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CUIDADO: Prohibido girar a la derecha

Las expresiones de derecha que hay en Latinoamérica, "se están radicalizando", pero siguen siendo las mismas de siempre con distintas formas. En esta columna de Es De Politólogos, se analiza la situación en diferentes países encontrando puntos en común. Por Fernando Ortiz Sosa, Licenciado en Ciencia Política. Columna de Es de Politólogos. ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!, cantan con […]

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Las expresiones de derecha que hay en Latinoamérica, "se están radicalizando", pero siguen siendo las mismas de siempre con distintas formas. En esta columna de Es De Politólogos, se analiza la situación en diferentes países encontrando puntos en común.

Imagen de una marcha de libertarios en el Obelisco de Buenos Aires. Foto: Lapoliticaonline

Por Fernando Ortiz Sosa, Licenciado en Ciencia Política. Columna de Es de Politólogos.

¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!, cantan con fuerza los jóvenes libertarios en el momento cúlmine del himno nacional argentino. Lo hacen a todo pulmón, remarcando la estrofa como si de un grito de guerra se tratara, sus caras rosadas van cambiando a una tonalidad cada vez más fuerte que demuestra lo enfáticos que son.

Luego insultan, se pelean con cronistas que eventualmente están cubriendo el acto, vitorean a sus líderes que construyeron un personaje que encaja a la perfección con ese segmento de la población joven, blanca, heterosexual y reaccionarios desde lo político y lo cultural. Son los INCELS (Célibes Involuntarios) que fueron surgiendo con el correr del último lustro y cuyo territorio de lucha comenzó (y siguió siendo) la virtualidad, sea desde Reddit, 4Chan, Taringa o Twitter.

Pero los líderes que representan a este sector de la población, no son para nada Sub-30 y hasta a algunos les cuesta utilizar Twitter. Son la nueva (vieja) derecha reaccionaria que intenta acaparar a la mayor cantidad de gente posible que se muestra molesta por los devenires políticos y económicos en casi toda Latinoamérica.

Las derechas son las mismas de siempre. Solo que ahora supieron leer cierta coyuntura que les permitió acercarse a ese rango etario anti-sistema que antes estaba medianamente ocupado por ideas de izquierda.

Sin embargo, es la misma derecha de siempre, aquellas de los golpes de estado de mediados del siglo pasado. Esas mismas que aplicaron sistemáticamente las ideas de la Escuela de Chicago en los noventa y estas mismas que ahora se muestran como férreas defensoras de las ideas republicanas.

Así que, a no confundirse, esta división entre derecha liberal y derecha libertaria es sólo de forma y no de fondo. Una se muestra más estructurada, más institucional; la otra más desfachatada, más reaccionaria, juvenil.  A veces se muestran de diferente origen, con distintos referentes y fingen pelearse entre sí. Nuevamente, se pelean por las formas, no por el fondo.

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Las dos plantean tendencias privatistas y libremercadistas, la libertad de la que hablan (y gritan) es sólo económica, pues se afanan en aclarar que desde lo cultural son bien conservadores. Odian al feminismo, odian cualquier expresión popular y por sobre todo, detestan al Estado. Pero ojo, lo odian sólo cuando éste toma un rol de contención. Para ellos, el Estado debe circunscribirse únicamente a garantizar el libre desenvolvimiento del mercado privado.

Odian muchas cosas, pero ahora, en los nuevos contextos de reivindicaciones sociales y puja distributiva, odian la democracia liberal. Vamos, siempre la odiaron, pero ahora ya no lo ocultan tanto y comienzan a hablar sin tapujos de los procesos democráticos como un obstáculo para sus intereses.

Muchos pueden discrepar conmigo cuando digo que las dos derechas son iguales, y está bien. Entiendo las muchas (y sutiles) diferencias entre ambos, sobre todo cuando vemos que el grito libertario es contra esa elite política que también está integrada por referentes de la derecha liberal. Pero insisto, como mucho, será una lucha interna por la preeminencia dentro de un mismo espectro socio-político, pero para nada representan dos facciones que se diferencien desde lo fundamental.

