Actualidad

Las voces no se olvidan

Ésta es una historia sobre el reencuentro de dos sobrevivientes. Del porqué los Museos de la Memoria significan honrar a toda la sociedad argentina. Y de porqué la memoria se inscribe en el ADN de un pueblo, de forma colectiva. ¿Las ves? Imaginate sus voces. ¿Cómo suenan? Yo me imagino una voz tersa, de esas […]

🕒  10 minutos de lectura

 | 

Ésta es una historia sobre el reencuentro de dos sobrevivientes. Del porqué los Museos de la Memoria significan honrar a toda la sociedad argentina. Y de porqué la memoria se inscribe en el ADN de un pueblo, de forma colectiva.

¿Las ves? Imaginate sus voces. ¿Cómo suenan? Yo me imagino una voz tersa, de esas medio rugosas. Con presencia, grave que se maneja bien por todo el espectro más bajo de sonidos. Casi gutural. En donde se siente cómo vibran las cuerdas vocales.

La otra, la imagino más suave, parsimoniosa, tranquila. Como que pasa mucho aire por la garganta, más liviana. No sale forzada, pero a su vez, se oye bajita. Hay que hacer un esfuerzo para escucharla.

Son suposiciones. Escuché tanta veces sobre su encuentro que siento que las conozco. Por eso, me puse a buscarlas para saber quiénes eran y porqué me emocionaba su abrazo.

"Por ahí hablabas de política pero nos hacíamos callar porque después había gente que batía ahí. Que estaba ahí pero después en la tortura le sacaban lo que hablábamos. Así que finalmente hablábamos de los pajaritos, de cualquier cosa por temor a que nos vuelvan a revictimizar".

Cristina Pagano
Foto de Fernanda Amitrano

Te las presento: a la izquierda de la foto con la camisola blanca y roja, Analía Ribaudo; a la derecha de vestido celeste con flores blancas, Cristina Pagano.

Sobrevivientes de la última dictadura argentina. Tuve la suerte de conversar con ambas, largo rato. Las fotos fueron tomada en el Museo de la Memoria de Campo de la Ribera, a orillas del Río Suquía.

¿Cuándo? En la inauguración del lugar como espacio para la memoria. Año 2010. Un acto necesario para institucionalizar como sociedad lo que no queremos que pase nunca más.

"Lo mejor que se pudo hacer es resignificarlos y convertirlos en Museos de memoria porque entiendo que es una manera de honrar a los sobrevivientes, a los que ya no están, a todas las familias de las personas que sufrieron de alguna manera. No solamente a los que fuimos protagonistas directos sino a toda la sociedad argentina que fue víctima de esa barbarie, donde el terrorismo de estado se sintió dueño de la vida de todo el universo".

Analía Ribaudo, sobre los espacios de la Memoria.

El 24 marzo de 2010, se dispusieron en el espacio unos cordones con las fotografías de quienes pasaron por el centro clandestino. David Rodríguez, Lila Gómez, Olga del Carmen Molina, Daniel Horacio Sanmartín, Ricardo José Zucaria Hit, Luis Rodney Salinas, Liliana Teresa Colombetti, Ramón Antonio Ramírez, Gustavo Alberto Pereyra, Guillermo Tomás Burns, María Cristina de Marchi, Amado Vicente Aostri, Horacio Américo Siriani, Hugo Therisod, Mario Hugo Ramello, Claudio Aníbal Zorrilla, son los nombres de las personas que pude recuperar a partir de los registros fotográficos. Pero siempre son más. Muchos más.

Algunos diarios y registros explican que a Campo de la Ribera le decían “La Escuelita”. Funcionaba como “campo derivador”, y quienes salían de ahí iban a la “Universidad" como le decían a La Perla.

"Cuando nos encontramos con Analía, sacamos la cuenta de que nos había denunciado una compañera que se infiltró. Estábamos estudiando una materia en la casa de Analía y se infiltró una que trabajaba en el tercer cuerpo. Yo tenía miedo de que se descubriera mi militancia en la JUP, ligado a Montoneros y que eso me lleve a la Perla, y de ahí nadie salía vivo".

Cristina Pagano.

Cuando la secuestraron, Cristina tenía 24 años. Estaba rehaciendo materias para recibirse en Psicología porque algunos profesores no pasaron las notas a tiempo, con lo cual tuvo que recursar. En tanto que Analía también estaba haciendo las últimas materias, pero tenía 23. Las juntaron esas últimas materias y estudios.

