Existen mecanismos específicos mediante los que se eliminó sistemática e históricamente la participación de las mujeres en el desarrollo del conocimiento y la ciencia universal. UNCiencia repasa algunos de ellos.
El 22 de diciembre de 2015, la Asamblea General proclamó el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, en ese marco, te contamos cómo se invisibiliza el trabajo de las profesionales.
Según un artículo publicado en UNCiencia, Candela Ahumada plantea que la ciencia y el conocimiento científico tienen fuertes sesgos de género, que vienen siendo señalados por académicas e investigadoras hace décadas. Desde fines de los setenta, los estudios feministas analizan críticamente la forma en que el conocimiento científico está atravesado, desde su matriz, por la perspectiva de un único sujeto masculino dominante.
Cuestionan los marcos desde los cuales se interpretan las observaciones, quién define qué problemas de investigación se abordarán, o cómo influyen los valores y prejuicios en cada contexto social e histórico, para demostrar que la neutralidad y la objetividad científicas son pretendidas.
Evidencian que el género condiciona y sesga nuestras concepciones sobre el conocimiento y produce, a la vez, un tipo de conocimiento que refuerza las jerarquías y desigualdades de género. Por eso “todo conocimiento es situado” para la epistemología feminista, porque ha sido producido por una persona situada y porque, por ello, refleja su punto de vista y perspectiva particular.
Dora Barrancos participa de este Congreso de Ciencia y Género, y plantea que existen dispositivos de exclusión, negación y negligencia que operaron históricamente en relación a las mujeres en la ciencia, que actualmente son cuestionados por los feminismos, «poniéndolos en jaque».
Estos dispositivos han servido, por ejemplo, para invisibilizar las voces de mujeres que cuestionaron el discurso dominante en cada época, excluyendo su participación en el desarrollo histórico.
Algunos de estos mecanismos fueron descritos como “argumentos excusas” por la académica María Luisa Femenías al analizar específicamente el campo de la Filosofía, y publicados en el artículo “El ideal del saber sin supuestos y los límites del saber filosófico”. Algunos de ellos son:
1 – Idea de una supuesta “naturaleza femenina”
En función de ella, se atribuyen a las mujeres determinadas cualidades, actitudes, valores, roles y capacidades que les serían inherentes , y que han servido para mantener las desigualdades. Una naturaleza femenina asociada a la “fragilidad y debilidad” ha sido utilizada, por ejemplo, para asumir posiciones paternalistas respecto de ellas y para indicar que deberían ser protegidas. También la idea de “pureza y excelencia” femenina que no debían ser contaminadas con el mundo exterior ha sido utilizada para su sujeción.
2 – Modelo de linealidad del progreso histórico
Este modelo sirvió para generar la noción de que el conocimiento y el desarrollo histórico transcurrieron sin voces disidentes que cuestionaran y confrontaran con el discurso hegemónico, reforzando, precisamente, el discurso central. El resultado fue la invisibilización y el acallamiento de esas voces alternas.
3 – Sobregeneralización
Se produce cuando se generaliza para varones y mujeres conclusiones de investigaciones que fueron realizadas considerando solamente a uno, el varón. Aunque Aristóteles llamaba “ciudadanas” también a las mujeres, estas no gozaban de los mismos derechos de ciudadanía que ellos, ni tenían capacidad política ni económica, y su situación social se definía en relación a su esposo o padre.
4 – Sobreespecificidad
Es lo opuesto a la sobregeneralización. Cuando le otorgamos únicamente al sexo masculino, cualidades y características que en realidad están presentes en los dos. La racionalidad era considerada por Aristóteles –al igual que muchos otros filósofos– una virtud intrínseca de la que gozaban los varones, las mujeres que la mostraban estaban fuera de la norma.
5 – Doble criterio
Se refiere a medir con “doble vara” un mismo comportamiento o actitud en varones y mujeres, es decir, atribuir desigual carga valorativa a cada uno. Por ejemplo: considerar a la sensibilidad y emocionalidad atributos en las mujeres, pero rasgos negativos en ellos. También valorar positivamente la fuerza, virilidad y valentía entre varones, no así en las mujeres.
Fuente: UNCiencia