La Unión Europea apura al Mercosur a firmar un acuerdo que beneficia más a Occidente que a Latinoamérica. El cambio de mando en los gobiernos latinos y la coyuntura internacional de creciente polarización influyeron en la negociación, generando disenso y división entre países de ambos bloques. ¿Qué piden los europeos? ¿Qué posturas desencontradas hay en el Sur?
¿Sabía usted que el MERCOSUR está negociando un acuerdo de “libre comercio” con la Unión Europea?
¿Recuerda usted a Mauricio Macri en el 2019 cuando firmó un supuesto acuerdo con el bloque occidental?
Un poco de memoria:
Pidiendo perdón a los colonos europeos por el “pecado” de lograr la libertad de los pueblos del Sur tras siglos de genocidio y dominación occidental, Macri firmó junto con los demás gobiernos de derecha de la región un principio de entendimiento que -pandemia y ola progresista mediante- nunca se llegó a formalizar. Lo que por aquél entonces era presentado como un logro sin precedentes, no fue más que una noticia inflada de un supuesto líder que no pudo siquiera ser reelegido teniendo como financiante de su campaña nada más y nada menos que al FMI. Sin embargo, hay que decir, también, que logró sin mucho esfuerzo, su objetivo: endeudar y someter a Argentina y la región a un proceso de neocolonización 2.0, declarando al territorio nacional como territorio de sacrificio para el provecho -justamente- de los países occidentales, sus bancos, empresas y lógicas.
La llegada de nuevos gobiernos latinos de coaliciones de centro, centro izquierda, nacionales y populares, logró frenar -al menos por un tiempo- un acuerdo que le garantizaba a Europa el abastecimiento “barato” de la materia prima que sus industrias necesitan para su comercio interior y exterior. Y, al mismo tiempo, condicionaba a la región a una realidad que no dista distinta de la actual, pero que sería peor si el acuerdo se hubiera formalizado, es decir, a la reprimarización de sus economías de claros perfiles agroexportadoras y extractivistas.
La asociación entre ambos bloques implica casi una cuarta parte del PBI mundial, y abarca un mercado de casi 1.000 millones de habitantes con un valor estimado en más de 100.000 millones de dólares de comercio bilateral de bienes y servicios. Los acuerdos históricos entre ambos bloques siempre han sido perjudiciales para América Latina. Los supuestos beneficios no son ajenos a las duras y complejas realidades que atravesamos en el Sur del mundo.
¿Parados de mano? o ¿atados de pies?
Pese a la poca repercusión nacional, se llevó a cabo la semana pasada una de las reuniones más importantes entre Jefes de Estado a nivel sudamericano en los últimos cinco años. Fue en la ciudad misionera de Puerto Iguazú, ubicada en una zona de marcada relevancia geopolítica debido a representar un punto clave en el comercio legal e ilegal de la región y también una arteria nodal de la mal llamada “Hidrovía” (vía troncal navegable Río Paraná-Río de la Plata). Además, es el corazón del Acuífero Guaraní, una de las reservas de agua dulce más importantes del Planeta Tierra. Todo un mensaje.
Primero tuvo lugar una reunión entre los cancilleres de Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, mientras que Venezuela sigue suspendida, al tiempo que Bolivia continúa esperando su ingreso (los demás países latinos están asociados sin membresía plena). Recordemos que en pleno auge de gobiernos neoliberales, en el año 2017 se vetó a Venezuela por supuestos tintes “antidemocráticos” en la gestión de Maduro. Ahora la situación es otra, los principales socios, Argentina y Brasil exigen su reincorporación ante la permanente negativa de Paraguay y Uruguay, aún con gobiernos reaccionarios y con el objetivo de desintegrar cualquier esbozo de soberanía y unidad de los países vecinos.
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Días después de aquella reunión entre cancilleres, Lula, Fernández, Benítez y Pou, se reunieron en aras de lograr un consenso que parece no tener fácil solución. Sucede que a principios de año, la UE “escribió” nuevos condicionamientos donde se beneficia a las empresas occidentales por sobre las latinoamericanas y también incluyeron “metas ambientales” que de no cumplirse le conllevarían sanciones económicas a los Estados de Abya Yala. Antes la espada y la biblia, ahora las sanciones económicas. En otras palabras: terrorismo financiero “primermundista”.
