Identidad de género y discursos de odio

En el 10° Aniversario de la sanción de la Ley de Identidad de Género reflexionamos sobre cómo prevenir situaciones de violencia y discriminación. Combatir  los discursos de odio que impactan en el entramado social, es una pieza clave.

Por Daniela Candelaria Sajama

Nuestra Ley 27.643 de Identidad de Género plantea que se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Si bien plantea la identidad como un derecho, en el DNI solo reconoce bajo la palabra sexo: las siglas F, M o X generando confusión y limitando la capacidad de nombrarse.

Judith Butler, filósofa post-estructuralista e impulsora de la teoría queer, plantea justamente que hay tantos géneros como personas, además pensaba que sería ideal que las personas  pudieran explorar y descubrir  más identidades que solo las heteronormadas. Cabe mencionar que esta ley argentina propone otros derechos como la salud integral trans y si bien la vida de muchas personas trans* se vieron beneficiadas todavía es necesario distintas acciones para que se cumplimente efectivamente.

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La identidad es lo que nos permite ser en el mundo, es lo que somos a través del tiempo y que nos da un sentido de pertenencia con algo que valoramos. Al hablar de identidad de género y sus expresiones, persisten  prejuicios en nuestra sociedad que desacreditan la diversidad identitaria. Me pregunto porque para algunos/as las identidades trans no son válidas. ¿Ha calado tan hondo el hecho de tener pene o vagina? Quizá la historia romantizada de Adán y Eva no ayuda, ya que es tomada como una verdad absoluta, e interpretada para desvalorizar el espectro de identidades centrándose en lo biológico.

Partimos de la idea de una matriz cultural binaria que plantea dos formas de existencia basándose en lo genital sexual: sos varón o sos mujer, no hay terceras opciones ni mucho más allá de eso.  Esta concepción que durante muchos años estuvo arraigada en la sociedad y que hoy se cuestiona más fuertemente trae consigo lo discursivo y el debate social de lo que es una identidad travesti, transexual, marika, no binarie, etc. 

Algunas personas ponen bajo la lupa la “legalidad” de esas identidades, se oyen comentarios desde el prejuicio y el desconocimiento. Quizá la raíz de la violencia y el transodio estaría en esos tipos de prejuicios y desvalorizaciones que hace la gente, si algo no se valora socialmente entonces no se respeta, quizá sea por eso que mucha gente sigue tratando a las personas trans sin preguntar sus nombres ni pronombres, además de tener enquistadas la idea biológica de hombre/mujer y pene/vagina. Bien sabemos que la violencia tiene una escala amplia de acción desde un comentario malintencionado y discriminatorio hasta agresión física. Aunque podríamos analizar todas las formas de violencia y discriminación, en este caso me parece importante focalizar en un aspecto de los discursos de odio respecto de la identidad de género. 

Una idea para prevenir la violencia y discriminación es combatir los discursos de odio, toda la matriz de pensamiento social respecto de las identidades puede volver a reformularse, asi la sociedad y la cultura se transformarán. Por eso es tan necesario, además de la educación y capacitación, más voces y políticas que respeten y valoricen la diversidad de identidades, porque necesitamos derribar todos los prejuicios y desconocimiento. Los “discursos de odio” no son simples opiniones sino que es violencia disfrazada de libertad de expresión, la identidad de género debe ser respetada es un derecho, hay que luchar contra cada discurso que la desacredite, y como ciudadanas/os/es promover su efectivo cumplimiento. 

TRANS*: es un término paraguas que lejos de homogeneizar, remite a evocar la multiplicidad de identidades y expresiones de género. El asterisco funciona como una marca escritural de una diversidad irreductible (Platero, 2014; Radi, 2019).