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Juana Manuela Gorriti: la mujer que escribió la patria

En esta nota te acercamos un breve esbozo biográfico de Juana Manuela, la primera novelista sudamericana. Una mujer escritora que conquistó para siempre una voz en la literatura argentina. Juana Manuela Gorriti pasó a la historia como la primera novelista sudamericana. Desde sus obras literarias, visibilizó a los subalternos, los desposeídos y las minorías de […]

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En esta nota te acercamos un breve esbozo biográfico de Juana Manuela, la primera novelista sudamericana. Una mujer escritora que conquistó para siempre una voz en la literatura argentina.

Juana Manuela Gorriti pasó a la historia como la primera novelista sudamericana. Desde sus obras literarias, visibilizó a los subalternos, los desposeídos y las minorías de las sociedades latinoamericanas del siglo XIX.

Mujer escritora que conquistó para ella y para todas las mujeres, una voz en la literatura argentina. Su trayectoria de vida se escribió a la par de la historia de la patria, con guerras, luchas y convulsiones políticas e históricas como trasfondo.

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No se sabe con exactitud la fecha de natalicio de Juana Manuela. Se cree que nació entre 1810 y 1818, pero las fuentes y registros históricos son difusos, como así también las subjetividades de los investigadores. Sin embargo, la certeza es que vino al mundo en Horcones, un campamento fortificado situado en Rosario de la Frontera, Salta.

Su infancia transcurrió entre proezas independentistas, hazañas heroicas y leyendas indígenas; lo que forjó su personalidad, sus convicciones y posteriormente su sello identitario dentro del campo de las letras.

Foto reciente de Horcones, Salta, cuna de Juana Manuela

Juana Manuela pertenecía a una notable familia de la época, un linaje de patriotas en el contexto de la independencia argentina, que luego se alineó detrás de las concepciones unitarias. Su padre, el general jujeño José Ignacio Gorriti, fue diputado representante de Salta en el Congreso de Tucumán que declaró la Independencia el 9 de julio de 1816. También fue gobernador de la provincia salteña y amigo personal del General Martín Miguel de Güemes. Contribuyó a la causa de la independencia cediendo dinero, tierras y, por supuesto, combatiendo.

Exilio y matrimonio

En 1831, la joven y su familia debieron marchar al exilio tras enfrentar en armas al federal Facundo Quiroga, estableciéndose en Bolivia, puntualmente en la provincia de Tarija. Tiempo después, Juana Manuela, de entonces 14 años, conoció al capitán Manuel Isidoro Belzú, quien tenía 24, y se enamoraron perdidamente. Pese a la fuerte y obstinada oposición de su padre, caminaron al altar el 19 de agosto de 1832.

Del matrimonio nacieron dos hijas: Edelmira y Mercedes. Aunque posteriormente también tuvo hijos extramatrimoniales: Clorinda y Julio.

Manuel Isidoro Belzú, marido de Juana Manuela

Pasados los apaciguados primeros años de convivencia, la relación se tornó tormentosa, con acusaciones cruzadas de infidelidad y separaciones intermitentes. El marido de Juana Manuela llevaba una intensa vida militar y políti­ca, en una coyuntura de pleno auge de los nuevos estados americanos.

Mientras tanto, ella comenzaba a hacerse conocida por sus cualidades literarias en las tertulias de las ciudades de Sucre, Oruro y La Paz, donde sucesivamente residió. Juana Manuela se gestaba como una verdadera referente de la bohemia local.

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En 1841, el presidente José Ballivián Segurola designó a Belzú gobernador de Cobija. Los motivos políticos eran que temía la influencia del militar que había ayudado a llevarlo al poder. Pero las continuas visitas del presidente a Juana Manuela mezclaron un affaire sentimental con las razones de Estado, por lo que el matrimonio, luego de atravesar unos cuántos escándalos, decide separarse en 1843.

Así, Juana Manuela decide mudarse junto a sus hijas a la ciudad de Lima, y fundar una escuela en su hogar para ganarse la vida. Allí, con profunda vocación enseñaba a leer y escribir a las niñas de las familias aristocráticas.

"La quena", una pieza clave del romanticismo argentino

A paso firme avanzaba Juana Manuela, quien día a día se adentraba aún más en los intersticios de la literatura y las letras. En 1845, la Revista de Lima dio a conocer su primera obra novelística, titulada "La quena", una pieza clave del romanticismo argentino. La historia se ligaba al problema de la autonomía cultural, cuestión abierta por el proceso independentista: cómo decir y pensar con los propios medios expresivos los problemas que atañen a la humanidad.

Según consignan diversos estudiosos, esta obra puede considerarse como el primer texto narrativo publicado por un autor nacido en lo que hoy es territorio argentino, puesto que El matadero de Esteban Echeverría -generalmente considerado la primera expresión del género-, se conoció póstumamente.

A partir de entonces, sus textos comenzaron a ser cada día más reconocidos; entre ellos uno de los primeros folletines sudamericanos, al que llamó "Peregrinaciones de un alma triste".

