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La vida después de la dictadura: “Yo digo que a mí no me aceptan, me toleran”

La historia de Susana Pagliero es también la historia de muchas otras mujeres presas por su militancia política. Ella regresó al pueblo del que tanto había querido huir. Volvió y se adaptó sin perder su esencia ni sus ideales. Desde las orillas se fue arrimando y sentó las bases de la memoria colectiva de este […]

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La historia de Susana Pagliero es también la historia de muchas otras mujeres presas por su militancia política. Ella regresó al pueblo del que tanto había querido huir. Volvió y se adaptó sin perder su esencia ni sus ideales. Desde las orillas se fue arrimando y sentó las bases de la memoria colectiva de este pueblo.

Susana Pagliero - Foto: Archivo Histórico Municipal de Porteña.
Por Cristian Montú

Es marzo y la mañana transcurre tranquila mientras estoy yendo a encontrarme con Susana Pagliero, ella es la única porteñense perseguida y detenida durante la última dictadura cívico-militar, su marido Carlos Patrignani fue desaparecido y asesinado.

En una entrevista del 2021 que puede encontrarse y verse online, Susana recuerda cómo se conocieron. Una charla que -un levante diría ella- comenzó en un colectivo interurbano de la ciudad de Córdoba y que seguiría en  la pensión donde vivía. Susana estudiaba ingeniería química y Carlos, abogacía. Después de un intenso noviazgo, cuando ambos ya militaban en el partido Vanguardia Comunista, Carlos le informó a Susana que debían trasladarse a Jujuy, donde él oficiaría como abogado asesor del Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar del Ingenio Ledesma (Libertador General San Martín). Antes de marcharse se casaron por civil aunque los padres de Carlos habían puesto el grito en el cielo.

Una tarde de 1974, cuando aún gobernaba Isabel Martínez de Perón, Carlos fue detenido y por algunos meses las cosas se mantendrían sin sobresaltos entre visitas y cartas, pero llegado el momento, tras el golpe del 24 de marzo de 1976, él le pidió a Susana que se marchara, que volviera a Porteña, donde estaría a salvo.

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Sintiendo que esa sería la última vez que vería a Carlos cara a cara, Susana volvió al pueblo que indirectamente la había expulsado y del que ella también había querido huir. El señalamiento y el estigma eran evidentes, explícitos. Abundaban los que se codeaban cuando la veían en la calle y susurraban despectivamente “ahí va la Pagliero”, sin embargo nunca nadie se atrevió a decírselo de frente, en la cara. “Yo tenía el pelo cortito, el rumor era que ya me habían detenido, ése era el corte de la cárcel, le decían a mi papá y a mi mamá, a mí nunca me dijeron nada.”

Tras recibir una carta de Carlos donde daba a entender que la situación era de gravedad, Susana vuelve a Jujuy acompañada por familiares de su marido para buscar información y termina siendo detenida. Los familiares de Carlos no se tomarían la molestia de avisar a los padres de Susana hasta varios días después de sucedida la detención.

El infierno después del infierno

Susana estuvo presa trece meses y sufrió abusos y torturas de todo tipo. Mientras ella padecía en la celda, su papá procuraba viajar cada mes para verla y padecía fuera de la cárcel ya que al principio le negaban la posibilidad de reunirse.

Una mañana quedó libre, le entregaron sus pertenencias y le aclararon que siempre habría una bala disponible para ella si contaba algo de lo vivido ahí dentro. Estaba sola, su papá la había estado esperando desde hacía una semana, pero lo tenían a las vueltas, que sí que no y finalmente se quedó sin plata y tuvo que volver al pueblo. Ella compró un pasaje para volver en tren, una medialuna y un libro.

Si antes la miraban raro y comentaban a sus espaldas, ahora la situación había recrudecido. La mayoría de los rumores que circulaban seguían llegando a través de sus padres. No la aceptaban en ningún trabajo, la gente se cambiaba de vereda cuando la veían venir y procuraban saludarla con la mayor distancia posible. Se dijo de todo: que era una guerrillera, una subversiva, una comunista que mataba milicos, que había tenido un hijo y que un hombre con campera de cuero andaba recabando datos sobre ese hijo ficticio.

Carlos Patrignani, última foto tomada por Susana -  Foto: Archivo Histórico Municipal de Porteña.

