Resaltadas

Veintiún Junios de rabia y esa batalla que continúa ardiendo

Otro 26 de Junio tomando las calles y los puentes, como hace 21 años. En distintas partes del país hay un fuego de rebeldía y memoria que no se apaga. No los mataron, los multiplicaron, dijo el papá de Darío al frente de las multitudes. Por Belén Schaab A Kosteki y Santillán se los lleva […]

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Otro 26 de Junio tomando las calles y los puentes, como hace 21 años. En distintas partes del país hay un fuego de rebeldía y memoria que no se apaga. No los mataron, los multiplicaron, dijo el papá de Darío al frente de las multitudes.

Foto: Votamos Luchar desde Puente Puerreydón

Por Belén Schaab

A Kosteki y Santillán se los lleva en lo más hondo de las entrañas. En las prácticas más profundas de los movimientos territoriales. Protagonizado como en aquellos 2000 por las juventudes, organizándose con la convicción de construir y dar vuelta la realidad de miseria. Son uno de los tantos ejemplos de entrega y solidaridad que tiene el movimiento piquetero de la Argentina. Y mientras muchos intentan enterrar estos ejemplos, ellos tienen la peligrosa valentía de seguir naciendo.

Eran tiempos de juventudes rebeldes con sed de cambios, viendo como un país se desplomaba a pique. A tan solo 6 meses del estallido del 2001, el desfile de 5 presidentes en una semana y Duhalde puesto a dedo, el movimiento de trabajadores desocupados seguía marcando el ritmo de la resistencia en la calle. Disputar el puente Pueyrredón como se venía haciendo no fue sencillo aquel 26 de junio. 21 y 22 años tenían Darío y Maxi cuando fueron fusilados por el operativo represivo del gobierno mientras luchaban junto a sus compañeros y compañeras por reivindicaciones de aumento del salario social y bolsones de comida para los comedores. Hoy a 21 años, esa batalla continúa ardiendo.

Retomar las palabras de Darío, meses antes de ese mediodía frío de junio, al costado de una autopista concesionada por Macri, nos permite leer una radiografía que poco ha cambiado al día de hoy. Deja en manifiesto la vigencia de las luchas que los trabajadores desocupados sostienen desde hace décadas bajo de las condiciones en las que vivimos:

“Creemos que cortar rutas es un símbolo de un enfrentamiento directamente con el poder, el mismo poder que todos los días hace que se mueran los pibes, que en los hospitales no haya remedios, que hace que todos los días la educación sea mucho más baja porque sabe que educándonos podemos hacerle frente con conocimiento”.

Foto: Votamos Luchar desde Puente Puerreydón

Darío y Maxi se vinculaban por varias cosas: Crecieron en el mismo barrio, en Don Orione, al sureste de la Capital Federal. También militaban en la misma organización, en el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD). Pero no se conocieron hasta aquel 26 de junio, en el que Darío, en su último gesto solidario de entre miles, trató de salvarle la vida a Maxi en la estación Avellanedan medio de una represión con balas de plomo en la que los oficiales Fanchiotti y Acosta sentenciaron a quemarropa contra quienes luchaban. 

Maxi Kosteki tenía 22 años y era un dibujante nato. Entre mudanzas y frustraciones por una secundaria que poco le daba, encauzó su búsqueda y deseos en una Escuela con orientación artística en Lanús. Un dia dibujando en el tren Roca, unes compañeres del MTD lo vieron y se le acercaron. Fue así que comienza a involucrarse en la organización para ir al barrio y además dar talleres de dibujo y pintura para infancias en Guernica. Era un pibe callado, metido en sus dibujos y poemas, pero cuentan que cuando las asambleas se trababan y no lograba saldarse la discusión, él intervenía. Siempre desde la práctica, pensando con las manos, fiel a su oficio. Era un constructor de caminos, su espíritu corría como los trazos plenos que hacía sobre las hojas en blanco.

Darío Santillan tenía apenas 21 años. Era un pibe que parecía más grande de lo que aparentaba por su semblante y su compromiso, por la forma de comprender el mundo y la claridad para expresarlo. Comenzó su recorrido militante desde la secundaria, desde donde luego se sumaría al MTD. Allí impulsó asambleas barriales, vinculó una herramienta vital de organización a los sectores más golpeados por la crisis, prefigurando nuevas formas de sociabilidad ante tanta austeridad.

Ambos compartían una profunda sensibilidad, el ímpetu como juventud, de hacerse cargo de la realidad que vivían para cambiarla. El descreimiento hacia los gobiernos hambreadores que cada vez recrudecían más la represión para garantizar los planes neoliberales. Comprendían la esencia feroz de la policía como lo supo expresar Maxi en sus poemas. Pero por sobre todo, los vinculaba entender la lucha como un instrumento de dignidad.

