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Yo no creo en brujas, pero que las hay, las hay

En la zona oeste, por ejemplo, una cabeza de chivo adulto corona el centro de una vasija de cerámica y la rodean botellas de whisky, muchas monedas, cartuchos de munición múltiple, velas negras y rojas, sangre. Por Cristian Montú El viaje hasta una de las escuelas donde trabajo dura aproximadamente cuarenta minutos. Para llegar hay […]

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En la zona oeste, por ejemplo, una cabeza de chivo adulto corona el centro de una vasija de cerámica y la rodean botellas de whisky, muchas monedas, cartuchos de munición múltiple, velas negras y rojas, sangre.

Ofrenda encontrada en un camino de la ruta en Córdoba.
Ofrenda encontrada en un camino rural cercano a Porteña (Cba). Autor desconocido

Por Cristian Montú

El viaje hasta una de las escuelas donde trabajo dura aproximadamente cuarenta minutos. Para llegar hay que atravesar varios kilómetros de campo y en el camino siempre pueden verse animales típicos de la zona. Una vez, tras una inundación importante, vi un grupo de flamencos en medio de una laguna nacida e improvisada en el centro de lo que había sido un potrero sembrado con soja.

Esta vez nada llama mi atención, sin embargo cuando estamos entrando al pueblo veo atado a una estaca un chivo negro que pasta cerca de unos silos gigantes. Mi mente lo asocia inmediatamente a unas fotos que meses atrás eran enviadas de grupo en grupo por Whatsapp. El chisme, la novedad se dispersa: en caminos rurales cercanos al pueblo aparecieron gualichos, macumbas.

En la zona oeste, por ejemplo, una cabeza de chivo adulto corona el centro de una vasija de cerámica y la rodean botellas de whisky, muchas monedas, cartuchos de munición múltiple, velas negras y rojas, sangre. A juzgar por las imágenes, parece que alguien ya se ha encargado de profanar la ofrenda.

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La aparición de los gualichos (hechos y actos asociados a la práctica de maleficios contra una persona) en lugares tan visibles llama la atención porque no es habitual encontrarlos por ahí. No faltan quienes aseguran que solamente pueden verse en el cementerio o incluso que pueden estar enterrados o escondidos en las casas de los afectados por estos trabajos de magia negra.

El tema vuelve una y otra vez a mis pensamientos. Recuerdo haber leído alguna vez que cuanto mayor es el tamaño de la ofrenda y el sacrificio que se le hace a la entidad que se hará cargo del pedido, mayor es la gravedad de lo que se le pide. No tengo manera de confirmar que así sea porque cuando se trata de gualichos y curanderas que los hagan, nadie conoce una que se dedique a la magia negra; estas mujeres que tratan con espíritus y demonios viven en otros lugares, en las afueras.

La iniciación

¿Cómo se inician las brujas en su oficio de intermediarias entre el mismísimo diablo y los mortales de este mundo? Jorge Accame imaginó y reescribió algunas de las historias más populares sobre brujas. En el relato incluido en “Antiguos cuentos de brujas” (Edhasa, 2015) podemos ser testigos del devenir de la protagonista, una de las famosas brujas mencionadas en Macbeth (Shakespeare), en hechicera consagrada.

La joven aprendiz de bruja acompaña a su mentora a lo profundo del bosque y es ahí donde descubre algo que la sorprenderá: “Esa tarde acompañé a Froggy a los nidos de pájaros abandonados donde criaba sus penes.” La joven bruja no duda en preguntar con qué propósito criaban penes y la respuesta no se hace esperar “...primero hay que esperar a que crezcan; cuando están grandes, se busca una mujer fértil y saludable y a los seis meses nace un monstruo fiel al demonio.”

Tapa del libro "Antiguos cuentos de brujas" de Jorge Accame.
"Antiguos cuentos de brujas" de Jorge Accame. Foto: Cristian Montú

Estas brujas serán las encargadas de llevar a grandes hombres de la historia hasta los límites de la vida y la muerte, una vez cruzado ese límite ellas se encargarán de cortarles sus penes para seguir criando demonios.

Gualicho

Hace poco tiempo atrás, durante un fin de semana largo, el recuerdo de los gualichos aparecidos en el pueblo volvió con fuerza al leer la novela (De Parado, 2016) de Gael Policano Rossi. Daniel, el protagonista, abre la puerta de su departamento y se encuentra con una caja: “El gualicho estaba en una caja de madera: adentro había una copa rota llena de sangre, pétalos de rosas y un huevo tipo de codorniz envuelto en gasas.”

