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Cuando el cáncer nos vuelve solidarios, no todo está perdido

En el marco del Día Mundial del Cáncer de Mama, las mujeres de El Resaltador decidimos pensar en todas aquellas que atraviesan por esa enfermedad. Tras conocer la historia de los cascos fríos y todo lo que representan, queremos contarles su historia. Por Carmela Laucirica Todo empezó en Buenos Aires, o al menos ahí empezó […]

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En el marco del Día Mundial del Cáncer de Mama, las mujeres de El Resaltador decidimos pensar en todas aquellas que atraviesan por esa enfermedad. Tras conocer la historia de los cascos fríos y todo lo que representan, queremos contarles su historia.

Por Carmela Laucirica

Todo empezó en Buenos Aires, o al menos ahí empezó para nuestro país. Tiempo después, otras provincias como Tucumán o Córdoba se fueron animando a replicarlo. ¿De qué estamos hablando? De un invento casero, el cual surgió en medio de un pronóstico poco alentador: cáncer de mama.

Este invento vino de la mano de Paula Estrada, quien decidió inventar los cascos fríos para evitar perder su pelo, durante la quimioterapia que la esperaba. Tiempo después, Anita logró hacerlo en Tucumán y Pame en Córdoba. ¿Lo mejor de esto? el afán de compartirlos con más mujeres.

¿De qué se tratan estos cascos?

Tras enterarse de que iba a perder el pelo en las quimioterapias, Paula decidió investigar un poco en internet. Si bien en Argentina no había nada, descubrió que si los folículos capilares se congelan, la droga de la quimio no logra ingresar en esa zona y el pelo no se cae.

Ahí fue cuando decidió ponerse en acción, y usando gel packs -esos azules que se usan para las lesiones musculares- construyó un casco del tamaño de su cabeza. Así, sujetándolo a su cabeza con la ayuda de pañuelos, asistió a todas sus quimioterapias con él.

Paula Estrada con su casco frío en quimioterapia.

Pero acá lo más importante es la trascendencia, que se transformó en solidaridad y en un mensaje de esperanza. Porque tras comprobar la efectividad de los cascos, Paula comenzó a prestar los suyos, a enseñar cómo hacerlos y a crear redes entre mujeres que pasaron y pasan por su situación.

En su página de Facebook, Quimio con Pelo, Paula decidió hacer un video en donde explica cómo hacer los cascos fríos. Una vez más, un momento difícil se transformó en una oportunidad de ayudar y ser solidarios.

Rápidamente, esta acción se vio replicada en Córdoba y Tucumán -o al menos esas dos provincias encontramos con El Resaltador-. Con Pame en Córdoba, y Anita en Tucumán, la posibilidad de aprender a hacer tus propios cascos o que ellas mismas te presten los suyos está cada vez más cerca.

En diálogo con El Resaltador, Anita -de Tucumán- nos explicó el por qué de su iniciativa. Inicialmente, ella se encontró con el cáncer de mama en sus jóvenes 27 años. Cuando cayó en la cuenta de que era casi seguro que se quedaría pelada, se negó a la quimioterapia.

¿Por qué es tan determinante la caída del pelo? Anita nos ilumina con algo muy cierto al respecto: no es lo estético, es que estar pelada es sinónimo de cáncer. A su vez, ella siente que perder el pelo despersonifica y es el aviso más visible ante los demás de tu estado de salud.

Ante la negación frente a la quimioterapia, Anita recibió información de los cascos fríos por parte de Milagros, quien los había usado con éxito durante su tratamiento. Tras conocer más sobre ellos, Anita decidió conformar el Banco Solidario de Cascos Fríos, ya que el objetivo es prestar los cascos y no venderlos.

Dependiendo del tipo de cáncer y de la persona, los cascos fríos pueden usarse o no. A la vez, es importante saber que estos deben usarse desde la primera quimio para que surtan efecto. También es importante saber que existe solo una marca de geles fríos apta para estos cascos.

Una hora antes de que empiece el tratamiento tenés que ponerte el primer casco para que, una vez que te comiencen a pasar la medicación, la cabeza ya esté congelada. Luego se va cambiando el casco cada media hora durante las dos o tres horas que dura la quimio, y luego hay que mantener una hora después” , detalló Anita al diario El Tucumano.

Junto con otras mujeres -Milagros, Ludmila y Gabi-, y además de crear el banco solidario, Anita conformó una comunidad llamada "El Casco Rosa". En este grupo de mujeres, se brinda contención e información para sobrellevar el cáncer. Afortunadamente, el banco solidario surgió tras la creación de esta comunidad.

Al parecer, no todo es oscuridad cuando el cáncer llama a nuestra puerta o la de nuestros más cercanos. Gracias a la solidaridad y la inventiva de muchas, cada vez son más mujeres las que pueden contar con una alternativa a la pérdida del pelo. Como dijo Anita, no es solo perder el pelo, sino también un signo visible del cáncer.

Carmela Laucirica

Periodista interesada por las problemáticas sociales y ambientales. También soy Community Manager. Lectora y escritora en mis ratos libres.
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