Día del lector: «Entre más difícil es el contexto, entre más violento, más vital resulta mantener espacios para el respiro, el ensueño, el pensamiento, la humanidad. Espacios donde mantener la propia dignidad».
Por Cristian Montú
Parece difícil, y hasta inoportuno, hablar hoy de la urgencia de la lectura, de la celebración de los libros y de la protección de los espacios que la propician. Parece inoportuno porque la realidad está sometida al gran debate público que intenta determinar ciegamente: ¿Qué es más urgente? ¿Qué deberíamos olvidar y dejar para después?
El debate hace que vuelva al mismo libro siempre que quiero reflexionar sobre mis prácticas como lector, en Lecturas: del espacio íntimo al espacio público (FCE, 2018) la antropóloga francesa Michele Petit indaga sobre la influencia de la lectura a lo largo de su vida. Entre tantas observaciones y comentarios, hay un fragmento que sin dudas se refleja en la situación actual del país:
“…entre más difícil es el contexto, entre más violento, más vital resulta mantener espacios para el respiro, el ensueño, el pensamiento, la humanidad. Espacios abiertos hacia otra cosa, relatos de otros lugares, leyendas o ciencias. Espacios donde volver a las fuentes, donde mantener la propia dignidad.”
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A la creciente violencia política, social y económica del entorno, donde la lectura pareciera quedar relegada -cada vez más- a ciertos sectores “acomodados” de la sociedad, se suman los aumentos desmedidos al papel para producir libros (aumentos por sobre los altos índices oficiales de inflación).
Y es frente a este panorama desolador que deben tomarse todas las acciones necesarias para proteger a los libros ya las instituciones como bibliotecas populares y centros culturales, acciones que aseguren la supervivencia de estos espacios en tiempos turbulentos donde los lectores puedan mantener la propia dignidad.
Ensayar la lectura
María Moreno es periodista, narradora y crítica cultural, es considerada una de las más grandes cronistas y ensayistas de habla hispana de nuestra época. En 2002 obtuvo la renombrada beca Guggenheim. En su perfil biográfico de la Revista Anfibia ella cuenta que, por una cuestión de censura durante la última dictadura, los periodistas escribían en un estilo barroco que les permitía decir y no decir al mismo tiempo.
Lectora voraz, María Moreno suele escribir ensayos y artículos periodísticos que reflejan esas lecturas y sus influencias en su trayectoria lectora. En entrevistas reconoce con asiduidad que nunca está leyendo un libro en el momento porque cuando comienza a leer uno, no para hasta terminarlo.
Subrayados: leer hasta que la muerte nos separe (Mardulce, 2014) reúne varios ensayos de la autora publicados durante años en la revista Debate y el diario Página/12. A todos los atraviesan reflexiones en torno a la lectura y la escritura. En el ensayo que le da título al libro María reconstruye su camino lector desde que era niña: “No recuerdo una época en la que no leyera” reconoce.
Entre recuerdos falsos y recuerdos verdaderos, la autora se mira a sí misma primero recibiendo la literatura de forma resumida y adaptada, para después zambullirse de cuerpo entero en los diarios y autobiografías de autoras como Virginia Woolf y Katherine Mansfield buscando no solamente sentirse identificada con ellas, sino también la comprensión individual del dolor.
A la luz de frases hechas, que suelen perder todo significado, María Moreno recuerda en este ensayo como lloró de emoción en la primaria cuando una compañera con sobreedad, debido a la repitencia, una mañana logró unir las letras y leer sus primeras palabras de corrido: “Vagamente comprendí la fuerza del momento, como María Amalia entraba realmente en el campo de la libertad.”
¿Cómo le gustaría morir a María Moreno? Por supuesto que, como a todo lector, leyendo: “Me gustaría morir leyendo (…) No desearía a mi lado la vigilancia ansiosa de parientes y amigos sino unas últimas líneas que me transportaran como siempre, más allá…”
Teléfono descolgado
En el libro Animales (Adriana Hidalgo editora, 2017) de Hebe Uhart hay una crónica que registra la visita que hace la autora junto a Martín Castagnet a la reserva de Horco Molle en Tucumán. Dice Hebe:“Martín le compró a su abuela un libro sobre aves argentinas y Marcela me regaló una postal donde está el mono araña. Tiene un flequillo interesante y unos ojos luminosos, como recién inaugurados.” Y esa crónica va a inspirar el título del último libro de Martín, un libro que es un homenaje a su abuela Elsa.
Marín Felipe Castagnet nació en La Plata en 1986. Obtuvo un doctorado en literatura en la Universidad Nacional de La Plata. Es editor de la revista Orsai. Su primera novela, Los cuerpos del verano, ganó el Premio a la Joven Literatura Latinoamericana Saint-Nazaire MEET. En 2017 fue incluido en la lista de Bogotá39, que se encarga de resaltar a los autores latinoamericanos menores de 40 años más destacados.
“Todas las noches, cuando se está haciendo la hora de dormir, pienso: me está por llamar mi abuela” así comienza Unos ojos recién inaugurados (Vinilo Editora, 2023) y es que durante quince años Martín y su abuela hablaron por teléfono cada noche. Y de esas conversaciones, hechas también de audios y fotos, el autor tomó las palabras para construir un recuerdo -quizás en vano- que salve el vínculo con Elsa de las garras del olvido.
Este pequeño ensayo de pocas páginas es un retrato conmovedor sobre los vínculos familiares y la extraña forma en que podemos elegirnos con libertad a pesar de las obligaciones impuestas socialmente. Martín pregunta “¿Qué significan las abuelas para el resto?” y es que para él, Elsa era una lectora con una biblioteca monumental, una compañera de clases de idiomas, una mujer aferrada a la vida por medio del desorden del pasado.
Con la muerte de Elsa, el teléfono quedó descolgado para siempre. El diálogo del presente con el pasado, y abierto hacia el futuro, es una posibilidad para Martín. Cualquiera de estas noches el teléfono podría volver a sonar y la conversación entre Elsa y Martín podría continuar hasta altas horas de la madrugada.