el campo de nuestros deseos y cómo habitar sexualidades más allá de la normativa hegemónica. En los discursos presentes sólo se representa la sexualidad hetero, mononormada y binaria, aparece confinada en la esfera del riesgo, miedo, peligro. Sabemos que los mensajes basados en estos aspectos no facilitan la toma de decisiones, no activan las estrategias de cuidado, solo generan procesos de culpa y estigmatización “te la bajan y te la secan”.

Cualquier tipo de vuelta a la "normalidad" es un buen indicador para las personas cuyas dificultades sexuales comenzaron durante la pandemia. En esta situación nos da miedo hacer planes a corto o largo plazo, ni siquiera planeamos las vacaciones, no nos planteamos hacer grandes cambios en nuestras vidas y todo ello ha podido afectar al apetito sexual. Finalmente: no hagas nada que no quieras y no dejes de hacer nada que quieras hacer, aprendamos a convivir con las dificultades sexuales y los vaivenes del deseo y no nos exijamos que no ocurran nunca.

Cristian Dominguez

Redactor y co-productor de contenidos para el sitio web y las demás plataformas de El Resaltador.
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