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Te estás quedando sin balas de plata: el dilema de Juntos por el Cambio

El antipopulismo nuclea una variedad de familias políticas con el eterno dilema de cómo incluir a una "plebe" que le incomoda, pero de la que no puede prescindir electoralmente. Juntos por el Cambio se enfrenta de cara a las próximas elecciones con el interrogante sobre qué discurso antipopulista encarnar: centroderecha con cierto apego democrático o […]

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El antipopulismo nuclea una variedad de familias políticas con el eterno dilema de cómo incluir a una "plebe" que le incomoda, pero de la que no puede prescindir electoralmente. Juntos por el Cambio se enfrenta de cara a las próximas elecciones con el interrogante sobre qué discurso antipopulista encarnar: centroderecha con cierto apego democrático o conservadurismo más extremo.

Vidal, Larreta, Macri y Bullrich: los cuatro líderes del PRO.

Por Matilde Bustos, politóloga.

Hay un punto de partida con el que me gustaría arrancar esta columna y es la premisa de que el antipopulismo existió desde siempre en Argentina. Esa afirmación, que no es mía sino de Ernesto Semán, permite pensar cómo se configura esta tradición en nuestro país. El antipopulismo, parafraseando a Semán, no es solo una oposición al populismo. Aunque incluye una variedad de familias políticas comparte, como denominador común, la preocupación por la forma en la que las masas se relacionan y se integran con la política, cierta incomodidad/irritabilidad en relación con lo popular/lo plebeyo, a lo que yo agregaría el interrogante sobre cómo jugar el juego democrático desde esa incomodidad.

Aunque lo plebeyo pueda tomar formas variadas -gauchos, cabecitas negras, choriplaneros- la persistencia es presentar esos significantes como una amenaza a la que el antipopulismo viene a disciplinar para encausarnos hacia un supuesto futuro moderno y prometedor. 

Afirmar que el antipopulismo existió desde siempre en Argentina, incluso antes del Peronismo, aunque con su llegada haya tomado una forma determinada (el antiperonismo), permite darle continuidad a esta columna con la anterior que escribí para este medio “La Hora de los pueblos” y a la referencia sobre las grietas que importan. 

¿Y en qué sentido las grietas que importan? El antipopulismo tiene una serie de rasgos que no se agotan en el ser antiperonista/antikirchnerista y es una línea de pensamiento sobre lo que hay poco escrito, teorizado, analizado como si careciera de identidad propia y funcionara solo como reacción.

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Esa hipótesis representa un problema no solo desde el peronismo, que suele subestimar su clivaje sociopolítico, sino también desde las propias fuerzas políticas que pretenden ser su portavoz.

Juntos por el cambio

Nos proponemos pensar entonces el antipopulismo desde una supuesto: así como no hay un populismo sino populismos; no hay un antipopulismo sino antipopulismos. En este sentido, nos interesa profundizar sobre una de las fuerzas políticas que encarnan el antipopulismo en Argentina, denominada hoy Juntos por el Cambio.“El año que viene se acaba el populismo en Argentina por varias décadas” decía Mauricio Macri en noviembre de 2022 en el 12° Foro “Otro Cambio Climático” en Puerto Madero en el que participaba junto a los expresidentes de centroderecha Mariano Rajoy (España), Sebastián Piñera (Chile) y Álvaro Uribe (Colombia).

Si uno hiciera el ejercicio de preguntarse, ¿qué hubo en los orígenes de ese acuerdo que conformó la alianza Cambiemos en el que se incluyó la Coalición Cívica ARI (de Elisa Carrió), Propuesta Republicana (PRO), la Unión Cívica Radical (UCR) y otras fuerzas políticas? ¿Por qué la proclamación de esa alianza genera una ruptura en el radicalismo?

Podríamos ensayar como respuesta que Cambiemos nació como una gran acuerdo antipopulista y que una parte de ese radicalismo, aunque minoritaria, pregonaba por un partido liberal progresista de masas, y que por tanto no encontró en esa nueva coalición su identidad política. 

Repasemos. Juntos por el Cambio, tiene su coronación como fuerza política nacional en 2015 cuando accede a la presidencia Mauricio Macri (representando la alianza Cambiemos), con un discurso político que tiene su eje en la crítica al Kirchnerismo como una forma de populismo, poniendo en jaque ciertos principios económicos, sociales, políticos, etc. 

Macri. Campaña electoral año 2015.

Más allá de los propios límites a los que se enfrentaba el kirchnerismo en esa etapa, que explican parte de esa derrota, lo que se expresa es la consagración de Cambiemos como una fórmula exitosa en términos electorales/democráticos de ser antipopulista, y decimos exitosa porque logró con el tiempo construir institucionalidad, liderazgos, agendas y fundamentalmente la inserción como una fuerza competitiva en el sistema político argentino.  

En esa oportunidad Cambiemos proponía una visión de futuro, optimista, renovada, anti-grieta, dialoguista, etc. Toda esa construcción discursiva tuvo una imbricación profunda en el electorado.  Sin embargo, su paso por el gobierno en el periodo 2015-2019 y la no renovación de la confianza por parte del electorado, puso de relieve la dificultad para gobernar desde ese antipopulismo, cómo encaminar/ disciplinar a esa plebe desde el sistema democrático.  