Daniel no lo piensa dos veces y busca esa caja, la deja por ahí y se sienta a hacerse una paja mientras ve porno. Manolo, compañero de departamento será quien le pida que se deshaga de esa porquería, que la tire. La caja termina en el tacho de la basura.

Tapa del libro "Gualichos" de Gael Policano Rossi.
"Gualicho" de Gael Policano Rossi. Foto: Cristian Montú

Dentro de la caja el huevo eclosionará para darle paso a una culebrilla pequeña, morada y amarilla que irá arrastrándose por el departamento hasta llegar a su destino: “la culebrilla cruzó la raja de su culo raudamente y metió su cabeza hasta estrellarse contra el ano.”

Una vez metida en su nueva morada, la culebrilla hará su trabajo. Daniel, típico hombre hetero cis impune y ajeno a las consecuencias de su accionar sexual y afectivo, descenderá a los infiernos a través de la sodomía y la humillación donde quiera que la culebrilla le pida que así sea.

¿Saldrá vivo Daniel de este gualicho?

Temporada de huracanes

“Le decían la Bruja, igual que a su madre: la Bruja Chica cuando la vieja empezó el negocio de las curaciones y los maleficios, y la Bruja a secas cuando se quedó sola.” Si de brujas y macumbas se trata, una de las mejores novelas escritas y publicadas hasta el momento es Temporada de huracanes (Random House, 2018) de la autora mexicana Fernanda Melchor. La historia comienza con el cadáver de la bruja flotando en un canal cercano al poblado donde habita y a partir de ese instante, distintas voces irán construyendo un relato que permitirá a los lectores conocerla.

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Conseguir el libro no es tarea sencilla pero vale la pena. En las afueras de un pueblo mísero y en ruinas, donde abundan la pobreza y la violencia, viven la Bruja y su madre; de la madre la gente dice muchas cosas: que mató al dueño de la casa que habita, que mantiene relaciones con el diablo a cambio de favores, que se robó esa hija escuálida y sin gracia que la acompaña.

Tapa del libro "Temporada de Huracanes" de Fernando Melchor
"Temporada de huracanes" de Fernanda Melchor. Foto: Cristian Montú

Cuando la Bruja Madre comienza a envejecer prematuramente será la Bruja Chica quien se haga cargo del negocio de maleficios y brebajes. Un buen día, tras un deslave que azota la zona, la madre desaparece y en la casa queda la hija. Por un tiempo nadie se le acercará, sin embargo las prostitutas de los locales de la ruta harán el sacrificio de cruzar la reja que protege la casa de la bruja e irán en busca de su ayuda, en busca de su poder para atraer o repeler hombres, para eliminar de sus vientres las semillas no deseadas que les han dejado antes de huir.

Fulanas y pirujas serán las únicas en desear justicia para la Bruja: “...pobre loca, ojalá que de menos sí agarren al chacal o los chacales que le rebanaron el cuello.”

La novela no puede dejar de leerse, literalmente. No hay párrafos y el texto crece y se agranda y atrapa como un huracán del que no podremos salir indemnes. Por momentos se puede sentir la falta de aire porque así lo requiere la historia y así lo requieren también sus personajes.

Curanderas

A raíz de la columna le escribo a una amiga para que me reenvíe las otras fotos de los gualichos, ella misma se encontró una de las ofrendas mientras caminaba por el campo: botellas de whisky, cabeza y plumas de un gallo, más monedas y más sangre.

Me dice que se va a fijar, finalmente las rescata de un chat viejo. Una vez que me envía las fotos que le pido decide eliminar cualquier rastro de ellas de su celular. En el fondo el miedo a cualquier represalia hace efecto, no le interesa recibir ningún castigo por profanadora. 

Ofrenda encontrada en un camino rural cercano a Porteña (Cba). Autor desconocido

Observo las fotos y me maravilla el nivel de detalle que cada trabajo requiere y la puesta en escena que hicieron quienes buscaban obtener algo. Del gualicho con la cabeza de chivo algunos dicen que podía verse entre las monedas y la sangre papeles con el nombre de un hombre del pueblo, el cual permanecerá en el anonimato… ¿Querían amarrarlo para siempre, alejarlo o simplemente eliminarlo? Nadie puede responder con seguridad.

Incluso dentro de mi propia familia no faltan las acusaciones de brujerías y visitas a curanderas. En lo que a mí respecta, hay días en los que descreo y me burlo de todo, y hay otros días en los que pienso que quizás haya algún hechizo en marcha sobre mi destino. Ya lo dice el refrán: Yo no creo en brujas, pero que las hay, las hay.

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