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La hora de los pueblos

“El Justicialismo ha dejado de ser la causa de un hombre para ser la causa del pueblo, y por ella sí valdría la pena darlo todo, incluso la vida”. Por Matilde Bustos En la última nota que escribí, ensayé un elogio al riesgo de algunas ficciones que se atrevieron (de forma audaz) a retratar de […]

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El Justicialismo ha dejado de ser la causa de un hombre para ser la causa del pueblo, y por ella sí valdría la pena darlo todo, incluso la vida”.

La hora de los pueblos. Foto: Página12

Por Matilde Bustos

En la última nota que escribí, ensayé un elogio al riesgo de algunas ficciones que se atrevieron (de forma audaz) a retratar de una u otra manera las caras de la marginalidad en distintos momentos y lugares.

La primera de ellas era Okupas que transcurre en Argentina a fines de los 90´ exponiendo con agudeza un clima de época caracterizado por el derrumbe de las seguridades materiales y afectivas. La segunda de ellas era Treme, que se desarrolla en un barrio de Nueva Orleans luego del huracán Katrina, cuya comunidad tiene que enfrentar no solo las consecuencias de un desastre natural sino también de una política que peca por su ausencia. La última era The Deuce, que muestra el desarrollo de la industria pornográfica y la dura realidad en los suburbios de la Nueva York de fines de los '70 y '80.

(Para leer la nota completa: https://www.tumblr.com/matildebustos/686433430112780288/the-king-stay-the-king)

Hoy el contexto argentino (y también el mundial) brindan un escenario donde una ficción sobre el apocalipsis podría escribirse sola: desigualdad, precarización, pobreza, subempleo, crisis de representatividad, escala del delito, globalización, poderes corporativos, etc. Toda una realidad que podría ponerse al servicio de ficciones creativas que apunten desde esos márgenes ciertas reflexiones con carácter performativo.

Sin embargo, asistimos a producciones audiovisuales que parecieran carecer de lo que carece la política actual: capacidad de anticiparse a lo que sigue y desde ahí poner en jaque un orden de cosas que se asume como dado.

Lo que vemos son retratos sobre realidades que pretenden escribir sobre futuros y en cambio, resuenan demasiado con nuestros presentes. La ciencia ficción que cautiva, como intenta explicar Mariana Enríquez en una entrevista que le hace la Negra Vernacci hace poco, es la que logra crear un escenario de ficción que a uno le parece posible en un futuro mediato, aunque no sea presente; que genera ese escalofrío por la potencialidad de que lo sea, esa sensación de esta situación x en cualquier momento podría derivar en este desastre e irse todo al carajo.

Por eso nos deslumbra la Enríquez, y la literatura que logra hacer hoy lo que, a mi parecer, las producciones audiovisuales no están logrando; escribir sobre el futuro hablando del presente. No pueden anticipar, no pueden ensayar más de lo obviamente inmediato. Ese espejo es un espejo que parece también hablar de la política.

Una política que no anticipa lo que viene, sino que sobrescribe sobre el presente, que no puede salir de las discusiones de coyuntura inmediatas, que cae en la trampa de la discusión de época, que suele carecer de la distancia necesaria para ensayar lo que viene, para hablar sobre lo que debería hablar la política, que es la promesa de un futuro con esperanzas.

Entonces nos enfrentamos con una política dirigencial que no entiende cómo hablarle a una sociedad que escala en pobreza, delito, desigualdad, desesperación. Una clase política que se pone en el centro de la escena, que se auto-relata como objeto de persecución, que se victimiza; y desplaza a una masa cada vez más grande de compatriotas que hacen malabares para poder existir, comer, trabajar, alimentar a sus hijos. En esa trampa quiere explicar, y en su pedagogía solo expone la impotencia del hacer.

La hora de los pueblos

La crisis de representación va incluso más allá, la política pareciera no lograr contener a los que siempre hicieron de la política su líbido, a los “politizados”. Por eso, por ahí, un Grabois rompiendo el libro de los buenos manuales entusiasma de sobremanera, porque parece que todavía hay alguien que encuentra en la política un modo de protesta y -aunque personaliza- castiga en ese grito a todo ese racismo y clasismo con el que verdaderamente se escriben las grietas de la historia argentina, las grietas que importan. O en la vereda de frente un Milei gritando en los medios, presentándose como el líder de la vanguardia, sigue subiendo numeritos a nivel nacional y en muchos distritos provinciales.

