Resaltadas

¿Por qué gritan esas mujeres?

El viejo y el hijo se abrazan y se perdonan, la vida de la mujer ya no importa, pagó por sus errores y ahora solamente importa su recuerdo. Por Cristian Montú Hace algunos días encargué una tarea a mis estudiantes, debían escribir un cuento de terror basándose en las principales características del Romanticismo: ambientes sórdidos […]

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El viejo y el hijo se abrazan y se perdonan, la vida de la mujer ya no importa, pagó por sus errores y ahora solamente importa su recuerdo.

Janet Leigh en Psicosis - Fuente: Diario La Tercera.
Por Cristian Montú

Hace algunos días encargué una tarea a mis estudiantes, debían escribir un cuento de terror basándose en las principales características del Romanticismo: ambientes sórdidos como cementerios y casas tenebrosas, mujeres que oscilan entre lo angelical y lo demoníaco, hombres cuya voluntad y destino queda subordinado al accionar de dichas mujeres. 

Algunos se esforzaron más que otros, algunos ni se inmutaron. Una de las chicas de la clase comenzó a leer su versión, algo en su historia sonaba familiar. Haciendo memoria me di cuenta que se había “inspirado” casi en su totalidad en un recitado popular.

Un hombre viejo, le cuenta a otros cómo durante muchos años guardó un secreto: asesinó a su mujer por haberla encontrado en los brazos del amante. Mujer y amante fueron asesinados y sus cadáveres escondidos por el viejo. El relato sigue. En el grupo que oye atento se encuentra el hijo del viejo con la mujer.

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Al enterarse de la terrible muerte que le han dado a la madre el hijo, según la canción, atina a hacer una sola cosa: corre a abrazar al viejo y decide perdonarlo pues todo lo hizo en nombre del amor y el sufrimiento. Así termina el recitado, así termina también el cuento de mi alumna. 

Más allá de las similitudes entre el cuento y el recitado, queda flotando en el aula algo sustancial, ineludible: no importa si la historia cumplió con los requisitos, a la mayoría nos queda impregnada una sensación de crimen e impunidad que se replica en la actualidad. El viejo y el hijo se abrazan y se perdonan, la vida de la mujer ya no importa, pagó por sus errores y ahora solamente importa su recuerdo.

Por qué gritan esas mujeres: "Unos cuántos piquetitos" por Frida Kahlo - Fuente: Wikipedia.

Las calles de este pueblo, como en muchos otros, tampoco están exentas de femicidios atroces. Por ejemplo, en febrero de 2007 Mario Rivolta denunció la desaparición de su esposa, no estaba, se había ido. Con el correr de los días se descubrió que él mismo la había asesinado, tirándola en un aljibe. En los medios de comunicación locales no queda registro alguno del hecho, en los nacionales sí y todos se hacen eco de algo que se comentaba por esos días: ambos eran muy “conflictivos” y eran comunes sus peleas dentro y fuera del hogar.

Crímenes de provincia

En “El desapego es una manera de querernos” Selva Almada reúne relatos con aires de provincia, relatos atravesados por la vida en familia y la violencia que muchas veces eso implica. Una de las historias es un hecho verídico: El 16 de noviembre de 1983 una joven estudiante aparece muerta en su cama con una puñalada en el corazón. La muerte de Andrea sacude al pueblo en que vivía, San José (Entre Ríos).

Hay sospechosos, pero al mismo tiempo ninguno está directamente incriminado y entonces sucede lo natural en todo pueblo: el chisme que duerme aletargado a la espera de algún suceso que lo requiera surge cargado de versiones, comienza a circular de aquí para allá. Las elucubraciones no paran: “Se habló de magia negra, secta satánica, narcotráfico, prostitución, un amante celoso.”

 "El desapego es una manera de querernos" de Selva Almada - Fuente: Cristian Montú.

Frente a la aparición de una mujer muerta en su cama y sin culpables aparentes a la vista la imaginación de la gente corre hacia el lado opuesto de la realidad: entre ellos hay un asesino, un femicida y a nadie pareciera importarle.

En ese entonces Selva Almada tenía trece años y el asesinato de Andrea le abre los ojos, dice ella misma en el relato: “...me llegó una revelación. Mi casa, la casa de cualquier adolescente, no era el lugar más seguro del mundo. Adentro de tu casa podían matarte.”

Tanto el caso de Andrea como el de María Luisa Quevedo (Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco) y el de Sarita Mundín (Villa Nueva, Córdoba) son abordados con más detenimiento en “Chicas muertas”, donde Selva hace un recorrido por los pueblos donde tres mujeres jóvenes fueron asesinadas en los ochenta y no hay culpables ni detenidos por los hechos, tres crímenes que continúan impunes hasta la fecha. 

Cometierra

La primera novela de Dolores Reyes transcurre en el conurbano bonaerense. Cometierra es una adolescente cuya madre fue asesinada, ella y el hermano quedan a cargo una tía que vive la responsabilidad como una carga. Su sobrenombre es literal: le gusta comer tierra. Primero comerá tierra porque a los demás les desagrada pero con el tiempo lo hará porque será la forma que encuentre para comunicarse con “Otros, que ya fueron”.

Durante el día y la noche irán apareciendo en el frente de la casa de la adolescente botellas con tierra de personas desaparecidas, personas buscadas solamente por sus familiares ya que la policía y el estado han abandonado la tarea hace rato, ella lo sabe e intentará ayudar como pueda, a su modo: “...los que buscan a una persona tienen algo, una marca cerca de los ojos, de la boca, la mezcla de dolor, de bronca, de fuerza, de espera, hecha cuerpo. Algo roto, en donde vive el que no vuelve.”

"Cometierra" de Dolores Reyes -  Fuente: Cristian Montú.

Mientras la protagonista como tierra y se comunica con aquellos y aquellas que atravesaron el umbral de la muerte, vive una adolescencia que está lejos de ser idílica pero que está plagada de momentos de encuentro con su hermano, su única compañía a partir de ahora. 

Cometierra se da cuenta de algo:“Una casa también podía morir”. La realidad le cae ante los ojos, esa casa que habitaba junto a su madre ha dejado de ser un hogar y es apenas un lugar para dormir y comer mientras la situación lo permita. 

Olvidadas

La violencia hacia las mujeres existe en las grandes ciudades y en los pueblos más ínfimos y remotos del país, pero en las localidades más chicas los crímenes (o sus intentos) se viven de manera diferente. Muchas -por no decir muchísimas- veces las muertes de mujeres víctimas de femicidios quedan impunes o reciben condenas irrisorias que rozan la burla. Los familiares directos de las víctimas conviven entonces con los femicidas o con los familiares de estos.

Las muertes violentas que hay detrás de los femicidios generan indignación y rechazo generalizado, pero si una mujer sobrevive debe cargar con el estigma: algo habrá hecho, ella lo engañaba, era la amante, etc. La mujer, al menos en los pueblos, deberá sobrevivir hasta que el hecho se pierda en la memoria colectiva con el paso del tiempo.

A propósito de las textos mencionados en la columna -disponibles en librerías y bibliotecas populares- hay un poema de Susana Thénon que da inicio a la obra de Selva Almada, un poema sobre el que no hace falta aclarar nada, un poema que dice:

"Esa mujer ¿por qué grita? andá a saber mirá que flores bonitas ¿por qué grita? jacintos, margaritas, ¿por qué? ¿por qué qué? ¿por qué grita esa mujer?".

Susana Thénon

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