Resaltadas

El Congreso del futuro y los consensos imposibles

Nacho Muruaga analiza la composición del próximo congreso y el estancamiento político que puede devenir a partir del mismo. Hay una lección que cualquier militante universitario aprende apenas empieza a participar en política. Una lección que se vuelve casi un hábito: la de calcular cómo puede terminar la composición del Consejo Directivo de su facultad […]

🕒  6 minutos de lectura

 | 

Nacho Muruaga analiza la composición del próximo congreso y el estancamiento político que puede devenir a partir del mismo.

El Congreso del futuro y los consensos imposibles

Hay una lección que cualquier militante universitario aprende apenas empieza a participar en política. Una lección que se vuelve casi un hábito: la de calcular cómo puede terminar la composición del Consejo Directivo de su facultad después de las elecciones.

En ese pequeño ejercicio de imaginación, el militante aprende una lección fundamental de la vida política: las ideas no se vuelven operativas en el espacio vacío. Necesitan, para ser realidad, la conquista del espacio institucional y la generación de consensos en el mismo. 

En el hermético mundo de la política universitaria, una o dos bancas más en un consejo puede ser la diferencia entre aprobar un nuevo plan de estudios, cambiar programas de una materia o incluso crear nuevas carreras. El consenso es el combustible con el que funciona la política.

Y sin embargo, ese combustible parece estar ausente en la política nacional. Cómo mucho aparece cada tanto como palabra en un slogan o como un deseo lanzado al aire en un discurso de campaña. Un objetivo al que todos aspiran pero por el que muy pocos se la juegan, como bajar de peso o dejar de fumar.

¿Alguien quiere pensar en el consenso?

Mario Riorda dice que la comunicación política tiene un objetivo central que es la generación de consenso, entendiendo a los mismos como acuerdos políticamente operantes alrededor de un programa político. Sin consensos no hay buena gestión ni hay buena política.

Una pregunta me da vueltas en la cabeza desde hace meses: ¿Qué va a pasar con el Congreso después de diciembre? La tesis de la elección de tercios ya está instalada en los cafés de la rosca y los bunkers de campaña. Pero ninguno de esos ámbitos se tomó el trabajo militante de usar la calculadora e intentar imaginar cuál será la composición del próximo congreso.

Hay una fantasía casi erótica que recorre las plataformas políticas, una idea de imposición de programas e ideas pasando por encima a rivales políticos, sindicatos, organizaciones sociales, universidades e incluso empresarios. La fantasía del consenso por la fuerza y la toma del cielo por asalto. 

Las figuras que se disputan la elección presidencial alimentan esas fantasías y prometen a partir de diciembre una refundación del país que no permitirá disensos ni rebeldías. 

Pero en un país tan corporativo como la Argentina, donde un grupo de WhatsApp es todo lo que se necesita para formar un lobby o un grupo de interés, el experimento del consenso por la fuerza está destinado al fracaso. Sin consenso real no hay utopías posibles.

Y sin mayoría en el congreso, las utopías se transforman en frustraciones.

Te puede interesar: La hora de los pueblos

El estancamiento que vendrá

El Congreso del futuro y los consensos imposibles

Viajemos al futuro. Específicamente al 10 de diciembre del 2023. La elección ya quedó atrás. En el atril del congreso un nuevo presidente o una nueva presidenta recibe los atributos y toma el juramento. No importa quién será esa persona, lo que tendrá enfrente es siempre lo mismo en todos los universos posibles: un congreso dividido y fragmentado. Quizás el más dividido y fragmentado de nuestra historia democrática.

Los tercios en las urnas se volverán tercios desiguales en el congreso. Con un peronismo mermado pero con números suficientes como para bloquear todas las iniciativas que necesiten de mayorías calificadas; un Juntos por el Cambio en potencial primera minoría pero alejado del quórum propio y fragmentado en un interbloque frágil; y un nuevo y nutrido bloque libertario que va a oscilar entre 20 y 40 diputados dependiendo del resultado final de la elección en octubre. 

Un militante universitario agarra la calculadora y después de hacer un par de sumas y restas tira el veredicto final: es imposible. Un congreso de esas características es imposible.

Sin consensos solo hay estancamiento. Proyectos que van a naufragar olvidados en comisiones, sesiones frustradas por falta de quórum, iniciativas que solo van a lograr media sanción y luego quedarán sepultadas en la otra cámara. Una montaña de fracasos políticos que puede llegar a erradicar la gobernabilidad de quien sea que asuma en diciembre.

Ese es el triste destino de quienes hoy fantasean con imponer sus ideas. Estancamiento en el congreso y conflictividad social en las calles. Estancamiento y conflicto es el nombre del futuro si la política es incapaz de generar consensos.

Hablar con quienes piensan distinto. Esa idea horrible

El Congreso del futuro y los consensos imposibles

Hay otra lección que los militantes universitarios aprenden muy rápido: el que hoy llamas enemigo, mañana seguro está con vos en una lista. Los agravios en política prescriben a los seis meses dijo CFK hace unos días y creo que en esa idea hay, sobre todas las cosas, mucho de naturaleza humana.

De mi propia militancia universitaria recuerdo las peleas con las otras agrupaciones. Las mismas personas con las que te gritabas al frente de un aula después compartían un café con vos para rosquear una actividad o un cierre de alianzas. Entendías muy rápidamente que el que tenías al frente puede ser tu rival hoy, pero mañana seguro es tu aliado y que si te resignás a vivir en un mundo donde solo hay buenos y malos, vas a estar condenado a la marginalidad.

La política nacional parece haber olvidado esas lecciones tan fundamentales. La dopamina fácil de los estudios de televisión y los likes en las redes te convencen de que tus ideas son las mejores y que degradarlas en una negociación política es rendirte ante tus enemigos.

Pero las lecciones que te negás a aprender hoy tienen formas muy curiosas de joderte la vida en el mañana. Y yo no tengo ninguna duda de que quienes hoy hacen gala de su potencial mano dura, van a estar después de diciembre recorriendo desesperados los pasillos del congreso, negociando hasta la última coma de sus convicciones para salvarse del estancamiento y del fracaso.

La única duda es cuál será el costo de esa lección. Y si no va a terminar siendo un costo que pague toda la sociedad y no solo quienes se creyeron capaces de llevarse puesto al país con un tweet y un video viral en TikTok.

El congreso más fragmentado de la historia espera en el futuro. Esa será la facultad en la que ellos y ellas aprenderán a hacer política. O terminarán siendo bochados en el intento.

Nacho Muruaga es analista político en Zuban Córdoba y Asociados. También escribe el newsletter Los Nenes No Lloran sobre diversidad sexual y cultura pop. Trabaja en comunicación política y en campañas electorales. Es @nachomuruaga en Twitter y @losnenesnolloran en Instagram.

Enterate acá
Enterate acá

Relacionado

Enterate acá

Más de lo último