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Casi algo: Quiero saber qué soy para ti porque siempre que no' vemos, se me olvida decir…

¿Los “casi algo” serían como un vínculo que consumió su versión de período de prueba y no renovó la membresía?, ¿A qué nos referimos cuando decimos relación “formal” o “seria”? Los “casi algo” duelen más que los “algo”.Queda comprobado en estas páginasy en cada persona que se pasará media vidapreguntándose qué hubiera pasadosolamente porque la […]

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¿Los “casi algo” serían como un vínculo que consumió su versión de período de prueba y no renovó la membresía?, ¿A qué nos referimos cuando decimos relación “formal” o “seria”?

Ilustración: Mike Willcox

Los “casi algo” duelen más que los “algo”.
Queda comprobado en estas páginas
y en cada persona que se pasará media vida
preguntándose qué hubiera pasado
solamente porque la otra persona no se atrevió.

Porque todo el mundo debate la eficacia de
las segundas oportunidades
pero ¿acaso nadie se percata de la importancia de
las primeras?

También todos merecen una primera oportunidad.
Yo la merecía.

(María Álvarez Gallego)

Por Noelia Benedetto

Lo que no se nombra, no se visibiliza

Hay relaciones vinculares que surgen sin un formato claro o una petición específica sobre lo que se espera de esa unión con otra persona. Se comparten espacios, experiencias, tiempos, círculos sociales; indicadores que pueden dan a pensar que se está en camino a algo más “estable” o de cierta continuidad en el tiempo; o como le llaman algunos a “formalizar”, pero que en algún momento se topan con una fecha de vencimiento sin haber llegado a visibilizar el vínculo de esa manera.

¿Los “casi algo” serían como un vínculo que consumió su versión de período de prueba y no renovó la membresía?, ¿A qué nos referimos cuando decimos relación “formal” o “seria”?,¿Todo lo que no sea eso tendría menos valor?.

Cuando se inicia cualquier tipo de relación hay una expectativa a nivel social (macro, meso y micro), una impostura que pronto se internaliza de que llegado el momento hay que encasillar, etiquetar, mostrar. Son vínculos generalmente cerrados a la presentación social, hay una invisibilización esta esfera. 

Como decía George Steiner “aquello que no se nombra, no existe”(reemplazaría por no se visibiliza, porque la existencia ya es un hecho) nombrar es ordenar el mundo, pero en este caso en particular hay un manual normativamente puntuado de lo que implica “tener algo”.

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Las relaciones sexoafectivas están estructuradas desde el capitalismo y desde un sistema mononormado, donde se le pretende una meta muy precisa; entonces, con los “casi algo” muchas veces se sanciona que esa relación no existe. Los “casi algo” se esbozan como relaciones en las que no hay certezas, que se viven desde la ambigüedad, pero en las que también existe una conexión, afectos (imposible vincularse sin ellos), tiempo y hasta proyectos compartidos. Actualmente se utiliza para definir cualquier relación que no se nombra como un noviazgo pero que funciona semejante a uno.

Vacío conceptual

La realidad es que existe un vacío conceptual para definir a las configuraciones vinculares que no son un noviazgo. 

¿Qué es esto de los “casi algo”? Para algunas personas se trata de hacer cosas que hacen las que están en un noviazgo pero sin estar en uno. No definirse a través de las etiquetas, escaparle al “somos x” ¿Qué despierta esta “evitación” a darle entidad a algún tipo de denominación  en un vínculo? 

Támara Tenenbaum en el Fin del amor: Querer y coger en el siglo XXI (2019), plantea que el lenguaje no ha avanzado al ritmo de la variabilidad de configuraciones vinculares posibles: no hay palabras exactas para llamar a esas relaciones que tenemos cuando no estamos en una relación (normativa), en inglés se habla de hooking up, lovers o dating. “En el castellano la frase “estoy saliendo con alguien” es muy ambigua. Puede corresponder a un novio de hace varios años, a alguien a quien hemos visto un par de veces o a una persona con quien chateamos hace meses y cogemos cada tanto”.

Tenenbaum agrega que “para Witt no es casual que no encontremos términos precisos para hablar de estos vínculos. En una sociedad en la que la pareja sigue siendo el horizonte de felicidad, quienes no se encuentran en una no quieren hacer un culto de esa situación. Queremos pensar que se trata de provisorio, de un “mientras tanto” mientras esperamos ese amor que nos va a llegar a todos/as por derecho o como una bendición natural”. 

