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Ecuador define su destino

Ecuador vota a Presidente el próximo 15 de octubre en una elección que puede definir el regreso del correísmo al país o la continuación de un gobierno neoliberal que profundice la creciente crisis de violencia política armada que azota al país desde hace no menos de dos años. ¿Cómo arrancó la campaña de cara a […]

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Ecuador vota a Presidente el próximo 15 de octubre en una elección que puede definir el regreso del correísmo al país o la continuación de un gobierno neoliberal que profundice la creciente crisis de violencia política armada que azota al país desde hace no menos de dos años. ¿Cómo arrancó la campaña de cara a la definición? ¿Qué prometen ambas candidaturas?

El país se define entre dos modelos opuestos

Con el Congreso cerrado tras la declaración de muerte cruzada de un Presidente que se ve obligado a abandonar el sillón ejecutivo dos años antes que lo establecido por la ley (2021-2025), debido a sus estrechos lazos con organizaciones internacionales del crimen organizado, el país define su destino común en medio de una crisis social y política de extrema gravedad.

Las elecciones presidenciales en Ecuador son de una particularidad histórica sin precedentes. Con un candidato a presidente asesinado y una elección organizada para completar un mandato incumplido por deslegitimidad política y popular de un Jefe de Estado que enfrenta un juicio político por corrupción, el país latinoamericano elige su destino nacional y su posicionamiento regional y mundial hasta el 2025.

Las opciones que tendrán para elegir los más de 13 millones de ecuatorianos y ecuatorianas habilitados para sufragar el próximo 15 de octubre, son notablemente opuestas.

Luisa, la esperanza correista

Luisa es la candidata elegida por el correísmo con el objetivo -no menor- de recuperar el poder político nacional a manos de Revolución Ciudadana (RC), fuerza política encabezada por el exiliado Rafael Correa, víctima del lawfare y perseguido por las fuerzas oficialistas y parte del poder judicial ecuatoriano.

En las pasadas elecciones generales, la abogada de religión católica obtuvo un rédito electoral del 33%, lo que la posicionó como la fuerza ganadora del primer round. De esta manera, su representación cumplió con el fiel tercio simpatizante del correísmo, superando por escasas centésimas a la ya lejana elección del 2021 cuando -el ahora vicepresidente de Luisa-, Andrés Arauz, obtuvo un 32,72% de los sufragios.

En este sentido, como ya advertimos en esta columna, la fuerza progresista que supo gobernar al país durante tres mandatos consecutivos (2007-2017), no pudo superar su techo, aún frente a una gestión opositora de notables y graves desaciertos sociales, a la vista de todos.

El desafío es tan complejo como la propia realidad que atraviesa la nación ecuatoriana.

Durante el gobierno de Lasso, el crecimiento del narcotráfico, el crimen organizado, y la violencia armada, configuró una sociedad que no estaba familiarizada con semejante degradación de sus tejidos sociales. Por lo tanto, la izquierda ecuatoriana tiene una misión difícil de digerir: prometer seguridad y orden, dos dimensiones generalmente jerarquizadas por las fuerzas de centro y centro derecha.  

Asimismo, desde el correísmo insisten que garantizar seguridad no es solo bajar el mayor índice de asesinatos violentos de Latinoamérica, sino también generar políticas públicas integrales que garanticen la recuperación del poder adquisitivo de los ecuatorianos al mismo tiempo que los derechos en salud y educación sean una realidad posible..

Gónzalez, quien arrancó la segunda campaña en su ciudad natal, Manabí, promete que el financiamiento de las obras públicas proyectadas por su espacio serán financiadas a través de los cobros a las deudas pendientes que las grandes empresas tienen con el Sistema de Rentas Internas, estimadas en 2.000 millones de dólares.

González y Arauz, la fórmula correista.

Por otra parte, en el área de educación, la candidata se comprometió a garantizar una educación gratuita y de calidad donde sea una realidad la creación de un ciclo universitario al que puedan acceder sectores sociales vulnerabilizados. Al mismo tiempo, afirmó -hace dos días atrás- junto a los representantes de la Federación de Estudiantes Universitarios de Ecuador, el regreso de becas, la formación y especialización de alto nivel local e internacional y la vinculación laboral.

