21 de diciembre de 2001 un año que quedó marcado en la mente de todos los argentinos, como ese punto de inflexión político, económico y social. Nuestro país se despedía de la gloria de la promesa liberal y comenzaba a pagar los costos de una fiesta costosa.
Por José Feliciano Fisichella
Terminamos pidiendo que se vayan todos, en una de las tragedias institucionales más importantes del siglo XXI en nuestro país.
En esta columna te invitamos a repasar esos fatídicos años de nuestro país, que hasta el día de hoy siguen marcando la política Argentina y recordando que con la navidad vienen muchas cosas indeseadas.
Un poco de historia
Argentina había vivido en los 90’ una época marcada por la pizza y el champagne. El relato oficial hablaba de que se podía viajar al exterior, teníamos una moneda fuerte y caminábamos firmes hacía el primer mundo.
Todo aparentaba ser una hermosa fiesta, el Presidente en Ferrari, argentinos en Miami y la farandula en el medio de todo. Claro, la URSS había caído y con ella uno de los proyectos más importantes del siglo XX; era el fin de las ideologías. Había triunfando el capitalismo y Estados Unidos, casi como un médico, impartía recetas para el “mundo libre”.
El consenso de Whasington parecía ser el nuevo catecismo del mundo capitalista y el Presidente Menem tomó algunos puntos del mismo. YPF, Aerolineas Argentinas, ferrocarriles y otras cientos de empresas estatales pasaron a manos privadas; en procesos muchas veces poco transparentes.
Aparición del «Mesías»
En esos “gloriosos” años 90’ apareció un mesías de la economía, que se mostró al lado del caudillo riojano, prometió que nuestra moneda valdría lo mismo que el dólar, el famoso 1 a 1. Se había dado inicio a la Ley de convertibilidad que nos acompañó desde 1991 hasta el 2002.
Sin dudas muchos dirán que lo positivo fue bajar la inflación, reducir la pobreza y comenzar un periodo de inversión extranjera. Pero bueno, siempre es bueno recordar todo.
Este proceso llevó a que el desempleo aumente, consecuencia del cierre de las industrias, sea por no poder competir contra las importaciones o por el alto coste de producción originado por el nuevo régimen cambiario.
Lo cierto es que la “gloriosa década” disparo el desempleo alrededor del 18%. Durante el periodo de Alfonsín se hablo de la pobreza catastrófica del 19%, pero para 1998 ese numero llegó al 36% y la indigencia al 8,6%. Mientras que algunas regiones del país el numero de pobres llegaba al 50%.
Pero bueno, se bajo el déficit fiscal; claro un par de años solamente. Cuando Menem asumió bajo la deuda pública neta a US$92.707 millones, pero se fue dejando una deuda por US$145.000.
El salvador
En vistas de todo apareció Fernando de la Rúa con La Alianza que con un discurso de centro izquierda cautivo a la población y termino siendo elegido para sentarse en el sillón de Rivadavia, cosa que lo logró un 10 de diciembre de 1999.
La cuestión es que pese a su discurso de conciencia socia, se comprometió a mantener el 1 a 1, aunque ya era difícil. Resulta que ese 1 a 1 fue una ficción que vivimos por un tiempo, la paridad se mantenía gracias al sostenimiento del peso mediante las privatizaciones; una vez que no fue suficiente comenzamos a tomar deuda y cuando esto ya era insostenible por nuestro mercado exportador, comenzamos a darnos cuenta de la gran mentira.
En otros términos: vendimos todo lo que teníamos en la casa y sacamos un prestamos, nos fuimos un mes de vacaciones para vivir el sueño de nuestras vidas, cuando toco pisar tierra nuevamente nos dimos cuenta que estábamos virtualmente quebrados. El problema central estuvo en que el gobierno de Fernando de la Rúa decidió ir al FMI para continuar manteniendo el 1 a 1, así fuera con dinero prestado y sin acompañar a la producción. Así se dio origen al famoso Blindaje y Megacanje.
No hay problema, busquemos un buen ministro de Economía
La pobreza subía a más del 40%, el desempleo hacía estragos y la fiesta del 1 a 1 era algo insostenible. Entonces el Gobierno decidió traer a Ricardo López Murphy. El señor llegó convencido en bajar el gasto público y pagarle al FMI, entonces anunció que iba a recortar todo. Duró menos de tres semanas en el cargo.
