Resaltadas

¿Perdón por la intensidad?

En el ámbito de las relaciones afectivas, las palabras pueden ser tan potentes como los gestos y las acciones. Uno de los vocablos que es tendencia es el "intensa", un concepto a priori difuso y neutro. Por Lic. Noelia Benedetto MP 8136. Psicóloga y sexóloga con perspectiva de género. Terapeuta de vínculos sexo afectivos. Algo […]

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En el ámbito de las relaciones afectivas, las palabras pueden ser tan potentes como los gestos y las acciones. Uno de los vocablos que es tendencia es el "intensa", un concepto a priori difuso y neutro.

Por Lic. Noelia Benedetto MP 8136. Psicóloga y sexóloga con perspectiva de género. Terapeuta de vínculos sexo afectivos.

Algo sucede cuando nos llaman intensas o cuando nos sentimos como tales… Temor a quedar como intensa/o, que te digan que sos intensa/o” “¿Por qué no puedo manejar la intensidad?”. ¿La intensidad se volvió tabú?

No sólo es hacia mujeres…

Antes de empezar a desarrollar, resulta importante aclarar que no es que sean solo las mujeres quienes reciben esa palabra, sino la manera en la que socialmente se penaliza lo que tradicionalmente se ha considerado "lo femenino". La feminización del término como manera de marcar aún más peyorativamente su significado muestra claramente cómo, por un lado, se penalizan características tradicionalmente asociadas a las mujeres y cómo, por otro, el hecho de hablar en femenino implica una devaluación aún mayor para cualquiera.

Según una encuesta que realicé en mi cuenta de Instagram @lic.noeliabenedetto que la persona que te gusta te trate de intensa es algo negativo para el 76%. Lo han recibido en un  encuadre sexoafectivo el 64%. Al 55% de las socializadas mujeres y al 48% de los socializados varones les han dicho intensas/os de manera negativa alguna vez. El 89% de las socializadas como mujeres ha temido quedar como intensas, y el 70% de los socializados varones también.

¿Confundimos intensidad con interés?

«Intensa», según la segunda acepción del diccionario de la RAE, es «muy vehemente y viva». Pero actualmente, cuando alguien se refiere a otra persona como "intensa" en el contexto de una relación afectiva, a menudo lo hace con la intención de señalar que la persona está siendo excesivamente emocional, apasionada o entregada. Para las personas encuestadas lo que define mejor la intensidad es la insistencia, seguido de lo rápido, precipitado y/o desmedido. ¿Qué sería ser excesivamente algo? ¿Hay una convención al respecto? ¿Realmente se aplica a cuando alguien supera ciertos umbrales o simplemente cuando solicita algo diferente a lo que se estaba dispuesto/a a dar/explicar? «Me lo han dicho hombres cuando he hablado de cómo me siento en situaciones determinadas y mis impresiones no coinciden con las suyas. Cuando he expresado mi disconformidad con alguna situación que ha cambiado”.

Últimamente se des-califica como intensa a cualquier demostración de interés, pero generalmente de parte de personas en las que no estás interesadx: “Sólo acepto la intensidad de la persona que yo quiero, la del resto me parece agobiante”. De hecho, según la encuesta, si viene de quien te gusta se califica como interés para el 65%. ¿Estamos confundiendo intensidad con interés?

Al llamar a alguien "intensa", se insinúa que sus emociones son exageradas o irracionales, lo que puede hacer que esa persona se sienta avergonzada, incomprendida, rara o desubicada. Esta etiqueta puede ser utilizada para minimizar las preocupaciones legítimas de alguien o para evitar tratar con sus sentimientos de manera empática y comprensiva.

Si pedís… hay tabla

Ana Requena Aguilar señala un malestar asociado a la potencial “intensidad”, se ha construido alrededor del término un relato que sirve para hacernos sentir mal, fuera de lugar, excesivas, exageradas, desquiciadas, invalidadas. Es un malestar difuso pero está ligado a pedir, señalar, quejarse, enojarse, mostrar emociones, poner límites. Casi cualquier cosa parece un exceso de intensidad cuando la pide una socializada mujer. 