Hubo entonces un tiempo en que estuvo encerrada y aislada, en completa soledad. No quería salir pero tampoco podía seguir dentro de su casa. Lentamente algunas personas se le fueron acercando, le pidieron que diera su testimonio en colegios, realizó trabajos rescatando la historia local de viejos archivos y en la radio del pueblo le brindaron un espacio que le permitió llegar a mucha gente que desconocía su historia: “En mis charlas siempre aclaro que no son para que se vuelvan comunistas o ateos, sino para que sepan que el Estado nunca debe violar tus derechos.”

Por supuesto que también hubo rechazos: curas y directivos de escuelas que advertían sobre su persona y los peligros de su ideología, llamadas anónimas pidiéndole que se fuera a otro lado, incluso llegaron a dejarle una foto de Pinochet en la puerta de su casa.

Informe sobre una mujer

La historia de Susana es también la historia de muchas otras mujeres presas por su militancia política. La novela La mujer en cuestión es una obra escrita por María Teresa Andruetto y refleja con una fidelidad que a veces asusta, la vida de Eva Mondino, una mujer ficticia que tranquilamente podría caminar entre nosotros.

Eva nace en un pueblito del interior de Córdoba y cuando tiene la edad suficiente se marcha a la ciudad para estudiar. Allí conoce a Aldo, su primera pareja, y con él comenzarán las intervenciones en política. Aldo desaparece, Eva es detenida y lo que acontece en ese periodo de tiempo será el eje que guíe al narrador.

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Los hechos son narrados por un supuesto investigador a quien un mandante anónimo le ha solicitado que confeccione un informe detallado sobre Eva. Es un trabajo que el investigador tratará de realizar de la manera más objetiva posible y para eso recopila testimonios de amistades, familiares, ex parejas y conocidos de la mujer en cuestión, pero los problemas no tardan en aparecer: “...el mayor inconveniente que a este informante se le presenta es el descubrimiento, tal vez obvio a los ojos del mandante o de los potenciales lectores de este informe (...) de que una persona es en realidad muchas…”

"La mujer en cuestión" de María Teresa Andruetto.

Cada testigo le dará una versión de Eva diferente a la de los demás. Era buena, era mala, era egoísta, tuvo o no tuvo un hijo durante su detención, Aldo era o no era el padre de ese hijo. Los testimonios orales además de crear un retrato de Eva, dan cuenta de las formas de proceder y pensar de la sociedad civil durante la dictadura. La  novela es un retrato de la época sin caer en golpes bajos y estar escrita en clave de informe la hace atractiva e interesante desde la primera línea.

El relato viene y va en el tiempo, presente y pasado se entremezclan. Eva antes y después de su detención. Eva volviendo a su pueblo para establecerse y vivir en los márgenes de esa pequeña sociedad donde el estigma se magnifica. 

Las respuestas a los interrogantes que el informante se plantea solamente pueden conocerse leyendo la novela y adentrándose en las voces de todos aquellos que conocieron y conocen a Eva. En palabras del narrador: “...quien redacta este informe tiende a considerar que han existido tantas Evas como testigos la nombran, tantas como personas la conocieron y hablaron de ella.”

Memoria

Una vez terminado el informe sobre Eva Mondino, la mujer en cuestión, el informante adjunta pruebas y testimonios presumiblemente para enviárselas a quien le ha encargado la tarea. Allí quedan los personajes atrapados en la ficción, repitiendo sin cesar hechos y palabras.  

Susana regresó al pueblo del que tanto había querido huir. Volvió y se adaptó sin perder su esencia ni sus ideales. Desde las orillas se fue arrimando y sentó las bases de la memoria colectiva de este pueblo. Participó en la fundación del Museo Histórico Municipal y del Archivo Histórico Municipal, que sigue dirigiendo en la actualidad. También se hizo cargo junto a otras mujeres de la reactivación de la Biblioteca Popular Porteña.

Vista de la Casa para la Memoria y la Cultura «Dr. Carlos Ernesto Patrignani» - Foto: Daniel Spada.

El recuerdo de Carlos, su compañero, sigue intacto en su memoria y en la de Porteña, donde se erige la Casa para la Memoria y la Cultura «Dr. Carlos Ernesto Patrignani», espacio donado por Susana para que sea destinado a la realización de actividades culturales que fortalezcan la memoria colectiva.

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La charla se termina, las tareas pendientes dentro del archivo la llaman pero antes de irse Susana hace una última acotación sobre su vida en Porteña: “Yo digo que a mí no me aceptan, me toleran. Me aman o me odian, es así conmigo.”

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