¿Qué hacemos? Y bueno, traigamos nuevamente a Cavallo… Parecía una solución, él nos metió en esto así que capaz nos puede sacar. La desesperación era tal que cualquiera era viable.
Debido a la falta de confianza en el sistema bancario la gente comenzó a buscar sus dolares, ya todos habían perdido la fe en el sagrado 1 a 1. Y bueno, no había tantos dolares al final.
¡Necesitamos una solución Mingo Cavallo! Y así fue como se impuso el corralito, que impedía que la población saque más de $250 pesos o dolares por semana.
Los bancos cerraron sus puertas, protestas de la gente en las puertas queriendo sacar su dinero, acampes, piquetes, movimientos de jubilados y desempleados por todo el país.
¡Hagan algo!
Vamos a hacer algo
Llegó diciembre del 2001 y eran cientos de familias que pasarían las fiestas con el estomago sin llenar. Pasamos de viajar a Miami a no tener que comer.
Un 19 de diciembre del 2001 Fernando de la Rúa se dirigió por la noche a la población por cadena nacional: decidió decretar el Estado de sitio. La situación ya no la podía contener. En su discurso habló de enemigos del orden, que buscaban fines que no podían alcanzar por la vía electoral y dijo que comprendía la situación de los compatriotas. Entre un discurso con cierto tono beligerante, solamente dijo que daría más alimento a los necesitados. Mientras que pidió al Poder Legislativo y los gobernadores un dialogo para salir juntos del problema.
Pero bueno, para muchos el aguante tenía un límite, las medidas sociales que prometió en ese discurso el Presidente fueron bastante amargas y esto fue la gota que derramó el vaso.
El comienzo del fin de Fernando de la Rúa
Ni bien terminó el discurso se dispusieron en la puerta de Casa Rosada soldados con armas automáticas. En la calle Balcarce asomaba desde la sede el ejecutivo una ametralladora calibre 12.70. Se ve que el Presidente sabía lo que venía y pidió que las armas fueran puestas a favor y en contra de…
Los televisores y las radios se apagaban esa fatídica noche de diciembre y la gente desafiaba el Estado de Sitio con sus cacerolas bajo el lema “que se vayan todos”. Cientos se concentraron esa noche en las puertas de la Casa Rosada llena de armas listas para ser disparadas.
De la Rúa seguía todo lo que ocurría por los medios del Grupo Clarín, llegó a pedirles que suspendan la transmisión de las manifestaciones, cosa que no ocurrió. Así fue como el Presidente se enteraba de los saqueos y que nadie tomaba en cuenta su orden de Estado de Sitio; estaba contra las cuerdas, el país entero lo había desoído saliendo a las calles.
El 20 de diciembre las protestas en Casa Rosada y en todo el país seguían con toda la furia, entonces se dieron las fatídicas ordenes: reprimir. El Poder Ejecutivo Nacional dio la orden de desalojar Plaza de Mayo a punta de pistola, concluyó con cinco muertes y 227 heridos. La represión en el resto del país dejó entre el 19 y 20 de diciembre 39 muertos, varios de ellos menores de edad.
Un 21 de diciembre de 2001 un helicóptero tomó salió de la Casa Rosada llevando a Fernando de la Rúa lejos de la política. El Presidente había renunciado y se marchó con la imagen de una Plaza de Mayo en llamas, atrás quedó la pizza con champagne y los viajes a Miami.
Conclusiones
Si bien el 2001 fue una tragedia también nos mostró una nueva forma de hacer política desde la ciudadanía organizada, ya que en este periodo se dieron los clubes del truque, ollas populares, fabricas auto – gestionadas y surgieron los movimientos sociales.
En este curioso periodo se dio una unidad entre varias clases sociales, algo que no duró mucho tiempo. La espontaneidad de los movimientos y la falta de una coordinación clara lograron que muchas conquistas organizativas se pierdan.
También nos enseñó que cuando todo quema los préstamos del extranjero no son agua, sino combustible para la crisis.
¿El desafió? Aprender que no debemos hacer y recordar que organizados somos fuertes.