Ianire Estébanez menciona que existe un reforzamiento negativo respecto a hablar, pedir, esperar, señalar, o poner límites tiene un efecto y es que nos terminamos quedando/conformando con “lo que hay”. “Estamos acostumbradas a adaptarnos a los que nos dejen". Dejamos de considerar que podemos pedir, para no quedar como intensas, callamos. “Yo para no incomodarlo me metía más para adentro, te empezás a acostumbrar a reprimir interactuando con alguien que no es para vos, que tu intensidad no le atrae”. https://elresaltador.com.ar/dumping-afectivo-entre-bajarse-el-precio-y-es-lo-que-hay/

El 83% de las personas encuestadas ha dejado de hacer o decir cosas por miedo a quedar como intensas. Requena se cuestiona ¿Hemos renunciado a sentir? ¿Nos han convencido de que estamos pidiendo demasiado? ¿Nos han hecho creer que tenemos que renunciar a nosotras mismas para poder encajar? ¿Renunciamos como estrategia de supervivencia? ¿Es el malestar que sentimos de fondo el resultado de inhibirnos, el fruto (podrido) de la incomprensión que recibimos? 

Fingir demencia y seguir…

 “Mostrás interés y un mínimo de afecto y sos una intensa". “Me estuvo insistiendo 2 meses para que nos veamos, pero ahora que llevamos saliendo 6 meses y yo le pregunto qué somos es de intensa”.

Muchas veces el “intensa” aparece ante demandas por gestos mínimos de humanidad. Cuando decimos cómo nos sentimos o somos asertivas nos encontramos con esa palabra, responder afectivamente o demandar ciertos cuidados es señalado sistemáticamente como algo de intensas. Fornet cree que ocurre frecuentemente en las relaciones de pareja heterosexuales, cuando los varones no entienden, o quieren desvincularse, o quitarse la responsabilidad de sus actos.  La consecuencia es la vergüenza y la culpa: dos grandes armas socializadoras. La reacción inmediata es hacerse pequeña. Las personas que reciben o temen recibir este adjetivo se sienten empujadas a esconder, minimizar o directamente a ignorar todas las consecuencias que les genera el mundo patriarcal en el que vivimos. Así es como las mujeres aprendemos a convivir con un malestar difuso y sin nombre: es una manera fácil de callar a alguien

¿Cambia todo cambia?

Ianire Estébanez cree que las palabras van cambiando, pero lo que se cataloga con ellas no tanto. El patriarcado se renueva y se las ingenia para generar otras maneras de nominarnos y callarnos mediante “sutilezas”. Intensa es el histérica del 2020. Para Traister «es una estrategia hábil porque la palabra no es per se negativa. Pero se ha convertido en una versión sexista menos evidente que otras para decir que una mujer es “demasiado”». La propia palabra te hace dudar: la intensidad puede ser algo positivo, no es un insulto. Sin embargo, el relato compartido muestra cómo la palabra hunde sus raíces en la idea de histérica, loca o inestable, y cómo arrastra su marca de género.

Para María Fornet «Intensa y todos sus correlatos  (“loca”, “histérica”) son expresiones similares que describen una experiencia emocional que el hombre percibe como desbordada, amenazante o excesiva». “Me dijo que era muy intensa, que no era para tanto. Que él no podía con esa intensidad. Un mes después, la relación se terminó”.

La socialización de las mujeres gira sobre la emotividad, pero no así la de los socializados varones. Poner una etiqueta a estos comportamientos no es inocente: el efecto es una sensación de invalidación, sentir que nuestra reacción es inapropiada, esto refuerza una penalización de lo emocional, la idea de que lo que sentimos no tiene en realidad tanta importancia. 

Traister agrega que ser señalada como “intensa” es una manera de decirte que sos menos deseable, atractiva, que tenés menos posibilidades de gustar en todos los ámbitos. La caracterización de las mujeres enojadas ha estado ligada a la fealdad, opera como una especie de adoctrinamiento. 