El puente pueyrredón: la Batalla que continúa ardiendo

Eran tiempos difíciles en el país. Los niveles de desocupación y pobreza venían escalando desde la década de los 90. La inestable gobernabilidad y la crisis institucional que se vivía por los intereses totalmente opuestos entre el gobierno y el bienestar de las mayorías iban caldeando la olla y alimentando un clima de confrontación históricos en Argentina.

Disputar y bloquear el puente Pueyrredón -el acceso sur más importante de la Ciudad de Buenos Aires- ha sido una de las medidas que los movimientos sociales han utilizado para torcerle el brazo a los gobiernos. Los cortes de ruta de los ‘90 irrumpieron frente al neoliberalismo como medidas efectivas, tal cómo lo expresó Darío: eran - y son- un símbolo de enfrentamiento directo con el poder. Bloquear la circulación de mercancía, por parte de los sectores estructuralmente subordinados, pone en jaque los intereses de los sectores de poder.

“Nosotros no confiamos en ningún gobierno, no confiamos en ningún político. Creemos que la situación no se va a cambiar por ese lado, sino atacando directamente los intereses que se están llevando toda la riqueza de nuestro país, los grandes grupos económicos, los banqueros, el sector financiero”.

Las organizaciones que participaron de aquel piquete ya anticipaban un clima caldeado pero iban dispuestas a dar batalla.Se venía de los 35 asesinados del 20 de diciembre, de las nulas respuestas del gobierno frente a los reclamando por alimentos, por el aumento de los salarios.  Razones y dolores no faltaban para que el movimiento piquetero fuera decidido esa mañana a avanzar y confrontar.

Disparar contra la juventud: 21 años de impunidad

Entre las fuerzas que intervinieron ese día estuvo la Policía Bonaerense, Policía Federal, Prefectura Naval, Gendarmería Nacional y hasta la SIDE. El operativo represivo, que además de terminar con las vidas de Dario y Maxi, hirió con balas de plomo a 33 manifestantes más y terminó con 160 detenidos/as, dejó en evidencia que cuando la policía dispara el que apunta realmente es el Estado. Quienes ordenaron la represión fue todo el escalafón político. Desde el presidente Eduardo Dualdhe, el gobernador de la provincia Felipe Solá, Anibal Fernandez (Secretario general de la Presidencia), Alfredo Atanasof (Jefe de Gabinete), Carlos Soria (Secretario de Inteligencia del Estado), Jorge Vanossi (Ministro de Justicia Y Derechos Humanos) y Juan José Álvarez (Secretario De Seguridad Interior). 

Todos formaron parte del operativo represivo y mediático con el que después intentaron lavarse las manos bañadas en sangre. Alredo Franchiotti y Alejandro Acosta, los policías que dispararon siguen presos aunque días antes de cumplirse 20 años pidieron prisión domiciliaria. Pero quienes dieron la orden para perpetrar la masacre siguen impunes. Los gobiernos pasaron y ninguno investigó la responsabilidad política.

El registro como política: Arma para la contra-información

La potencia fotográfica de esa jornada jugó un papel clave para desandar las maniobras del gobierno con la prensa hegemónica. El trabajo de fotoperiodistas como Sergio Kowalewski y Pablo Ferraro se convirtieron en pruebas fundamentales. No solo para el poder judicial sino también para la sociedad en su conjunto. Mostraron la cara más salvaje de la policía festejando junto a los cuerpos. El nerviosismo de Duhalde horas después en una conferencia de prensa. Desmontaron la nefasta excusa “Los piqueteros se mataron entre ellos” de Aníbal Fernandez. Y obligaron a la cúpula política a dar explicaciones de lo ocurrido. 

Pero lo más importante de esas imágenes fue poner en carne y presencia los valores centrales del movimiento piquetero: la solidaridad, el poner la vida en juego por los otros, ese gesto de entrega militante. Reforzaron la identidad de las y los desocupados, de aquellos que salían a la calle ante tanta injusticia. 

Foto: Sergio Kowalewski

Las imágenes circularon y se fueron reconfigurando. Se metieron en cada discusión política sobre los hechos de aquel 26 de junio, sobre cómo vivía y luchaba el pueblo. Se transformaron en poemas, murales y banderas.

Cultivar la solidaridad en tiempos de crisis es uno de los pilares históricos del movimiento piquetero. Aquel que sostiene las consignas de trabajo, dignidad, y cambio social. Por eso Dario y Maxi son un grito a la juventud. Un cimbronazo que busca despertar la conciencia para no quedar en la tibia rabia de mirar la realidad sin accionar, sin discutir, sin analizar. Dario y Maxi son ejemplos de lucha, de entrega, de trabajar para hacerle frente a este sistema de muerte y vencerlo. Construir otra realidad opuesta a la miseria que nos dan se convierte en un deber. Sus experiencias territoriales marcan un camino de solidaridad y  compromiso. Mientras la injusticia gobierne, la lucha será el único instrumento de dignidad y cambio social.

Foto Santiago Mazzuchini.
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