Analía recuerda que por 2010, se inscribió en la carrera de Antropología y algunas experiencias ahí, la hicieron querer ir a la inauguración de Campo de la Ribera. "Un día empezamos a ver cosas que tenían que ver con la dictadura y empezaron a mostrarse las fosas comunes, y yo salí corriendo del auditorio", me contó. Un profesor y una compañera fueron a buscarla al baño, donde había elegido ir.

"Después el profe me pregunta que pasó y le respondo que no pude ver esas fosas, esos huesos porque ahí debe haber personas que estuvieron conmigo en Campo de la Ribera. Ahí, se enteran mis profes de que yo era sobreviviente del Campo de la Ribera. Entonces me invitan a la inauguración como Museo de la Memoria".

Analía Ribaudo.

También recibió la invitación de parte de Archivo Provincial de la Memoria en una experiencia también relacionada con sus estudios en Antropología.

La memoria como defensa

Foto de Fernanda Amitrano

Distinta fue la situación de Cristina. También le pregunté sobre cómo había decidido ir a Campo de la Ribera en esa fecha. "No me acuerdo como llegué a la inauguración", me respondió. Después, agregó que el haber estado en La Ribera le trajo una serie de huecos en la memoria y eso se arrastró por largo tiempo, aún después de estar secuestrada.

El martirio de quienes lograban salir vivos del cautiverio no acababa ahí. Después eran perseguidas, amedrentadas por las personas que las habían encerrado y torturado. O por otras. Las caras cambiaban pero el mecanismo siempre fue el miedo.

"Nunca supe como llegue a mi casa porque estaba en camisón, porque me secuestraron a la noche de mi casa. Y así estuve todo el tiempo tres meses de junio a agosto. Vendada, tabicada así que no sabía donde estaba. Ésa parte fue terrible porque era realmente desconcertante no poder hablar, ni ver, ni destabicarte".

Cristina Pagano

Ojo que no era olvido. Son lagunas causadas por el terror, el miedo y el sufrimiento. Pero con el tiempo se recompone y con la ayuda de quienes pasaron la misma situación.

Distinto fue el caso de Analía. Ella declaró en la causa Pérez Esquivel que fue la causa madre, en la megacausa La Perla y cuando se declararon de lesa humanidad los delitos sexuales.

"Siempre recordé todo, no quería olvidarme nada de ese lugar como tampoco quería permitir que me quitaran la identidad, permitir que me perdiera en esa locura. Todas las mañanas cuando me despertaba decía, mi nombre es Analía Inés Ribaudo, soy estudiante de psicología tengo 23 años y voy a salir viva de este lugar, me lo repetía todos los días".

Analía Ribaudo

Sobre la memoria, reflexionaba que era una construcción colectiva, un ejercicio constante que como pueblo hacemos todos los días. Principalmente en algunas fechas como las de hoy, lo que lleva a las verdades colectivas. Eso conmemoramos como país.

"Mirá, la historia se pudo reconstruir y los juicios se pudieron llevar adelante gracias a las memorias compartidas porque no quedó documentación alguna. Si no hubiesen existido las memorias compartidas donde se cruzaban datos, donde veían las coincidencias de lo que había de lo que dijo uno de lo que dijo el otro, nunca se hubiera podido llevar adelante los juicios, ni condenar a los genocidas, ni poner en verdad ese gran agujero negro que fue el terrorismo de estado".

Analía Ribaudo

Te puede interesar: Terrorismo de Estado y pueblos indígenas

El reencuentro

Foto de Fernanda Amitrano

En esas mismas paredes reestructuradas y reformadas, en esos mismos espacios donde todavía cuelgan los ganchos de tortura, habían compartido tiempo encerradas. Presas. Cautivas.

Podrían haber pasado más de 100 años, centenares de ruidos por sus oídos, multitudes de personas regalando palabras. Pero en esos momentos dolorosos, ni después. Las voces no se olvidan.

En la inauguración del Museo de la Memoria Campo de la Ribera fue que sucedió.

"Cuando salías te seguían vigilando y apareciendo para mostrarte que estaban atrás tuyo y que no podías conectarte con tus compañeras ni con nadie. Así que no nos pudimos juntar por terror a que nos volvieran a secuestrar", contó Cristina.

Uno de los principales métodos de tortura de la dictadura era el tabicamiento. Permanecer durante meses con una capucha en los ojos, puede transformar tu mundo. Es el sentido que más utilizamos quienes lo tenemos.

Se pierde la noción del espacio. Lo único real, cuando también te sacan el tacto para sentir a otros, es tu propio cuerpo. Por esto, en el tiempo que estuvieron secuestradas juntas, no se vieron muchas veces, y posteriormente, nunca.

