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De la Congregación al Encuentro de las Mujeres: "Pude entender que había otros caminos"

Fue monja durante 8 años, pero se alejó de la congregación cuando se dio cuenta que se podía practicar una fe que denunciara las violencias patriarcales. En el marco de la campaña “Una historia de amor”, por los 30 años de Católicas por el Derecho a Decidir, contó su experiencia de lucha por los derechos […]

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Fue monja durante 8 años, pero se alejó de la congregación cuando se dio cuenta que se podía practicar una fe que denunciara las violencias patriarcales. En el marco de la campaña “Una historia de amor”, por los 30 años de Católicas por el Derecho a Decidir, contó su experiencia de lucha por los derechos de las mujeres.

La vida de Claudia Acosta es una de esas historias que en el imaginario popular siempre generan intriga: una monja que entendió que los preceptos del feminismo estaban alineados a sus creencias cristianas. Hoy su lucha está guiada por la lucha por los derechos humanos sin sesgos patriarcales.

Ella es docente universitaria en Chaco, es profesora de Letras y trabaja en una escuela de educación secundaria con experiencia intercultural con población indígena en Resistencia.

Además, participa y forma parte de Las Magdalenas, la organización de mujeres e identidades feminizadas diversas, feministas y cristianas.

Junto con esa organización forman parte de una red más amplia que conforma el colectivo “Fe sin violencia”, en alianza también con Católicas por el Derecho a Decidir (CDD).

En el marco de la campaña “Una historia de amor”, por los 30 años de CDD, Claudia contó brevemente su experiencia de lucha por los derechos de las mujeres.

Su camino dentro de la Iglesia Católica comenzó durante la secundaria. En esa etapa, contó Claudia, estaba “viviendo un tiempo de renovación, de apertura y de compromiso con las necesidades de los más vulnerables”. 

Más adelante, a los 20 años, decidió buscar la felicidad en “la entrega y el compromiso total hacia Jesús, hacia aquel que consideraba como una ‘buena noticia’, como un mensaje que tenía que ver con con el amor, con la misericordia, con la felicidad y con la dignidad de las personas”. Allí empezó a formar parte de la congregación Siervas del Corazón de María.

Esos años en la congregación religiosa fueron de “mucha profundidad e intensidad, de mucha búsqueda y sinceridad de por dónde buscar la felicidad”, explicó la entrevistada. También, de muchos estudios que hicieron caminos de apertura al “cuestionamiento de las estructuras patriarcales".

“Yo no ingresé a la vida consagrada para vivir una vida conservadora, una vida castradora, sino todo lo contrario: una vida de libertad. Creía que era posible que haya comunidades de fe donde las personas puedan encontrarse con un rostro amable de la divinidad con un Dios que no ponía el foco ni la mirada en la culpa”, expresó. 

Esa búsqueda, suya y de muchas otras compañeras, confrontaba con sectores conservadores de la Iglesia. 

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Con el tiempo, Claudia se fue alejando de su deseo de participar en la vida consagrada. “Para mí la vocación tiene que ver con la felicidad. Es por eso que cuando ya sentía que no era feliz y que no era por esos rumbos donde podía seguir realizándome como persona, decidí dejarla”, recordó. A pesar de ello, reconoce que haber tenido esa experiencia congregacional, de vida religiosa, le sirvió para entender que “había otros caminos y que había otras iglesias y que había otros rostros de Dios”.

Cuando la militancia es el cambio

Una vez que salió de la vida consagrada y se alejó de la experiencia de la fe, descubrió que había muchas otras personas que se habían ido de las iglesias por haberse sentido violentadas de muchas maneras, por sentirse humilladas o manipuladas en sus conciencias, en sus decisiones.

Dentro de la congregación ya tenían acciones feministas: “Éramos mujeres conscientes de la fuerza del patriarcado, de la superioridad que ejercían los varones y del lugar relegado que tenemos dentro de la Iglesia Católica”.

En ese entonces fue que se intensificó su vínculo con la militancia por los derechos de las mujeres y comenzó a participar de los Encuentros Nacionales: “Allí descubrí que había mujeres cristianas que eran feministas y que luchaban también por los derechos”. 

“En el primer encuentro descubrí a Católicas por el Derecho a Decidir y comencé a sentir que en mí todo hacía síntesis. Que todas las convicciones de fe, que yo siempre tuve se unificaban a la militancia, al activismo feminista y encontraban una síntesis en esta organización. A partir de mi participación en actividades o en propuestas de CDD, comenzamos a participar con otras compañeras, con quienes formamos Las Magdalenas. Empezamos a ser cada vez más conscientes de que los abusos en la iglesia eran muchos y que ese tipo de abuso necesitaba ser de alguna manera nombrado, la denominamos como violencia eclesiástica”. 

Cuando hablan de ese tipo de violencia, no solamente se refiere a abusos sexuales o físicos, sino también de manipulación de las conciencias, de abuso de poder económico. 

Allí comenzó un camino distinto para Claudia, un camino de reencuentro con la Iglesia Católica pero organizadas entre cientos de mujeres que buscan comunidades más liberadoras y marcan sus posiciones dentro del seno mismo de la institución.

No queremos en nombre de la fe ningún tipo de violencia”, sentencia Claudia. 

Una lucha vigente

Hoy Claudia dedica su vida a esa militancia que busca seguir fortaleciendo el acceso a los derechos sexuales reproductivos y no reproductivos, a desarticular las estructuras patriarcales dentro de la Iglesia Católica y a la construcción de comunidades que buscan vivir la fe sin violencias.  

Recientemente, participó dela presentación del libro “Crónicas. Feminismo, religión y derecho a decidir”, una entrega escrita por la periodista Noelia Pereyra, que repasa la trayectoría de Católicas por el Derecho a Decidir de la mano de sus protagonistas. 

Según contó a este medio, está participando en el Consejo Mundial de las Mujeres Católicas que marcan su posicionamiento en el sínodo de la Iglesia. 

“Vamos tratando de decir nuestras posiciones, de contar cuánta violencia vigente en nuestros espacios de fe y cuánta situación de relegamiento o de exclusión vivimos las mujeres. Desde ahí, desde nuestras comunidades, desde nuestras organizaciones, desde nuestros lugares, venimos haciendo incidencia y venimos manifestando que no queremos eso en nombre de la fe”.

Cristian Dominguez

Redactor y co-productor de contenidos para el sitio web y las demás plataformas de El Resaltador.
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