Y ojo, no están perdiendo el tiempo. No les interesan los tiempos democráticos, aunque participen en comicios. Para ellos, la opción es ganar una elección. Si ello no se consigue, comienza a aplicar el Lawfare y el bombardeo mediático. Algo de lo que se benefician ambas derechas, una por querer parecer más republicana y la otra para representar el hartazgo que tiene el pueblo en la política.

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Ambos discursos permean en la voluntad de la población. No es necesario que seas dueño de un campo, clase media acomodada o ejecutivo de multinacional. El discurso de derecha también hace mella en el trabajador precarizado, en el que se gana el mango en la economía popular, en los estudiantes, en señores y señoras expertos en zapping que cobran poco más de la mínima.

El objetivo del discurso de la derecha (cualquiera que esta sea) son los gobiernos populares, el ecologismo y el feminismo, entre otras expresiones populares. Utilizan los pocos mecanismos institucionales que tienen a su alcance y los que no, lo operan desde Think Thanks que financian a distintos referentes a través de ONG’s, las redes sociales y la prensa, difundiendo una amplia gama de fake news.

Por eso, en América Latina debemos tener especial cuidado, con estas expresiones que no pierden tiempo al atacar a los gobiernos popularmente constituidos, aprovechando la debilidad institucional de la que todavía adolecen nuestros países y la permeabilidad de ciertos sectores sociales.

Perú y Bolivia, el peligro latente de golpe de estado.

El presidente peruano no tiene tranquilidad desde su asunción. Foto: lanacion.com

Podríamos decir que el presidente del Perú, Pedro Castillo, lleva la marca indeleble de algunos pecados originales para la derecha: es maestro, campesino y rondero de sombrero (campesinos auto organizados para la defensa de sus tierras en el interior). Llegó al poder tras la segunda vuelta contra una contrincante que porta un apellido conocido y repudiado por muchos Keiko Fujimori.

Nunca logró conformar una mayoría en el congreso que le permitiera tener la famosa luna de miel de los primeros cien días de gobierno. Por lo que, desde el primer día, tuvo que lidiar con una mayoría legislativa conformada por distintas expresiones de derecha que, lo único que quieren, es buscar nuevamente la vacancia en la presidencia del país.

Vox, el partido de ultra-derecha español, tiene estrechos contactos con los partidos de derecha peruanos, y la casta militar trabaja a la par con Southcom (el Comando Sur de la Marina de EE.UU) y la CIA. Nada nuevo bajo el sol.

Bajo esas presiones, Castillo ya tuvo que hacer cambios de gabinete con el fin de mostrar una faceta más moderada de la que planteaba antes de ganar las elecciones. Eso debilita cada vez más al gobierno haciéndolo incapaz de poder establecer políticas soberanas, tanto en el interior como en las relaciones exteriores del Perú.

Estas tensiones y las concesiones hechas por el ejecutivo, no dieron el resultado esperado en su momento. La derecha nunca se conforma con pequeños cambios, ellos van directamente a los cimientos del poder. La retórica neoliberal que tiene la propiedad de la mayoría de los medios de comunicación fue haciendo mella en la imagen pública del ejecutivo nacional, logrando que a pocos meses de la asunción del presidente, su imagen negativa ya supera a la positiva, volviendo a lo que, los expertos peruanos, dieron a llamar la inestabilidad gobernable, como la que se viene produciendo desde el año 2016.

Jeanine Áñez ostentó el ejecutivo luego del golpe de estado de 2019 en Bolivia. Foto: perfil.com

En Bolivia, que ya vivió un golpe de estado entusiastamente apoyado y financiado (con armamento) por el ex presidente Macri, se siguen viviendo horas de incertidumbre. La derecha boliviana, que durante muchos años tuvo que luchar en vano contra Evo Morales, ahora está envalentonada por que demostraron que pueden arrebatarle el poder a cualquiera que haya sido elegido libre y soberanamente.

