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Francia e Israel arden por “reformas” estructurales: ¿De qué tratan?

Publicado por:Rodrigo Andrada Savoretti

El enclave occidental en Medio Oriente y el corazón de la Unión Europea habitan crisis sociales y políticas dignas de quedar en la historia. Macron y Netanyahu juegan con fuego mientras su legitimidad social se hunde en los sótanos de sus “democracias”. Pero ¿qué busca cada uno con las reformas que intentan aprobar a toda costa? ¿En qué pueden concluir las huelgas generales en ambos países?

Israel* y Francia concluyeron el 2022 y comenzaron el 2023 con enormes movilizaciones sociales en contra de distintos proyectos de ley que los gobiernos de ambos países nombraron ágilmente como “reformas”, aunque en realidad sean cambios estructurales que definen y moldean el sistema político en el caso de Israel y el sistema pensional y laboral en el caso de Francia.

El contexto internacional y la historia particular de ambas naciones no pueden soslayarse a la hora de intentar comprender sus ambiguas realidades. Dos de los países mejor posicionados social y económicamente en el mundo occidentalizado al que muchos todavía deciden denominar “Primer Mundo”, se encuentran habitando crisis sociales y políticas que sin dudas se ganan su lugar en sus respectivos libros de historia.

Pero ¿Cuál es ese contexto internacional? y ¿Qué elementos de sus historias particulares ayudan a comprender este presente de fuego y cachiporras?

Globalización: ¿herida de muerte?

Si hay algo que caracteriza al mundo en los últimos años es el permanente estado de crisis que se vive en todas las dimensiones. 

La pandemia y el proceso de acumulación capitalista que trajo consigo (según World  Inequality Lab el 10% de la población mundial ahora posee el 76% de toda la riqueza de la tierra), la crisis mundial de energías y alimentos que la guerra entre Ucrania y Rusia profundizó, la innegable crisis climática capitalista, y ahora la crisis en el sistema financiero con la quiebra del Silicon Valley Bank que amenaza con pinchar más de una burbuja especulativa, agudizan la desigualdad y los enfrentamientos en un mundo que se dirige hacia destinos pocos conocidos pero de segura calamidad y sufrimiento global si no se toman las medidas que la humanidad toda necesita para ayer, ya no para hoy.

Este resumido contexto mundial nos permite tomar conciencia del estado actual de las cosas. Aunque a decir verdad, los países históricamente explotados por el Norte Global (EE.UU y UE) venimos padeciendo “crisis” hace siglos. Pero claro, la sorpresa ocurre cuando todo estalla en aquellas naciones que durante décadas han gozado del bienestar social y económico producto de la estructuración internacional de un sistema de saqueo y dominación que les permitió -quizás hasta hoy- vivir a nuestras costillas: la estúpida y sensual globalización.

Pero ahora, como en una especie de karma ancestral, las grandes potencias occidentales parecieran estar probando a duras penas sus propios venenos. 

Huelgas sectoriales y generales en España, Francia, Inglaterra, EE.UU y ahora en Israel, se suceden ante la mirada pícara y oportuna de las potencias no occidentales como Rusia, China y demás países no alineados al orden “civil y cristiano”, que hace años intentan establecer un nuevo orden mundial “multipolar” donde ni el Tío Sam ni los reyes europeos sean quienes corten la torta. ¿Llegó su momento?

Todo está por definirse y nadie quiere morir como vencido. Y los bienes comunes naturales como el agua y el litio (entre otros) constituyen el nuevo patrón mundial de capitalización y acumulación. Aunque tenerlos no siempre es sinónimo de estabilidad y garantía cuando no se tiene portaaviones ni misiles hipersónicos ni un proyecto soberano como sucede nada más y nada menos que con nuestro país.

Dicho esto, volvamos a lo nuestro: ¿Qué sucede particularmente en Israel y en Francia? ¿Qué nos aportan sus realidades a las nuestras?

Francia:  ¿cerca de mayo?

La aprobación por decreto de una “reforma” pensional -omitiendo intencionalmente su tratamiento en el Parlamento Francés- que alarga dos años la vida laboral mínima para obtener el derecho a una jubilación, ha despertado la furia y unidad de distintos sectores de la clase trabajadora francesa que se mantienen en huelga desde principios de marzo.

Además, más lejos de París, miles de militantes socioambientalistas son reprimidos por luchar contra la privatización del agua. Es que el Gobierno francés no solo re-estructura el sistema pensional para el beneficio de las patronales sino que también está construyendo infraestructuras de almacenamiento de agua en el centro-oeste (Sainte-Soline), donde predomina la agroindustria, la gran beneficiada de este proyecto en marcha. Para la gringada solucionaría el problema de la sequía que ellos y su modelo han generado. Para los manifestantes es una privatización in facto del elemento más vital y necesario.

Por si fuera poco, mucho más lejos de la torre Eiffel, más precisamente en el continente africano, la presencia de Macron y por ende la de Francia,  ha sido rechazada tajantemente en el último tiempo. Países como Níger, Congo, Burkina Faso y Gabón, antiguas colonias del imperio francés, han recibido con críticas la visita del Presidente europeo y hasta han echado embajadores y exigido el retiro de las tropas militares que aún habitan estos territorios saqueados y empobrecidos como bien lo describe Gonzalo Fiore Viani en esta nota para el medio La Tinta.

Por lo tanto, estos últimos apuntes nos permiten decir que Francia no solo perdió el mundial sino que padece una crisis multidimensional que se expresa más allá de sus propias fronteras y repercute directamente sobre la calidad de vida de su clase trabajadora, que intenta -a pura huelga- retener sus derechos laborales al mismo tiempo que defiende sus bienes comunes naturales para afrontar una realidad a la que no están acostumbrados.

