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¿Por qué escasea la representación de cuerpos en la moda?

La diversidad de cuerpos en la moda es uno de los temas más abordado en los últimos años. La sociedad reclama más representación. Que los cuerpos que vemos cotidianamente en publicidades, medios de comunicación y plataformas virtuales reflejen a  los cuerpos reales. No solo porque lo que no se representa parece no existir, sino porque […]

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La diversidad de cuerpos en la moda es uno de los temas más abordado en los últimos años. La sociedad reclama más representación. Que los cuerpos que vemos cotidianamente en publicidades, medios de comunicación y plataformas virtuales reflejen a  los cuerpos reales. No solo porque lo que no se representa parece no existir, sino porque si lo único que vemos son cuerpos hegemónicos, entonces son los únicos qué merecen vestir, crear estéticas y ser deseados.

Iris Apfel. Icono de la moda

Por Sol Cortez, diseñadora de indumentaria

La moda como espacio creativo y cultural es de los más cuestionados, y con justa razón ya que se encarga de reproducir normas que alcanzan e intervienen cotidianamente nuestras vidas y nos condicionan a seguirlas para encajar en su sistema.

Sociólogos que se dedican al estudio de la moda coinciden en que el deseo y la sensualidad son dos rectores fundamentales a la hora de elegir cómo nos vemos y qué elegimos usar. Quién no piensa en el deseo de verse bien y sentirse cómodo con lo que usa. Esa sensación de gratificación con uno mismo pero también es reafirmación frente a una sociedad que exige y establece reglas a cumplir.

Este deseo de vernos bien está condicionado por ciertas reglas, que son arbitraria, pero que al mismo tiempo comparten un código tácito. En una primera instancia pareciera que lo desconocemos pero si se piensa en profundidad, esté código se ha perpetuado a lo largo de la historia y comparte ciertos denominadores comunes: la belleza como un bien social, la juventud como factor indispensable y la exclusividad.

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¿Pero, quién las inventó o cómo se establecieron hasta el día de hoy? Durante el período de monarquías, las reglas suntuarias son las primeras que se registraron como parámetros para establecer quiénes y cómo debían vestir. Con el objetivo de perpetuar el estatus quo de una élite dentro de las cortes reales, se decide que monarcas y sus cortes son los únicos que podrán acceder al privilegio de vestir como deseen pero cumpliendo ciertas normas que permitan diferenciar los estratos dentro de la misma. Aquí presenciamos el nacimiento del concepto de exclusividad en la moda, y que a lo largo de la historia irá mutando, pero siempre va a estar íntimamente relacionado al poder económico y la diferenciación entre distintas castas, estratos o clases.

Susan Sontag, escritora y filósofa estadounidense,

Por otro lado, nos encontramos con la belleza como bien social. Pero este bien social es uno al que las mujeres estamos obligadas a reproducir y consumir, mientras que los hombres sólo a consumir y perpetuar. En ese sentido Susan Sontag, escritora y filósofa estadounidense, en el ensayo publicado por Vogue (paradójicamente), titulado: Belleza de mujer. Escribe: “Los privilegios de la belleza son inmensos”, dijo Cocteau. Para estar seguros, la belleza es una forma de poder. Y con razón. Lo lamentable es que es la única forma de poder que la mayoría de las mujeres son alentadas a perseguir. Este poder siempre es concebido en relación al hombre; no es el poder para hacer, sino para atraer. Es el poder que se niega a sí mismo. Porque este poder no es aquel que puede ser elegido con libertad—al menos, no por las mujeres— o renunciado sin alguna censura social.

Está claro entonces que para las mujeres las exigencias son altísimas, sin embargo, nada de lo que hagamos será suficiente. Porque la belleza como bien es completamente limitada. Es efímero ya que sólo se le permite la categoría de lo bello a lo joven, y este aspecto es el menos cuestionado dentro de las críticas que, bien merecidas se le atribuyen a la moda. Es recién en el último tiempo que comienzan a verse rostros y cuerpos que envejecen. Sólo algunos, como también son pocos los cuerpos diversos y de talles reales que se ven representados. 

La vejez está poco explorada en todos los aspectos de la sociedad pero en la moda recalcitran esos cuerpos hegemónicos que nos invaden cotidianamente y con mucha fuerza. Porque nos necesitan comprando para sentirnos jóvenes y bellas. Esa normatividad que espanta pero que al mismo tiempo narcotiza es la que los feminismos, pero principalmente la última ola han cuestionado y puesto en evidencia. Y con la ayuda de las redes sociales, de alguna forma hackeamos al sistema, mostrando que hay cuerpos marrones, gordos, trans, cabellos canosos, arrugas, granos, estrías, narices grandes, dientes torcidos, cicatrices y amputaciones. Y que por supuesto existen otras formas de mirarnos y mostrarnos ante el mundo, que existe la diversidad sexual y que no sólo puede haber narrativas y estéticas sexualizantes    

Está claro que el mundo de la moda no quedó exento de estas demandas. Y a fuerza de cancelaciones, han realizado escasos cambios. Se podría decir que son casi insignificantes los avances, editoriales y marcas centenarias tuvieron que redefinir las formas de reproducir la moda en un mundo que ya no tolera ciertas prácticas. Y fue gracias al despertar de mujeres que pedían más representación para futuras generaciones y por un presente sano y respetuoso con uno mismo y con el otro. 

Los discursos violentos y la cosificación siguen existiendo, no podemos negarlo ni subestimarlo. Siempre han existido personas diversas, lo que no se había hecho era mostrarlas en marquesinas y escaparates. Y si bien asoman ciertas estéticas que irrumpen y se atreven a mostrar lo que existe, aunque cueste son cada vez más las marcas y diseñadores emergentes los que se inclinan por esta perspectiva. Lo que necesitamos es que este imperativo pase del plano de la vanguardia al plano de lo normativo.  

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