Y en esta crisis, todos los peronistas o muchos de nosotros desorientados y desahuciados, nos maravillamos con ese escrito de Abal Medina “Conocer a Perón”, y no solo por tomarse la responsabilidad de escribirnos sobre una época sobre la que todavía ensayamos interrogantes sino porque anhelamos conocer de forma íntima a ese otro Perón. Y ¿por qué ese anhelo?

Alguien podría decir que estamos explorando las claves del pasado, en la búsqueda por reconciliarnos con un peronismo sobre el que quisimos no preguntarnos demasiado. Y nos encontramos con un ´tercer Perón´ navegando en un clima de violencias en escala, ensayando ser el artífice de un pacto civil-político entre una juventud radicalizada en ideas y acciones de violencia, y un conservadurismo queriendo hacer del poder del Perón (y de sus problemas de salud) su propio poder, sentando las bases y abriéndole el juego a una etapa sangrienta y terrorífica en nuestra Argentina.

Sin embargo, yo diría que quizás ese encantamiento se explique porque en este clima de desasosiego presente anhelamos encontrar las claves del futuro. Y entonces nos preguntamos qué pensaba ese Perón en el 73´ en un contexto en el que, como observamos actualmente, el clima de violencia ascendía, donde las distintas facciones pujaban por apropiarse del poder, pero donde la realidad socioeconómica era dolorosamente mejor que la actual.

Y entonces nos preguntamos... ¿qué hacemos con este 2023? Qué hacer con una sociedad que se radicaliza, que se violenta, y con una representación política que ensaya todo menos leer las claves de su época: el empeoramiento profundo de las condiciones de vida.

Quizás la agenda del Lawfare no nos convoque, no porque no seamos conscientes de la persecución sistemática de una de las más grandes líderes del peronismo de estos tiempos, sino porque nos cuesta digerir que el centro de la escena sea otro que la realidad de los desposeídos, ¿qué es sino el peronismo que la representación de sus descamisados? Quizás nos enojamos cuando se denuncian operaciones no porque sospechemos que así opera el enemigo, sino porque en la violencia de un chofer contra un funcionario estamos viendo lo que pareciera que algunos dirigentes eligen obviar.

Leé otra nota de Matilde Bustos en #ER: Todo está muy fácil, si tenés tu propio cielo

Lo que nos enseña el libro de Abal es que la historia de nuestros líderes peronistas es la historia de sus sacrificios: su salud, su libertad, la persecución a sus familias, sus exilios, sus proscripciones, sus cuerpos, y hasta sus propias vidas. No es x dirigente el que se tiene que correr, nosotros lo tenemos que correr del centro: no estoy hablando de candidatos, estoy hablando sobre el debate público, recuperar el peronismo que le habla al pueblo, y que le habla al pueblo de lo que al pueblo le importa, la dignidad humana.

Los debates emergentes son toda una exhibición de que la política está en un clima farandulero y narcisista, donde la peleita x tiene más alcances que un hilo interesantísimo que leí en Twitter de un laburante de Pedidos Ya mostrando estadísticas que el mismo elaboro sobre la cantidad de kilómetros que anda en bici, sobre lo que gana, sobre lo que podría ganar en términos de salario y propinas, sobre él porque elegir ese trabajo ante otros, etc. A esos pibes parece que nadie les pone voz así que hablan ellos mismos, quizás ellos, los miles de jóvenes creando escenarios de trabajo para sobrevivir son el síntoma de un pueblo segmentado, precarizado, y agonizando al que llegó la hora de hablarle.

Incluso si la proyección, desde la racionalidad electoral, es la posibilidad de fidelizar el voto del núcleo duro probablemente no interpele una agenda que remite a lo elaborado, a lo conquistado, sino al terreno por conquistar, que es un terreno con tierra mucho menos firme que el escenario en el que se proyectaba el peronismo nacional en el 2015. En este sentido, urgen dirigentes que, y esto se relaciona con lo que planteaba el principio esta columna, creen un relato, no del presente inmediato sino del futuro que se nos viene, que finalmente llegue la hora de los pueblos.

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