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La poesía es la única verdad

En agosto de 1999, antes de someterse a una cirugía de la que no volvería a despertar, Olga Orozco dejó listo su último libro de poemas y entró en la muerte. En el más allá, entre las sombras, seguramente la esperaban sus familiares y su marido. En el plano terrenal dejó un legado literario donde […]

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En agosto de 1999, antes de someterse a una cirugía de la que no volvería a despertar, Olga Orozco dejó listo su último libro de poemas y entró en la muerte. En el más allá, entre las sombras, seguramente la esperaban sus familiares y su marido. En el plano terrenal dejó un legado literario donde se conjugan la poeta, la periodista, la tarotista y un largo etcétera de profesiones que ejerció.

Olga Orozco, poeta argentina.

Por Cristian Montú

Las columnas, éstas en las que escribo sobre libros y autores que me interesan, están plagadas de temas recurrentes, circulares. Mientras en la radio suena de fondo Cerati cantando, casi como una proclama de valor universal, “la poesía es la única verdad”, es que busco y releo columnas de Rosario Bléfari donde hablaba de su relación con los poemas de una poeta imprescindible.

La muerte prematura de Rosario en julio de 2020 y -me repito una vez más- los azotes de la pandemia en el país, sumadas también las horas incontables frente a la notebook intentando dar clases, me llevaron a leer como nunca antes lo había hecho. Entre tantos libros, compré la poesía de Olga Orozco, cuyos poemas Rosario soñaba con musicalizar.

La poesía, salvo la de los grandes autores consagrados, siempre ocupó un espacio marginal dentro del mercado editorial. En la biblioteca del pueblo no hay más que dos o tres estantes de un mueble con viejos libros de poesía.

Hace poco coordiné un taller de lectura poética y a pesar de la escasa asistencia, durante algunas tardes leímos y nos preguntamos, sin pretensiones: ¿Qué es la poesía? ¿Dónde hay poesía en la cotidianeidad de un pueblo como éste? Las respuestas: en la luna, en la sonrisa de los hijos, en los atardeceres otoñales, en las variaciones de la luz… Leímos algunos poemas de Olga y tratamos de vislumbrar algunos de los temas que le interesaron en vida: la infancia y el tarot, la muerte y el más allá, el paisaje desolado de su pueblo natal.

Los mil rostros de Olga

Olga Orozco nació en Toay, que en aquel entonces no era más que un pueblo en ciernes, muy cercano a Santa Rosa (La Pampa) el día 17 de marzo de 1920. En medio de un paisaje surrealista, como ella misma lo definía, vivió unos ocho años en la casa que todavía hoy se conserva. Después, por cuestiones económicas la familia completa se marchó del pueblo.

Si bien es reconocida por su relación con la poesía, en Olga convivían multiversos y facetas muy variadas: era poeta, ensayista y también periodista, tarotista y redactora de horóscopos en diarios, actriz de radioteatro, dueña y administradora de un bar llamado “La fantasma”.

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En una entrevista que se divide en varios capítulos y que aún sobrevive en el extenso universo de internet, puede verse a Olga conversar y reflexionar sobre distintos aspectos de su vida: la infancia, su obra literaria, el destino y su inevitabilidad.Sobre la infancia concluye que sin dudas haber crecido en un pueblo fue una suerte de enriquecimiento que no hubiese sucedido en cualquier otra ciudad: el contacto directo con los animales, la naturaleza y el paisaje inhóspito. 

También, con voz grave y mirada inquisidora, recuerda el momento exacto en que dejó de tirarles las cartas del tarot a sus amigos cuando en un sueño estaba siendo juzgada por los arcanos, antes de conocer la sentencia que le aguardaba se despertó sabiendo que ya no volvería a leer otra suerte que no fuera la suya.

Poesía

Hoy la obra poética de Olga se consigue reunida en un solo tomo: Poesía Completa (Adriana Hidalgo editora). Y todos y cada uno de sus libros están atravesados por temas comunes: la identidad a través del paso del tiempo, la muerte como una presencia constante y el destino final de todas las personas, la infancia como refugio y trampa, el misterio intrínseco en todas las cosas.

"Las piedras tienen una vida dentro" le dice ella a sus entrevistadores en los videos que les mencioné antes, y por eso era común ver a Olga escribiendo con una mano y sosteniendo vertiginosamente piedras con la otra. Era una coleccionista y las piedras estaban en su lista: piedras simples, en apariencia ordinarias pero portadoras de secretos milenarios.

Los poemas que conforman el libro recopilatorio están construidos con la atención puesta en cada mínimo detalle, como un arquitecto construye una casa. No creo, en mi opinión, que sea posible elegir un libro por sobre otro, pero mientras mi gata duerme cerca, se me vienen a la mente los versos que Olga le dedicó a Berenice, su gata.

Cantos a Berenice reúne los poemas escritos en memoria de aquella gata negra que apareció cierto día, salida de la nada misma, herida y muerta de hambre. Vivieron juntas quince años y tras su partida Olga le escribió:

“Déjame tu sonrisa 

a manera de perpetua guardiana, 

Berenice.”

Una revista llamada Claudia 

De escribir los horóscopos en el diario Clarín, Olga Orozco pasó a ser una de las principales redactoras en la revista Claudia: “Se trataba de un mensuario de más de cien páginas (...) que apuntaba a una lectora alejada del modelo de ama de casa. El sumario incluía, además de moda y misceláneas, secciones de espectáculos, arte, política y literatura.”

En la revista, Olga escribía sobre los temas más disímiles y variados, y todo lo hacía sin firmar con su propio nombre. Para las notas llegó a usar hasta ocho seudónimos y escribía con maestría y frescura sobre consejos amorosos, biografías de personajes destacados, ocultismo y magia, actualidad, farándula y reseñas de novedades literarias.

Muchas de las notas publicadas están reunidas en el libro Yo, CLAUDIA (Ediciones en Danza, 2012). Mención especial merecen las respuestas que la poeta les daba a sus lectores en la sección del consultorio sentimental, y la historia detrás de un artículo sobre la vida de Gardel: el impacto fue tal que un miembro de una organización que homenajeaba al cantante se acercó a la revista para hablar con el autor de la nota e invitarlo a ciertos almuerzos mensuales, pero se marchó muy decepcionado al descubrir que en realidad se trataba de una mujer.

Con el advenimiento de la dictadura y la presencia de la Triple A, la revista llegó a su fin.

El camino de la heroína

Dicen que Olga Orozco dejó listo el manuscrito de sus Últimos poemas sobre el escritorio antes de someterse a una cirugía de la que no volvería a despertar. Tras su muerte, al menos la física, su biblioteca completa y muchos de los objetos que la acompañaron en vida fueron destinados a la Casa Museo Olga Orozco, ubicada en Toay, su pueblo natal, en la casona que la vio nacer. 

La Casa Museo que surgió por iniciativa de Olga y custodia sus pertenencias, su memoria y promueve además la poesía, es también la concreción de aquel retorno tan esperado por parte de los héroes y heroínas a sus pueblos para descansar tras un camino de aventura y transformación.

Y en el caso de Olga Orozco la transformación fue en poesía y en eternidad, casi como una presencia o un arcano más que guía el destino de los demás mortales.

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