Eva Illouz en El fin del amor: Una sociología de las relaciones negativas (2021) menciona que "si la modernidad temprana y alta se caracterizaban por la lucha en pos de ciertas formas de sociabilidad que prometían liberar el amor, la amistad y la sexualidad de las restricciones morales y sociales, la experiencia emocional de la modernidad conectada parece evadir los nombres de todas aquellas relaciones y emociones llegadas por épocas de relaciones más estables. Las relaciones contemporáneas se terminan, se rompen, se desvanecen y se evaporan, siguiendo una dinámica de elección positiva y negativa que entreteje los vínculos con no-vínculos". 

Ni chonguear ni casi algo

Prefiero no hablar de chonguear ya que "Chongo”, es un vocablo de linaje kimbundu, lo empleaban los tratantes de “marfil negro” para referirse a personas esclavas robustas, dotadas de excelentes condiciones físicas para la explotación laboral, por eso se le categoriza como un concepto discriminatorio y racista. La Academia Argentina de Letras lo define como algo de mala calidad, ordinario y también como hombre con el que se mantiene una relación sexual informal.

Lo cierto es que el concepto de “casi algo” también me resulta poco operativo debido a que da la sensación de que no se llegó a ser nada, una especie de limbo de las relaciones, pero la realidad es que en el mientras tanto, más allá de los etiquetamientos posibles, se sostuvo un vínculo. No llamar noviazgo a una relación no significa que la misma sea inexistente, puesto que es real en tanto compartimos experiencias y creamos una historia común.

Decir que somos “casi algo” ya es decir que somos “algo entero”, el casi le resta entidad, es invalidar o minimizar su existencia. Por otro lado, también se utiliza para equiparar el casi a modo de advertencia de un “no somos nada, no te comas el viaje”. 

¿A qué se debe este cuco a responder al qué somos?

Pareciera que hablar del status de los vínculos da “cringe”. Puede estar muy relacionado a lo que desarrollé anteriormente como “tabú del amor”. Las etiquetas actualmente son vistas como una forma coercitiva. ¿Hay que ponerle título a todo? Probablemente no, habrá personas que las precisen y otras que no, pero considero necesario consensuar límites y acuerdos, echarle claridad al asunto. 

El preguntar acerca de qué somos implicaría, como que querés tener algo semejante a un noviazgo con ciertas características y pareciera que eso asusta, entonces, frecuentemente las personas se quedan calladas para no perder lo que tienen aunque no estén del todo a gusto con eso. Es posible que la otra persona no quiera lo mismo que que nosotras queremos y eso es totalmente válido.

Mirá también: "El tabú del amor se posiciona sobre el del sexo: ¿Es más difícil decir te quiero o proponer sexo?"

En Concha podcast agregan: “Como si tratar al otro como si fuera una persona fuera estar enamorado. El mínimo intercambio humano requiere respeto y eso no quiere decir que estés enamorado. Tenemos tanto miedo de que el otro piense que estamos enamorados que mejor faltarle el respeto para que no se confunda”.

Qué pasa alrededor de la pregunta acerca de ¿qué somos? La no comunicación sostiene la indefinición, y si este vínculo te genera algún tipo de malestar es un indicador para poner en palabras algo de lo que te pasa para poder parar el loop, tomar algún tipo de decisión o al menos despejar ciertas  dudas. 

Etapas de los "casi algo"

Ilse Vélez teoriza las siguientes y se las comparto con algunas adaptaciones: 

1. Interés: período en el que se demuestran interés buscando la atención. Conocerse y hacerse notar tanto en el mundo virtual como en el presencial.

2. Transparencia emocional: la conversación avanza y empiezan a compartirse aspectos más personales y profundos que con otras personas no. Esto hace que se vaya creando un lazo de confianza y empatía (armonización emocional). 

3. Ilusión: Ya te “enganchaste”. Te diste cuenta de que te gusta y hay cosas que te hacen pensar que a la otra persona también le pasan cosas, pero no se avanza mucho más allá de este punto. Altos niveles de idealización. 

4. Fluir: “Sos mi vamos viendo”. Alguna de las partes marca cierta distancia, pone paños fríos. Esto puede generar dudas, inseguridades e impactar en el autoestima de la otra persona.

5. Ansiedad. La situación de incertidumbre suele ser ansiógena, y la otra persona puede comenzar a actuar más distante, con pretextos, disminuirá la atención pero no tan poca como para que la dejes. 

