Mostrar aquello que somos, y que consideramos valioso de nuestro ser, en lugar de intentar agradar a partir de lo que le gusta a la otra persona o lo que la sociedad valora, reproduce y perpetúa malestares. De eso y más, hablamos en esta columna.
Por Lic. Noelia Benedetto MP 8136. Psicóloga y sexóloga con perspectiva de género. Terapeuta de vínculos sexo afectivos y Lic. Santiago Gagliardo MP Profesor, Psicólogo y sexólogo con perspectiva de género.
¿Qué decimos cuándo decimos cortejo?
El cortejo es la selección y atracción de otra persona con el fin de establecer una relación íntima, la cual suele implicar afecto, sexo, compromiso, cohabitación, matrimonio y/o reproducción.
Desde la sociología, es una interacción social formal, organizada en torno a las restricciones sexuales impuestas por instituciones sociales que ha ido experimentando cambios a lo largo del tiempo. Con la formación de las cortes europeas, el cortejo se identificó con la conducta cortesana y, con el tiempo, adquirió el significado de interacción ritual entre personas con fines sexuales y/o románticos.
Era un marco social para la circulación organizada y ritualizada de los sentimientos, de acuerdo con reglas de expresión, reciprocidad e intercambio que solían estar claras para ambas partes; era un procedimiento que servía para tomar una decisión (emocional, estratégica), o bien para confirmar la decisión previa de explorar sentimientos orientados al matrimonio sobre la base de reglas conocidas bajo condiciones sociales que permitían aumentar la certidumbre.
Más perdidos/as que turco en la neblina
Illouz señala que actualmente las “reglas” del cortejo son vagas e inciertas y a la vez “descansan” en una ética del consentimiento. Mientras que las prácticas tradicionales del cortejo y el noviazgo estaban sujetas a guiones fijos, tanto en lo cognitivo como en lo práctico, los modos de cortejo actuales «desguionan» lo conocido y atentan contra las certidumbres y lo normativo.
Los recursos psicológicos que deben desarrollar las personas en las relaciones sexoafectivas tienen similitudes con los del actor económico que trata de evaluar los riesgos y las ganancias de los valores invertidos en un entorno financiero incierto. Muchas de las relaciones personales giran en torno a la evaluación de las estrategias propias frente a perspectivas inciertas.
Frecuentemente, cuando se enfrentan a opciones múltiples y metas contradictorias, los actores son más propensos a usar detalles irrelevantes, menores o arbitrarios para tomar una decisión como la retirada, porque parece ofrecer la solución más simple al conflicto entre la autoestima, la autonomía y el apego. El abandono y la separación son soluciones para el conflicto inconsciente entre metas, así como para la preservación de la autonomía y la autoestima.
Superficies (humanas) de placer consumibles
Eva Illouz plantea que, en tiempos de Tinder, las ‘apps’ de citas nos convierten en “promesas consumibles de una experiencia sentimental y sexual”. El atractivo sexual se encargó de combinar la sexualidad y el consumo en una sola unidad. Los encuentros cada vez más se estructuraban a la manera de un mercado: un ámbito librado a la competencia, donde el valor se establece en función de la oferta y la demanda.
Entonces ¿qué tipo de valoración nos hacemos al momento de «vender» esa promesa de consumo? ¿Laburamos nuestras fortalezas y las compartimos o nos esforzamos por ser deseables a través de la óptica del deseo de les demás? Y, si hacemos lo último, ¿No nos sentimos muchas veces más alejados/as del objetivo de resultar deseables? es decir, insistir en ser alguien que no somos para gustarle a alguien que cree que somos como nos mostramos, y a quien le gustamos por ello… ¿Cuánto puede sostenerse? ¿Cuánto frustra? ¿Cuánto inseguriza? ¿Cuánto nos hace sentir insuficientes? ¿Qué lugar hay para ser deseantes más allá de resultar deseables?
Podríamos empezar reconociendo que es muy común vender una imagen “atractiva” mostrando capacidad de consumir bienes materiales propios del tener y hacer, como ropa, productos de belleza, fitness, autos, motos, viajes, salidas, etc. y que eso nos genera autoexigencia y ansiedad, en contraposición con la tranquilidad de lo genuino que significa mostrar características propias de nuestra forma de ser. Claro que para experimentar esa tranquilidad es fundamental valorar quienes somos…
Autoconocimiento antes que autobombo
Erich Fromm hablaba de la importancia del autoconocimiento para valorar y expresar lo que somos en lugar de sacrificarse para consumir y mostrar esa “capacidad” de consumo, que no sólo no tiene límites, sino que nos aleja de la posibilidad de conocernos.
Mostrar aquello que somos, y que consideramos valioso de nuestro ser, en lugar de intentar agradar a partir de lo que le gusta a la otra persona o lo que la sociedad valora, reproduce y perpetúa malestares.
Los (des)encuentros sexo afectivos pueden generar experiencias desgarradoras de devaluación, y el hecho de que algunas personas lleguen a buen puerto con su búsqueda no quita que la devaluación se haya convertido en un factor intrínseco de la vida vincular.
Cortejar desde lo valioso para uno/a
A la hora del cortejo es importante considerar que todos/as contamos con fortalezas y debilidades, desarrollamos características que pueden resultar más deseables que otras para cada quien, y que es en función de esas características que consideramos valiosas en nosotres, que resulta más saludable seducir e intentar gustarle a otre. Por el contrario, imposturar lo que carecemos sólo porque hemos hecho una lectura (siempre sesgada, pues la comunicación nunca es directa) de qué puede llegar a ser eso que le agrade a le otre, traerá malestar y conflicto.
Seguramente hemos pensado, más de una vez, que alguien está esperando que seamos geniales, despampanantes y deslumbrantes en algo que esa persona considera valioso y, en realidad, ese otre está esperando a que seamos nosotres mismes para ser elle misme también.
Modo ahorro de energía
Finalmente, dimensionemos la optimización de energía, psíquica y económica, de esta propuesta. En esta suerte de “Lo que ves, es lo que hay” (Charly García), lo genuino rinde más: disminuye la ansiedad y el estrés de descubrir y aparentar lo “atractivo”, porque si resulta atractivo lo genuino es más sostenible en el tiempo, y porque si no resulta atractivo o valorado para otre, mejor saberlo de entrada, para no invertir tiempo y esfuerzo en alguien que no lo pone en valor. Es decir, si a otre le gusta lo más valioso de mí, resulta más sustentable y saludable el encuentro y el cortejo, y si no le agrada, para qué quiero gustarle y estar con alguien que no valora lo que considero más valioso de mí.
Cada cual con su esquema…
Entonces cada persona, con su esquema, utilizará su recurso más valioso. Así como disponemos de una personalidad irrepetible, también podemos desarrollar una modalidad singularísima y particular de cortejar, para relacionarnos con quienes sepan apreciar aquello que podemos ofrecer desde el disfrute y lo genuino. “El secreto no es correr detrás de la mariposa, es cuidar el jardín para que ellas vengan hacia tí». O como dice un grande:
A veces vas
Perdiendo el compás
A veces vas
Brillando junto a los demás
Creés encontrar todo
Y no encontrás nada
Lo que ves es lo que hay (Charly García, 1998).