Yendo al grano, la reforma pensional-laboral es la gota que rebalsó el vaso. Un vaso que ostenta y deja entrever que la clase política tradicional está deslegitimada socialmente igual  o peor que el propio sistema político de representatividad, como bien lo expresa aquí el sindicalista francés Leon Crémieux.

Todos estos factores confluyen en la ira de millones de ciudadanos que se manifiestan en las calles ya no solo para frenar la reforma que estirará la explotación obrera dos años más sino exigiendo que la política esté a la altura de la calle. 

Hasta el momento, el mismo Macron al que la prensa occidentalizada nos ha vendido como un estratega de vieja guardia y un hábil político, es el que decide responder a las demandas con cachiporras y gases. Toda una novedad en un auténtico y elegante aristócrata francés.

¿Qué nos aporta los franceses a los argentinos/latinoamericanos? Algo que ya sabemos pero que cuesta masificar aquí como está sucediendo allá: las huelgas generales despiertan hasta al individuo más dormido, y en un mundo de pesadillas, es necesario tener los ojos abiertos. ¿Para qué? para ver -por ejemplo- que allá la lucha contra la privatización del agua también es masiva. En cambio aquí, en Argentina, el Gobierno Nacional acaba de firmar un acuerdo con una empresa sionista israelí para que “maneje y administre” nuestros recursos hídricos a su gusto e interés. Ganamos la final pero perdemos nuestra agua. En eso los franceses parecen estar a la altura. 

Y hablando de empresas sionistas, toca hablar de la más grande de ellas: Israel.

Netanyahu se viste de judas

Hace doce semanas Israel habita un momento bisagra en su corta historia como “Estado” o mejor dicho como enclave colonial de EE.UU y UE en Medio Oriente. Desde que se fundó ilegítimamente en territorios de Palestina en 1948 con ayuda del imperio inglés, jamás había sufrido una crisis interna de tamañas dimensiones.

Pero ¿qué es lo que ha despertado la furia de millones de israelíes y también de palestinos?

La coalición más derechista de su historia, encabezada por el Primer Ministro electo en noviembre del 2022, Benjamín Netanyahu, ha presentado en el Parlamento Israelí tres proyectos de ley que constituyen una “reforma” judicial que desguaza de poder al sistema judicial y acrecienta el mismo para el Ejecutivo y el Parlamento, ambos copados por la ultraderecha sionista.

Esta “reforma” consiste fundamentalmente en modificar el sistema de elección de jueces, tanto supremos como secundarios, reducir las capacidades de la Corte Suprema en lo que respecta a la revocación e invalidación de leyes que esta no crea conveniente e impone una cláusula que le permite a la unicameral poder promulgar leyes, estén vetadas o no por la Corte.

La parte nodal de la enmienda se iba a aprobar esta semana. Pero en un inédito acuerdo, el principal sindicato del “país” junto a los ceos de los bancos y las patronales de las principales empresas, decidieron comenzar en el día de ayer una huelga general indefinida hasta frenar la reforma. 

Miles de ciudadanos llegaron hasta la casa del propio Netanyahu acusándolo de boicotear la democracia e imponer una dictadura . La oposición venía advirtiendo de la posible guerra civil que esta “reforma” podría llegar a generar. Pues no es para menos, sectores de la política, de la sociedad civil y hasta del ejército se han visto enfrentados por tal proyecto. 

Mientras tanto, Estados Unidos y representantes de la UE, principales aliados de Israel, manifestaron su preocupación ya que la crisis social se trasladó a la economía y produjo la grave caída de la moneda judía.

Recién hoy, con la legitimidad por el suelo, Netanyahu, quien regresó al poder con la promesa de ordenar la crisis política que el país vive hace años, prometió estirar la aprobación de la segunda y tercera parte de su “reforma”. Es decir que la lucha y unidad en la calle de los distintos sectores israelíes logró por momentos frenar el problema. Lo que no significa que el Primer Ministro la haya desechado, sino más bien ha ganado tiempo pero ha perdido confianza hasta en sus propios votantes. 

La oposición y los yanquis han dado el visto bueno al tiempo de negociación que se ha abierto ahora. Benjamín y sus aliados, todos verdugos del pueblo palestino, deberán incorporar a la mesa a sujetos políticos que creyeron prescindibles para construir su proyecto político. Por lo tanto, sindicatos, ceos y opositores se mantienen en alerta e intentarán lograr un acuerdo que a priori no siga generando las condiciones para un estallido social o guerra civil difícil de frenar si no impera la política.

Mientras tanto, el genocidio al pueblo palestino, legítimo dueño de los territorios ahora ocupados por la empresa sionista llamada Israel, continúa sin tapujos. La resistencia digna y corajuda de los desterrados también preocupa a un régimen que atraviesa sus horas más críticas. ¿Podrá el pueblo palestino capitalizar la crisis a su favor? ¿Entenderá Netanyahu que si no da de baja su reforma lo darán de baja?. Todo parece definirse en los días que vienen.

¿Qué aprender de los manifestantes israelíes y palestinos?. Por lo pronto, que los tres poderes del Estado no deben sobrepasarse en sus funciones históricas. Y aunque allá, a la inversa de acá, es el Ejecutivo que se impone sobre el judicial, los pueblos están en las calles exigiendo el debido respeto y equilibrio democrático que debe imperar para no caer en un autoritarismo sin límites que hiere de muerte todo proyecto soberano y popular.

*El autor de la nota no reconoce a “Israel” como Estado.

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