¿Por qué hace tanto calor en el país? ¿Es casual e inevitable? En esta nota te contamos qué pasa con el calor extremo que, además de mil memes excelentes de ventiladores dándolo todo, nos debería dejar algunas reflexiones.
Por Magdalena Gavier
La semana pasada nuestro país fue uno de los más calurosos del mundo. Temperaturas que superan los 45 grados en algunas localidades azotan nuestras tierras. En Córdoba particularmente registramos la ola de calor histórica: 12 días seguidos de calor extremo. (la más larga registrada alguna vez en el país).
¿Por qué tanto calor? Desmontes
Si bien es una realidad que los veranos en nuestro país fueron siempre calurosos, es innegable que en los últimos 70 años han sido cada año más fuertes que el anterior. Repasando algunos hechos que acontecieron en esa más de mitad de siglo podemos anotar por ejemplo: más fábricas (más contaminación del agua y del aire), más rutas (más pérdida de biodiversidad y menos árboles), más extracción minera y petrolera (contaminación de absolutamente todo), más cultivos para la producción de comida (pero más hambre en el mundo), y un sinfín de cosas que existen, pero cuya existencia implica la destrucción total o parcial de otra que estaba, y que era parte del ecosistema.
El calor es una consecuencia de muchas acciones que venimos acumulando desde hace años como humanidad en este planeta. El calor es un recordatorio de que algo estamos haciendo mal.
La deforestación, el desmonte, la pérdida de biodiversidad y el consecuente aumento de cemento en nuestras tierras generan condiciones óptimas para que se profundicen los efectos ya latentes del cambio climático.
No es calor. Es desmonte
¿Por qué son tan importantes los árboles y los bosques?
Un bosque es un ecosistema donde predomina la vegetación de árboles y arbustos. Son además espacios que sirven de hogar para animales, miles de hongos, insectos y especies (concentran más de la mitad de la biodiversidad terrestre del planeta). Además, funcionan como reservorio de dióxido de carbono (uno de los principales gases que causan el efecto invernadero).
Como explica Flavia Broffoni, politóloga y activista ambiental, cofundadora del movimiento Extinction Rebellion en Argentina: “un bosque no es solo una colección de árboles, sino que está vivo. El suelo no es solo un medio en el que crece la vida; el suelo está vivo. También un río, un humedal y un mar. Del mismo modo que es mucho más fácil degradar, explotar y matar a una persona cuando se ve a la víctima como menos humana, también es más fácil matar a los seres de la Tierra cuando los consideramos inertes” (página 50 del libro Extinción – 2020).
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Sin ir más lejos, desde hace 100 años en nuestra provincia se viene perdiendo paulatinamente más del 95% de los bosques nativos, porcentaje que representa aproximadamente el 70% de la superficie total de la provincia. Según la Fundación Latinoamericana para el Cuidado del Medio Ambiente, hace 12 años, los bosques ocupaban el 3.6 % y la vegetación autóctona (conformada por plantas nativas, arbustos, pastizales, entre otros) el 12%. Esos números han ido empeorando año tras año.
Desde 1990 a la fecha en nuestro país hemos perdido 7,6 millones de hectáreas de bosque nativo. Argentina se ubica en el triste ránking de los 10 países con más desmontes en los últimos 30 años (Greenpeace).
En el mundo, sólo en el último siglo, se deforestaron 230 millones de hectáreas de monte, el equivalente a nuestro país (Global Forest Change).
En este punto cabe destacar, como para tener otra herramienta comparativa, que en una hectárea de árboles plantados, en promedio, se produce anualmente el oxígeno suficiente que permite vivir a 40 personas y se absorbe el CO2 emitido por unos 10 autos medianos al año.
En cuanto a absorción de agua (porque recordemos que también el bosque nativo es importante para épocas de inundaciones, otra consecuencia de los efectos extremos del cambio climático), un bosque nativo puede absorber 360 milímetros de agua por hora. Un pastizal hasta 120 y un cultivo de soja sólo 30 milímetros. Así como olas violentas de calor, también somos un país propenso a vivir inundaciones catastróficas e incrementales.
¿Por qué tanto desmonte? Cultivo y consumo de animales
A partir de aquí surgen algunos interrogantes: ¿quiénes desmontan? ¿Por qué? ¿Qué se hace con toda esa tierra ya sin bosque nativo ni vegetación autóctona? La respuesta es bastante sencilla: desmontan quienes poseen las tierras o quienes tienen el capital para invertir en ellas. Exceptuando casos de construcción de rutas o barrios (en general cerrados), lo hacen para cultivar granos que luego son destinados (en su mayoría) al consumo animal. Aunque la ganadería aporta solo el 18% de las calorías del mundo y el 37% de las proteínas, ocupa el 83% de las tierras cultivables.
Como describimos más detalladamente en columnas anteriores, este modelo de extracción de recursos naturales, monocultivo (o con la mínima rotación indispensable) y engorde de animales, sólo genera pobreza. O más bien, riqueza para unos pocos, y trabajo para algunas personas. Pero es en definitiva un sistema económico que degrada nuestro territorio, atenta contra todas las especies que habitamos el planeta y reproduce cada vez más desigualdad.
La ecuación a simple vista es fácil: la tierra con bosque nativo no es rentable, mientras que cultivada sí. O eso creíamos, hasta que empezamos a entender que el presente y el futuro dependían de la existencia de ese bosque nativo. Literalmente, hipotecaron nuestro presente (ya no podemos hablar sólo del de las futuras generaciones) sin pedirnos permiso. Y ¿cómo hacer para recuperarlo? ¿Quién invierte en cultivar los miles y millones de árboles que tanto nos empeñamos en sacar? ¿Y qué con la infinidad de especies que históricamente habían vivido allí? ¿Cómo pedirles que vuelvan si algunas ya ni existen?
Resulta importante retomar nuevamente las palabras de Flavia Broffoni, que siempre tiene reflexiones y datos interesantes: “el caso del modelo agroindustrial argentino no podría ser más autoexplicativo para demostrar cómo la ciudadanía está siendo atacada por sus propios representantes, en virtud de generar beneficios para algunos sectores concentrados que nos están exterminando. Y no exageramos, créanos que no exageramos” (página 99 del libro Extinción – 2020).
¿Qué podemos hacer?
No es calor. Es desmonte. Es especismo.
No es sólo calor por desmonte. Es calor por querer cultivar animales.
Cambiar nuestros hábitos de consumo es un excelente puntapié para hacer un cambio. Dejar de consumir animales y sus derivados es urgente. Un cambio en nuestros hábitos de consumo generará, en mediano plazo, un cambio en las formas de producción (¡a no subestimar nuestro propio poder como consumidores!).
Además, es importante reflexionar acerca de los vínculos con lo que consumimos. Investigar y exigir información. Promover la alimentación soberana. Participar en espacios donde podamos ampliar la perspectiva de las problemáticas sociales y ambientales: el diálogo sincero construye puentes y despierta conciencia.
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