En pleno siglo XXI, las mañas colonizadoras de Occidente no se quitan. Nos exigen asado, vino y fiesta, cuando en realidad ellos se llevan la mejor carne, nos toman el vino y nos hacen limpiar los vestigios de la fiesta.
Lula Da Silva y Alberto Fernández, coincidieron en no firmar si esos condicionamientos no son reconsiderados.
En palabras del Jefe de Estado de Argentina:
«Nadie puede condenarnos a ser los proveedores de la materia prima que otros industrializan y luego nos venden a precios exorbitantes. Una visión que no advierta la dimensión de lo que aquí digo, podría inducir a algunos a pensar que de ese modo no alcanzaremos los estándares de libre comercio que algunos socios pretenden»
Y en palabras del Presidente de Brasil:
“Queremos discutir el acuerdo, pero no queremos que nos lo impongan. Los países ricos no cumplieron ningún acuerdo, ni el Protocolo de Kyoto, ni la COP20 de Copenhague, no cumplieron las decisiones de Río 92’ y no van a cumplir el Acuerdo de París”.
Asimismo, el líder del PT cuestionó a las instituciones financieras internacionales del famoso Bretton Woods, nacidas al final de la Segunda Guerra Mundial para sostener la estructura financiera de primacía y dominación estadounidense, tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. “No funcionan más” fustigó Lula.
El interés en cerrar el acuerdo por parte de la UE responde no solo a su lógica colonialista de pensar a América Latina sólo como un gran territorio para el saqueo de bienes comunes naturales a precios viles, sino a un contexto creciente de crisis humanitaria, civilizatoria y de claro declive de su hegemonía.
El liderazgo de Lula llegó en un momento más que definitorio para las relaciones entre ambos bloques. Su compromiso con los BRICS, la exigencia de una moneda común del Sur, su llamado a independizarse del patrón mundial en caída, como es el dólar, generan el caldo de cultivo necesario para equilibrar vínculos que históricamente estuvieron y están en desiguales condiciones.
Ahora, Lula tiene la presidencia del MERCOSUR que tuvo a Fernández y Benítez por última vez en sus fotos.
¿Tratado de Libre Comercio: el nuevo ALCA?
Alimentos, Litio, Combustibles, Agua, son los principales bienes comunes naturales que una Europa en crisis y al borde de una guerra, necesita. Pese al cipayaje del Presidente de Uruguay que insiste con negociar unilateralmente, rompiendo los históricos acuerdos de la UNASUR y el MERCOSUR, y del Presidente de Paraguay, todo parece indicar que prevalecerá la posición argento-brasilera, o al menos así lo sostienen discursivamente sus máximos representantes.
La próxima parada es Bruselas en 10 días, cuando la UE intente presionar la firma a través de una cumbre con la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Lula se comprometió a plasmar una respuesta a los occidentales prontamente, aunque hay dudas sobre su participación en este encuentro.
América Latina tiene una oportunidad histórica para no caer de nuevo en las demandas y lógicas europeas que nos han condenado a cinco siglos de sometimiento, humillación y sangre derramada.
El posicionamiento de Lula es más coherente que el de Argentina. Si bien Alberto Fernández hablando parece un libertador, los hechos demuestran que aceptó la mayor estafa a la que se ha sometido un pueblo en la historia postmoderna, lo que lo convierte no sólo en cómplice del macrismo y el FMI, sino también en responsable. En sus cuatro años la profundización hacia la dependencia estadounidense-europea ha sido y es aberrante para la historia de una tierra que supo encabezar la liberación de todo un subcontinente. En cambio Lula, por el momento, continúa teniendo coherencia entre lo que dice y lo que hace. Por ende, es a él a quien en Europa miran con recelo.
Hay mucho en juego para ambos bloques, y ningún poderoso quiere sacar los pies del plato. Para mal de ellos, ahora, parece ser que el plato se está rebelando, y quiere, al menos una vez, ser tenedor y cuchillo.