Impacto en los vínculos

El uso de la palabra "intensa" en una relación afectiva puede tener varios efectos negativos. Muchas veces puede aparecer en forma de gaslighting: «Me sentí muy débil, en un contexto de pareja. Me ponía en cuestión. Llegué a no reconocerme, dudé de mí misma, me sentía insegura y bloqueada».

1. Invalidez emocional

Cuando alguien es etiquetada como "intensa", puede sentir que sus emociones no son válidas o que no tienen derecho a sentirse de la manera en que lo hacen. Esto puede llevar a la represión de emociones legítimas y a una falta de comunicación asertiva y honesta en la relación.

2. Incomunicación

La palabra "intensa" puede actuar como un obstáculo para la comunicación asertiva en una relación. La persona etiquetada de esta manera puede volverse reticente a compartir sus pensamientos y sentimientos, temiendo ser juzgada o rechazada.

3. Impacto en la autoestima

Ser llamada "intensa" repetidamente puede dañar la autoestima de alguien y hacer que cuestione su valía como pareja, vínculo o amigo. Esto puede llevar a una disminución de la confianza en sí misma.

4. Falta de empatía

Quienes usan la palabra "intensa" para describir a alguien a menudo muestran una falta de empatía hacia las emociones y experiencias de esa persona. El uso de esta palabra puede socavar la capacidad de entender y apoyar a la personas con la que nos estemos vinculando.

La intensidad como estrategia de supervivencia

Rebecca Traister menciona que "Lo que ahora llamamos 'intensa' quiere decir que esa mujer se comporta de alguna manera que no se espera de ella. Puede ser alguien que muestre mucha personalidad, que haga demandas, que muestre opiniones fuertes, que sea vehemente... Las características tradicionalmente asignadas y apreciadas en la feminidad son otras: las mujeres tienen que ser fáciles de manejar, menos demandantes, menos opinadoras, menos habladoras. Como mujeres, no estamos tan legitimadas para pedir lo que queremos. Intensa gira sobre la idea de pedir, de mostrar, de reclamar”. Para Requena, si «intensa» es la manera de marcar con fuego a las personas que no están dispuestas a conformarse, la intensidad también puede ser una estrategia de supervivencia. Chollet expresa que «Una mujer heterosexual que no se autocensure en nada, que no se pliegue a esas pequeñas o grandes alteraciones de sí misma que exige la feminidad tradicional, se arriesga pues a poner en peligro su vida amorosa, a menos que encuentre un hombre que no tema que se burlen de él o lo ridiculicen. Defiende que las mujeres que se acoplan a los criterios que se espera de ellas, «las que no contravienen las leyes implícitas de esa dominación tranquila y generalizada», no tienen necesariamente una mejor vida amorosa. El costo de callarse es renunciar a nuestros deseos y necesidades.

Lo cierto es que si retamos los límites de esa 'intensidad' ponemos en peligro nuestro atractivo, pero también corremos el riesgo de conformarnos. Requena propone que la intensidad sea vista como motor, que reivindique nuestro derecho a pedir, a sentir y a ser. La intensidad nos ayuda a salir del molde. 

Para ir acabando…

«Intensa» es un término que hay que gestionar: recibirlo suele implicar un trabajo para tratar de discernir qué de bueno o malo hay en él, qué han querido decirnos exactamente. ¿Puede ser la intensidad una estrategia de supervivencia en lugar de algo de lo que avergonzarnos? Reivindiquemos la intensidad. Tenemos derecho a sentir en nuestros propios términos. Tenemos derecho a pedir lo que queremos. Tenemos derecho a reclamar lo que necesitamos. Tenemos derecho a responder. Tenemos derecho a estar enojadas. Tenemos derecho a ser intensas. Por eso, lejos de achicarse, es fundamental promover una comunicación saludable y empática para construir relaciones sólidas y significativas.

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