En salud, la abogada confía en generar un sistema de salud “integrado” entre el sector público y privado. “Agilizaremos de inmediato el cronograma de pagos pendientes para fortalecer conjuntamente nuestro sistema de Salud Pública, con una planta de médicos motivada y equipada”, expresó recientemente ante la prensa local. 

Finalmente, en un guiño para el sector campesino-indígena (en parte frustrado por la elección de la fuerza Pachakutik), Luisa prometió ayudas económicas y subsidios para pequeños agricultores, así como la inversión emergente en infraestructura en zonas vulnerables.

Noboa, el niño “bien”

El joven político de 35 años, impensado ganador para entrar en la segunda vuelta, es hijo del empresario y ex candidato en cinco ocasiones a la presidencia de la República, Álvaro Noboa Pontón. Esta familia “real” es dueña de un conglomerado de un centenar de empresas que monopolizan el mercado nacional alimenticio, inmobiliario y de transporte.

A pesar de presentarse como un “outsider” de la clase política tradicional, las propuestas de campaña del empresario distan mucho de ser caracterizadas como innovadoras.

Noboa centra su discurso en dos grandes ejes: seguridad y empleo.

La primera dimensión dice combatirla acelerando los procesos judiciales, garantizando “juicios rápidos y justo”, aumentando el financiamiento a las fuerzas de seguridad, invirtiendo en más cárceles y mayor videovigilancia en las calles. Este último punto se materializaría con una “Central de Inteligencia”.

González y Arauz, la fórmula correista.

Con respecto al empleo, resume sus promesas en un lenguaje básico: “mayor empleo, mayor dinero”, palabras que hacen eco en los sectores más jóvenes que sufren el desempleo o el subempleo, ante un mercado laboral monopolizado por el sector privado, del cuál él es el mejor representante.

En este sentido, el candidato entrelaza empleo con educación. Promete instalar en cada universidad pública Centros de Desarrollo de Carreras, a lo que define de la siguiente manera: “Una oficina en cada universidad pública que se dedique desde el día uno a conseguirle un empleo a ese joven, que tenga en el primer año un roce con alguna empresa”. ¿Sabrá el candidato lo difícil que es estudiar y trabajar?

A nivel secundario, propone implementar la preparación financiera como materia obligatoria en las formaciones estudiantiles. ¿Demanda empresarial o deseo verdadero de las juventudes ecuatorianas?

Final abierto y clave

El próximo domingo primero de octubre, Luisa y Daniel se verán las caras en un debate presidencial televisivo que será de gran importancia para obtener los votos de los sectores ciudadanos indecisos que todavía no eligen entre ambas opciones al mismo tiempo que se buscará atraer los votos de las fuerzas políticas ya fuera de esta instancia.

Ecuador está cumpliendo un rol fundamental para el crecimiento del narcotráfico en un espacio geográfico fundamental para Suramérica. Al son del avance de la paz total en Colombia, el país que ahora elige Jefe/a de Estado parece sufrir un proceso inverso al de su vecino. Los puertos ecuatorianos se han convertido en puntos vitales para el transporte de estupefacientes a Estados Unidos y Europa pero fundamentalmente hacia el mercado asiático. Mayor narcotráfico, mayor violencia, mayor degradación de los tejidos sociales, culturales y democráticos.

En este sentido, con el caso de Lasso, se expuso los alcances del crimen organizado, configurando lo que podemos llamar un NarcoEstado, funcional no solo a los intereses informales de este sector, sino también a las clases empresariales dominantes que profundizan el modelo agro extractivista en un país que -en principio- adquirió conciencia social-ambiental sobre las consecuencias del avance de las fronteras ecocidas, como lo demostraron los dos últimos plebiscitos donde ganó el “Si” que prohíbe el fracking petrolero en el Parque Nacional Yasuní y la megaminería de oro en el Chocó Andino.

Sin embargo, esto último puede -o no- traducirse en un apoyo a Luisa que promete políticas sustentables o a Noboa que promete mayor empleo sin especificar los sectores privados extractivistas que apoyará. 

De todas formas, quien asuma el país en diciembre del corriente año, se enfrentará a un Ecuador en crisis. Ganar es una victoria parcial. Devolverle la dignidad a los y las ecuatorianas, la misión de la década.

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