Ese 24 de marzo, ambas coincidieron nuevamente en un lugar. Fueron acompañadas de familiares, en los dos casos, de sus hijas.

"Me acerco al espacio donde estuvimos secuestradas, y me dijeron que era sólo para sobrevivientes y prensa. Entonces yo entro y en la primera parte, recorrí dos metros y escucho la voz de Cristina que ya estaba en las galerías que dan al patio y le digo a mi hija: ésa es la voz de Cristina Pagano. Ella me dijo: mamá, no podés estar tan segura, y le dije que si, que estoy segura. Me empecé a apurar y a colar entre la gente para buscarla y cuando la vi también la reconocí físicamente. Entonces me acerco a ella y le digo: Cristina. Ella me mira como perdida y me dice: ¿quién sos? Analía, le respondí. Cuando ella me reconoce, se larga a llorar y nos abrazamos. Fue un momento verdaderamente muy emocionante para las dos porque no nos habían dado la libertad el mismo día. Entonces nos abrazamos, nos tocábamos los brazos, nos amasábamos como para estar seguras de que éramos materia y no una ilusión".

Analía Ribaudo

"Habían pasado un montón de años, y nuestras hijas cuando nos vieron abrazadas, se agarraron de las manos las dos quedaron mirando esa escena, y hubo también un fotógrafo que filmó todo, el Negro Ortiz, que lamentablemente murió. Nos siguió, atrapado por la conversación que teníamos y después nos abrazó. Nos dijo que éramos unas grandes mujeres. Fue muy emocionante, después nos hicimos amigos", completó Cristina.

"Nuestras dos hijas que no se conocían tomadas de la mano, estaban agarradas de la mano. Eso fue muy fuerte para nosotras porque nos dimos cuenta de que había como un hilo invisible que a las chicas las unió en ese momento viendo a sus madres, reencontrarse. Y ahí empezamos a recorrer los espacios" concluyó el relato del momento Analía.

Cualquiera pensaría que hablé con ambas juntas. Pero no. Tenían los recuerdos de ese reencuentro fresco, palpable, a primera mano. Porque la memoria, es lo real. Creo que a esto se refería Analía sobre las memorias compartidas. Resulta imposible negar que esto pasó al ser el relato de ambas, totalmente exacto.

La historia que me habían contado, que me había emocionado, se hizo real. De ahora en más, es parte de mi memoria, y de la de ustedes. Les dejo una reflexión de Analía, la que me dijo al final de nuestra conversación. La transcribí completa y creo que merece estar así, sin cortes.

"Siempre digo que entre lo real y lo simbólico claramente hay grandes diferencias y, puntualmente, lo que quiero llevar a la sociedad toda. Cuando nosotras estuvimos secuestradas y salimos, éramos muy mal vistas. El típico "y por algo habrá sido". Yo no tenía militancia política. Sí había protegido a un par de chicos del centro de estudiantes. Les había permitido hacer en mi casa algunas reuniones, no tenía militancia por una enfermedad, y no le habría servido a nadie. Entonces toda la sociedad fue condenatoria. Cuando a mi me liberaron me volví a mi pueblo, y los que eran de mi círculo más cercano se acercaron y estuvieron, pero otros me miraban como "cuidado con ésta".
A mi me emocionó mucho ver cómo la historia había cambiado, moldeada por la cultura, y viceversa, la cultura se había modificado moldeada por la historia. Cuando estaba parada en los tribunales federales, el fiscal me había avisado y me había dicho que fuera para la condena cuando iban a dictar sentencia. Estábamos parados un grupo de sobrevivientes esperando que se abrieran las puertas de tribunales y yo empecé a ver gente que venía de todos lados, que apoyaba la condena a los genocidas. La historia se había dado vuelta. Entonces por eso digo una sociedad toda en un momento, condena. Ésa sociedad se transforma. La sociedad sigue siendo la sociedad, lo real sigue siendo lo real. Pero lo simbólico sigue siendo lo que sucede, lo que representa un momento determinado y en ese momento, nos apoyaban a nosotras".

Analía Ribaudo

Ramiro Quintanilla

Dedicado a la redacción por la tarde en la cooperativa. Comunicador. Me interesa lo político, el ambiente, los pueblos originarios, la salud mental, la cultura y creo que antes de decir hay que aprender a preguntar, o no?
Ver más notas
Enterate acá
Enterate acá

Relacionado

Enterate acá

Más de lo último