Heroína de la resistencia peruana

Por aquellos años, y al igual que en todo Latinoamérica, en Perú la coyuntura política y social era muy inquieta. España le había reconocido formalmente la independencia en 1853; pero en 1864 soldados españoles ocuparon las islas de Chincha, hecho que desató una guerra que concluyó el 2 de mayo de 1866.

En este marco, Juana Manuela se había sumado a las filas del Ejército como enfermera y asistió a los soldados heridos en el campo de batalla. A raíz de este hecho fue considerada heroína de la resistencia peruana y diez años más tarde fue distinguida por el Gobierno de Perú.

Después de la caída rosista, su nombre empezó a ganar reconocimiento también en Buenos Aires, donde viajó por primera vez en 1874. Dos años después, el editor Carlos Casavalle dio a conocer la primera edición de "Panoramas de la vida", dos tomos que incluían distintas obras de Juana Manuela, entre ellas una biografía de Belzú -quien murió asesinado por el general Mariano Melgarejo en 1865-, relatos de las guerras civiles sudamericanas y un perfil de Camila O’Gorman -la joven patricia que protagonizó una historia de amor con final trágico junto al cura Ladislao Gutiérrez-.

Juana Manuela dedicó esta producción a las damas porteñas, quienes, absolutamente orgullosas de ello, organizaron un homenaje en el que le entregaron una estrella de oro grabada -algunos años más tarde donaría esta joya para ayudar a recuperar el buque de guerra peruano Huáscar, que había sido destruido durante un combate naval con la flota chilena-.

Sus últimos años

Algún tiempo después, en noviembre de 1875, Juana Manuela regresó a Lima y reabrió la escuela para señoritas y un salón literario. Luego, nuevamente viajó a Buenos Aires. A partir de allí, se dedicó a componer relatos, ensayos, leyendas, anécdotas y bitácoras que salieron publicadas en 1878 bajo el título "Misceláneas".

Hacia 1879, un duro e inesperado golpe hundió a Juana Manuela, ya entrada en la vejez, en una profunda depresión: su hija Mercedes moría después de estar gravemente enferma.

Luego de sobrellevar el duelo y anteponerse al dolor, en 1886 regresó a las tierras donde había nacido, porque de alguna manera percibía que tal vez, pronto, iba a morir. Llegó hasta donde fue posible en ferrocarril, y luego se trasladó hasta la ciudad en auto.

Juana Manuela en la vejez

En su obra titulada "La tierra natal", publicada en Buenos Aires en 1889, habla del asombro y la nostalgia que le causó observar cuánto había cambiado su pueblo, desde el exilio hasta ese momento.

De regreso en Buenos Aires, escribió día y noche sin descanso, creando "El mundo de los recuerdos", la novela "Oasis en la vida", un compendio biográfico de personajes ilustres contemporáneos que tituló "Perfiles", y un libro de recetas al que llamó "Cocina ecléctica".

También, dedicó largas horas a la escritura de "Lo íntimo", consciente de que la muerte estaba pronta a tocar su puerta.

La muerte

El nombre de Juana Manuela quedó escrito en el cristal de la eternidad el 6 de noviembre de 1892, cuando sus ojos se cerraron por última vez, a los 74 años. El Gobierno argentino se hizo cargo de los gastos del velorio. Sus restos descansaron en el panteón de la familia Puch, ubicado en el cementerio de La Recoleta, hasta que en 2006 fueron depositados en el Panteón de las Glorias del Norte, en la Catedral de Salta.

En toda su obra literaria hay un sello que cobra relevancia: las mujeres siempre fueron las protagonistas. No solo aquellas de familias notables, aristócratas y reconocidas, sino que también relucieron las voces de los pueblos indígenas.

En sus textos, además, se habla de mujeres asesinadas por varones, mostrando una dimensión social de la violencia que ni siquiera se problematizaba durante la época en que fueron escritas sus producciones.

Aunque su parentela era unitaria, las mujeres federales también ocuparon el centro de la escena en varios de sus cuentos, un ejemplo claro de ello es "La hija del mazorquero". Uno de sus actos más intrépidos fue escribir sobre aquello que solo estaba legitimado para los varones: conflictos políticos y el drama de la historia argentina.

Juana Manuela se opuso siempre a recibir una educación europea y acartonada; supo conservar su visión americanista, teniendo en cuenta la revalorización de las lenguas regionales y los rasgos culturales característicos de cada pueblo latinoamericano; comprometiéndose con el hecho de que las mujeres participen activamente de los entresijos políticos e históricos.

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Su obra literaria se replicó en Perú, en Colombia, Ecuador y Argentina; y cruzando el charco hizo lo suyo en Madrid y París. Encarnó con coraje, vehemencia y convicción los ideales independentistas, cristalizando su lucha en el campo de las letras; y allanando el camino a otras formas de protagonismo femenino.

La inolvidable Juana Manuela escribió la patria, y al mismo tiempo, la patria la escribió a ella.

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