6. Intermitencia: Se suceden entre momentos de reforzamiento positivo o inversión en el vínculo y espacios de ausencia o desinterés. No hay reciprocidad. Pensar o sobrepensar en el presente o futuro del vínculo puede tornarse en un factor ansiógeno. 

7. Cierre o continuidad: Momento en donde se hace presente la famosa “charla incómoda” pero necesaria para clarificar qué busca cada persona y sostenerse en esa etapa, recontratar o bien ponerle fin a la relación. (Des)ilusión, implica la pérdida de una ilusión. 

Estas últimas 3 etapas puede darse como no, los vínculos indefinidos pueden virar a algún status de definición o bien a su disolución. 

¿Los "casi algo" duelen más que los "algo"?

Esto puede ser una modalidad vincular funcional para muchas personas y para otras provocarle algún tipo de padecimiento; por ejemplo el que se da cuando tenés identificado que te gustaría pasar a otra forma relacional, o que te incomoda sostenerte en la actual. 

Gaytán Alcalá señala que “los casi algo se quedaron a casi nada de serlo todo, por lo que las rupturas suelen ser más dolorosas debido a la frustración, a las expectativas y a una sensación de no haber sido suficiente”. ¿Esto es universalmente así? No necesariamente, el padecimiento es subjetivo y particular a cada persona. No podemos definir a priori cómo y cuánto va a sufrir la persona, ni si va a padecer o no. 

Quizás lo doloroso es hacer un duelo por una relación que no se sabe cómo nombrarla, pero la alianza sexoafectiva estuvo allí, puede surgir cierta sensación de vacío y también, a veces, se pone en juego la incertidumbre de qué hubiese pasado si continuaba. 

La sociedad también exige la presencia de determinadas condiciones para nombrarse como pareja, o para tomar en serio un duelo, pareciera que hay contratos más válidos que otros, que suelen correlacionarse sesgadamente con cierta madurez emocional. 

Desde el afuera suelen aparecer comentarios tales como: “No fue para tanto, estás exagerando, no duró tanto tiempo, o no iba tan en serio”. Diana Rivera señala “Estamos en un momento donde las relaciones son más líquidas, menos enraizadas, y más cambiantes y diversas. Pero, desde las nomenclaturas más tradicionales, estas formas distintas no parecen ser validadas con la profundidad e impacto emocional que tienen en quienes las viven. Que alguien tenga un vínculo sin nombre formal, no significa que las personas no se involucren emocionalmente en grados diversos. Aunque ese impacto se invisibilice, ese duelo igual se va a vivir como proceso subjetivo”.

La realidad es que no es el tiempo ni la etiqueta lo que define la relevancia o jerarquía del vínculo, sino las dinámicas, las experiencias y la vivencia singular de cada persona en esa relación. Esto tiene ya una existencia aunque no tenga el título de noviazgo, no se necesita un rótulo para que una situación en la vida te duela. Tenés razones para sentirte así, no las invalides. 

Para ir acabando

Es necesario reflexionar acerca de qué tipo de relación quiero, para cuál estoy disponible, y no dar por sentado que se está yendo en determinada dirección por ciertos indicadores. 

Cuesta muchísimo preguntar, probablemente porque está instalado socialmente que es de “intensas” o que hablar de sentimientos es sólo para determinados vínculos con cierta antigüedad. 

Existe una evitación a preguntar qué somos por las construcciones alrededor del amor romántico. Si para mí no es suficiente el título de casi algo, o lo que me está dando la otra persona, yo puedo decidir qué relación quiero tener. Quizás la otra está cómoda con ese nivel de compromiso. No hay modo de darnos por enteradas de cosas si no preguntamos y mantenemos conversaciones incómodas. 

Indagar, explicitar qué quiero, que no es lo mismo que imponer. No hemos sido socializades para contratar estos aspectos, la mayor parte de la letra chica queda bajo un concepto tácito de suposiciones. Muchas veces esperamos que sea la otra persona la que nos diga dónde estamos paradas/os, pero entonces delegamos la responsabilidad y el poder sobre la otra persona. Tenemos agenciamiento, no podemos exigir lo que queremos, pero sí manifestar a la otra persona cuáles son nuestras preferencias, qué nos resulta valioso, para qué estamos y para qué no. Si la otra persona no puede, no sabe o no quiere, nos comunicará algo al respecto y será nuestra misión tomar decisiones en consecuencia, pero teniendo data de primera fuente. Y si le resulta “intenso” o “un montón”, quizás no sea positivo vincularse con alguien que le parezca "demasiado" comunicarse asertivamente. 

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