Su discurso meritocrático, emprendedor, individualista no licuó las demandas de diversos sectores que lo acompañaron con su voto pero que luego no se mostraron conformes. Esta disconformidad no fue sólo en relación con la gestión económica del gobierno; que a todas luces fue deficiente y (a menos luces quizás) comprometió el futuro argentino fatalmente; sino con una semántica más disciplinante que prometedora.Como bien analiza María Esperanza Casullo la promesa de un horizonte de futuro y una política descontracturada, fue poco a poca reemplazada “por dos ideas complementarias: primero, la necesidad moral de la mayoría de reducir grados de bienestar que serían inauténticos o “populistas” y, segundo, la progresiva aparición de una visión nostálgica de un orden social pasado, que habría sido corrompido o alterado por el populismo.”

El dilema de JxC

Su experiencia de gobierno y su claro arraigo antipopulista se tradujeron en el fracaso de proyectar una exitosa performance perdurable en Ciudad de Buenos Aires, cuya gestión no es precisamente la cuna de la representación de lo plebeyo sino por lo contrario de un modelo profundamente gentrificado, en el territorio nacional.

Juntos por el Cambio se enfrenta entonces al dilema de cómo presentarse en la próxima disputa electoral. Una agenda con ciertas carencias programáticas solo sujeta a ser reaccionaria contra el kirchnerismo/peronismo/populismo (pensándolos como parecidos de familia) parece no ser suficiente.  

Este dilema nuclea dos problemas: por un lado, la aparición de otra fuerza política nacional, la fuerza conducida por Milei “Libertad Avanza”, con la que se disputan los votos de derecha y el interrogante sobre cómo jugar esa disputa sin perder tampoco los votos de centroderecha.

Por otro lado, se enfrenta a cierto agotamiento /te estas quedando sin balas de plata/ de su mejor carta: presentarse como la vanguardia/ renovación política. Aquel lema “Cambiemos pasado por futuro” perece, aunque sus dirigentes insisten en ocupar ese lugar. 

Hace unos días Mauricio Macri decía, cuando le preguntaban el resultado de algunas elecciones provinciales: “son provincias que están manejadas hace muchos años por sistemas feudales, pero ya va a llegar la época de la libertad también para ellos.” 

Interesante ¿no? Una fuerza política, que hoy es nacional, pero que empezó siendo un partido local gestado en CABA hace casi 20 años y que, desde 2007, gobierna el mismo distrito electoral, tilde de feudal a fuerzas políticas de otros distritos que también permanecen en sus gobiernos respectivos. Incluso en ese señalamiento golpea a Gerardo Morales, uno de los dirigentes políticos con los que se gestó la idea inicial de Cambiemos.

Esa insistencia, de presentarse como lo moderno, parece encuadrarse en la actualidad mucho mejor con el discurso libertario que cuenta con el significante de lo novedoso, la ventaja del principiante. Hasta en su intervención pública se percibe un agotamiento, la transición de un Macri descontracturado, alegre a un Macri enojado y preocupado con las disputas de liderazgos en el frente interno. 

Qué antipopulismo ser

En este agotamiento surge un interrogante que también se vincula con la disputa de los liderazgos al interior de JXC y es la de. ¿Qué antipopulismo ser? Un anti-populismo liberal, más en tono alberdiano, preocupado por las garantías democráticas liberales, encarnado cierta idea de gobernabilidad racional o un antipopulismo más conservador, con fuerte sesgo antidemocrático. 

Estas limitaciones expuestas no pretenden menospreciar la capacidad con la que Cambiemos logró consolidarse como una fuerza política nacional profundamente competitiva, sino poner de relieve cómo, en un escenario óptimo para legitimarse frente a un peronismo dividido, fragmentado y debilitado económicamente; Cambiemos no resuelve aún su agenda programática.

Lo que uno observa en este último tiempo en ciertas decisiones, performance discursiva y definición de candidatos, es que se inclina a jubilar a un antipopulismo más de centro, democrático, inspirado en lo que, por ejemplo, mostraba cierta plataforma alfonsinista de la mano de Portantiero, de Emilio De Ipola, que imaginaba incluso un país donde la capital no sea la ciudad de Buenos Aires.

En contrapartida se consolida un anti-populismo reaccionario, conservador, con la cara de Patricia Bullrich liderando la defensa de las armas ya no desde la izquierda revolucionaria setentista, sino desde un poder que quiere disciplinar todo eso que le incomoda. 

En este antipopulismo, para ir cerrando, prima una idea moral que puede ser peligrosa no sólo en términos de la discusión democrática sino peligrosa para su propia legitimidad política. El discurso aleccionador de que cuando la plebe está desesperada porque no llega lo que prometen estos dirigentes, por ejemplo, la lluvia de inversiones, toma el camino equivocado. 

Esa mirada que tiene que ver con decirle a los votantes que se equivocan es poco erótica, se le pide a un pueblo que la pasa mal, que siga sacrificándose en el nombre de un futuro que tampoco parece llegar pronto. Eso quizás explique la derrota de Cambiemos en el 2019, la no renovación de la confianza electoral y unos de los problemas que puede tener de cara a la próxima contienda. 

Así también, para finalizar, pone de relieve las limitaciones a las que se enfrentan los antipopulismos argentinos para contener la irrupción popular y las demandas sociales en el juego democrático, y las apelaciones cada vez más constantes a la violencia material y simbólica.

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