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Silvina Luna: ¿una muerte evitable?

La modelo y actriz murió el jueves 31 de agosto tras permanecer casi 80 días internada, a causa de complicaciones por una cirugía estética que le realizó en 2010 el médico Aníbal Lotocki. Una muerte que puso en el eje del debate problemáticas más profundas. El pasado jueves 31 de agosto, después de diez años […]

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La modelo y actriz murió el jueves 31 de agosto tras permanecer casi 80 días internada, a causa de complicaciones por una cirugía estética que le realizó en 2010 el médico Aníbal Lotocki. Una muerte que puso en el eje del debate problemáticas más profundas.

El pasado jueves 31 de agosto, después de diez años de lucha y a la espera de un trasplante de riñón, falleció la modelo y actriz Silvina Luna.

En el año 2010, cuando tenía menos de treinta años, se sometió a una cirugía estética con el "doctor de los famosos", Aníbal Lotocki. Este médico se hizo conocido por intervenir quirúrgicamente a infinidad de mujeres y varones del espectáculo argentino.

Los primeros años transcurrieron sin mayores problemas, pero en 2013, a raíz de un control médico de rutina, descubrieron que tenía muy elevado el calcio en el cuerpo. Esto le produjo problemas irreversibles en el funcionamiento de sus riñones, que se fueron agudizando con el paso del tiempo hasta llegar a la diálisis durante los últimos meses de su vida.

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Tras investigar de dónde provenía esta dolencia, descubrieron que en aquella operación realizada tres años antes, Lotocki le había inyectado polimetilmetacrilato en los glúteos. Esta sustancia no está aprobada por ANMAT para realizar procedimientos estéticos y le produjo una reacción autoinmune que decantó en insuficiencia renal.

Este no fue el único caso de mala praxis por parte del cirujano: Pamela Sosa, Gabriela Trenchi, Mariano Caprarola, Stefanía Xipolitakis, Cristian Zárate, entre tantos otros, se suman a una larga lista de víctimas que fallecieron y otras que viven con permanentes dolores.

Silvina Luna murió y dejó al descubierto una problemática de la que se habló y se habla, constantemente, en todos lados: la presión que ejerce la sociedad machista y heteronormada sobre el cuerpo de las mujeres.

Mucho dicen las teóricas e intelectuales feministas sobre el peso sofocante de la belleza hegemónica, que nos ahoga y nos va cercando para alcanzar cierto ideal estético. Aún más en los medios de comunicación, que, lejos de dejarlos de lado, fogonean estos mandatos.

En esta historia con el peor final no se pueden señalar solo responsables individualizados: la responsabilidad no es ni de la víctima que quiere operarse para cambiar alguna característica física, ni del médico que actúa sin habilitación, inyectando sustancias prohibidas, como dos sujetos abstraidos del entramado social. Ambos forman parte de una maquinaria estructural y violenta, que disfraza la cara más cruel del capitalismo salvaje: la acumulación de ganancia a cualquier precio.

Sí, es cierto: a Silvina Luna no la mató un concepto. Pero ese concepto -la presión de estar perpetuamente bellas, jóvenes, radiantes-, la condujo a someterse a una cirugía que le costó la vida. Y aunque parezca que no, Lotocki también integra este sistema perverso; sacando provecho de la desesperación y la inseguridad. Ambas cuestiones que, a su vez, están profundamente ligadas a lo que dicta la norma estética imperante: una emboscada que aparentemente no tiene salida.

"Caí en la trampa de los estereotipos, quería verme de una determinada manera, trabajaba con el físico. Yo creía que quien era, no era suficiente. Eso tuvo sus consecuencias. En algún momento nos volvemos esclavas".

Silvina Luna

Si quedás fuera de esa norma construida culturalmente, dejás de tener valor. Un cuerpo que queda al margen, que es ignorado, juzgado, vapuleado.

Esa belleza hegemónica que acumula mercancía y estatus social a quien la posea integra un largo e infinito vórtice de consumo vertiginoso. Silvina Luna murió en manos de un cirujano inescrupuloso que también quiso y quiere aumentar su capital de la manera más ambiciosa y despiadada.

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