En la última semana, organizaron un paro cívico contra el gobierno del presidente Arce con la finalidad de seguir socabando su legitimidad y poder continuar con lo que sucedió en el golpe de estado del año 2019.

El gobierno respondió con una serie de masivas concentraciones llamadas el wiphalazo. En Cochabamba, estuvo presente Evo Morales quien advirtió que “ha empezado el separatismo de Santa Cruz” al referirse a una normativa que la legislatura de esa Provincia aprobó para designar autoridades regionales de competencia nacional. “Solo falta que elijan al comandante de las Fuerzas Armadas y de la Policía”, continuó.

El separatismo boliviano no es un fenómeno nuevo, pero comienza a tomar nueva relevancia desde la asunción de Arce a la presidencia tras el fracaso en las urnas de las intenciones golpistas de las facciones xenófobas de la derecha boliviana.

Sin embargo, ahora comienzan a aparecer grupos paramilitares, como la llamada Union Juvenil Cruceñista y la Resistencia Juvenil Cochala, que, si bien tienen raíces étnicas y económicas diferentes, no dejan de ser dos organizaciones fascistas apoyadas y financiadas por grupos nacionales y multinacionales, tanto empresariales, como del tercer sector.

El avance en toda Latinoamérica

Milei representa una de las expresiones de derecha en Argentina. Foto: elintransigente

Son gobierno en Uruguay, Brasil, Chile, Ecuador y Colombia. Intentan desestabilizar en Argentina, Bolivia y Venezuela. Por Centroamérica las cosas no son muy distintas. Las derechas van por todo, como a mediados del siglo 20, pero ahora sin tanques.

Mas bien podríamos decir que las clases medias, las iglesias, la justicia, los medios de comunicación y las redes sociales son los nuevos tanques de los golpes de estado. La aparición a principios de este siglo de gobiernos nacionales y populares que propusieron una nueva forma de hacer política, poniendo en evidencia la puja redistributiva en la región (que el peronismo ya había evidenciado en 1945); exacerbó una reacción lógica de las derechas.

Las constituciones, muy necesarias en los siglos 19 y 20 para asegurar derechos y garantías liberales a los pueblos, hoy son resortes institucionales para los procesos de Lawfare y golpes blandos, que sólo funcionan cuando un gobierno popular llega al poder, pero que abroquelan y blindan a los gobiernos de derecha.

Como dijimos al principio, no todas las derechas son iguales, van variando según los países y contextos, pero en todos lados se están radicalizando. Incluso disputándose internamente el nivel de radicalización, como le sucede al PRO en Argentina ante la irrupción del partido libertario. Halcones y Palomas, le llaman.

La repetición constante de slogans y fake news, que se aseguran sean publicados en todos los medios disponibles, compartidos hasta el hartazgo en redes sociales, tuitiados y retuiteados por una extensa red que aprovechan magistralmente los algoritmos. Sólo tienen un objetivo: socavar a los gobiernos o expresiones populares y reducir la lucha por la puja redistributiva a su mínima expresión.

Se podría hablar largo y tendido sobre el actual devenir de las derechas latinoamericanas, no sin separarlas con los fenómenos fascistas que cada vez están más presentes en Europa y Estados Unidos, pero lo que está claro que hoy en día, las formas son distintas pero el peligro es el mismo. Ya no son señores serios con traje y corbata, sino que se muestran desestructurados lanzando globos. Ya no llevan una ametralladora y casco, sino que abren la biblia y rezan para la prensa.

Para evitar esto, es necesario que las expresiones populares (más si están en el gobierno) den cuenta de los nuevos tiempos y formas de comunicación para, de esa manera, comenzar a disputar los terrenos de lucha en los que la derecha está teniendo un éxito abrumador, regresando a viejas formas con nuevas presentaciones sin pedir permiso ni perdón.

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