Resaltadas

¿Jugamos?: en busca del placer lúdico sin remordimientos

La importancia del juego en todas las edades y cómo abrazar una actividad innata que enriquece nuestra vida cotidiana. Por Irene Molina Agosto está difícil. La realidad pesa demasiado, Argentina atraviesa incertidumbre una vez más y la angustia se anticipa de antemano. No me gusta evadir, pero a veces se hace necesario.  Hoy no hay […]

🕒  5 minutos de lectura

 | 

La importancia del juego en todas las edades y cómo abrazar una actividad innata que enriquece nuestra vida cotidiana.

Fotos: archivo.

Por Irene Molina

Agosto está difícil. La realidad pesa demasiado, Argentina atraviesa incertidumbre una vez más y la angustia se anticipa de antemano. No me gusta evadir, pero a veces se hace necesario. 

Hoy no hay reseñas, no hay información. Hay día de infancias, y para esta nota decidí salirme un poco del guión, conectar de raíz con la esencia del juego, su significado y su función. Porque para que los videojuegos existan, debe existir la idea promotora que los impulsa: jugar. Fuente inagotable de diversión y emociones positivas que nos ayuda a tirar un poquito más. 

Desde los juegos que desafiaban las habilidades de caza y supervivencia hasta las complejas experiencias de juego digital de hoy en día, el juego ha sido un elemento constante en nuestra historia. Las formas de juego han evolucionado a lo largo de los siglos, reflejando tanto nuestras necesidades básicas como nuestra capacidad de innovación y creatividad.

Y si bien siempre me gusta mencionar todos los beneficios a nivel cognitivo y social que nos pueden brindar las actividades lúdicas, hoy solo quiero hablar del juego como una simple herramienta de entretenimiento y diversión.

Voy a tomar prestado un fragmento de un libro que suelo citar muchas veces: 

Afortunadamente, cuando se trata de juegos es posible retroceder incluso mucho más. Los juegos fueron parte fundamental de la civilización durante miles de años. 

En el primer libro de su Historia, Heródoto escribe: 

En el reinado de Atis, hijo de Manes, hubo en toda la Lidia una gran carestía en víveres, que los lidios toleraron algún tiempo con mucho trabajo; pero después, como no cesaba la calamidad, buscaron remedios contra ella, y discurrieron varios entretenimientos. Entonces se inventaron los dados, la taba, la pelota y todos los otros juegos (menos el ajedrez). Como estos juegos los inventaron para combatir el hambre, pasaban un día entero jugando, a fin de no pensar en comer, y al día siguiente se alimentaban descansando del juego, y con esta alternativa vivieron hasta dieciocho años. 

Leyendo esto, pensé de inmediato cómo a menudo los juegos, una actividad que realizamos de forma intuitiva, brindan la oportunidad de sumergirnos en entornos que estimulan los sentidos de manera positiva y nos transportan a lugares seguros y cálidos. Sea cual sea el contexto.

Como esos días que comparto infinitas tardes de juegos de mesa con amigues o pasando horas inmerso en un juego de rolplay donde encarno a una intrépida gnoma cazadora de gigantes que sueña con adoptar a alguna criatura salvaje.

Lo que se vuelve una rutina, muchas veces es intervenida por un juego. Caminar en la calle y jugar carreras imaginarias con personas desconocidas, no pisar ciertas baldosas. Un viaje aburrido: veo veo ¿qué ves? La mancha en el recreo. Una siesta eterna donde si quiero me pongo más nostálgica: el chinchón con mi abuela.

En la pileta una tarde de verano: ¿Adivina quién? con Gimena, la escoba de 15 con Malena arriba de una cama flotante con una sidra bien fría. Y lo que es juego, muchas veces son las rutinas preferidas:  El truco con Benja, Diego y Tomi. El fulbito con mis amichis. Un Age con mis compañeros de trabajo o un LOL hasta las dos de la mañana con más amigues. 

Siendo hija única, mi casa siempre estaba llena de juegos y mi imaginación no tenía límites. La transición a asumir roles más adultos siempre me resultó un tanto desafiante, y ahora entiendo mejor por qué.

Me gusta jugar y me atraviesa esa sensación desde que tengo memoria. Los primeros juguetes, los primeros videojuegos, mi primera vez con un juego de mesa, la primera muñeca. Cada escenario, un estímulo positivo para la Ire chiquita que marcaría un camino donde militar el juego de la Ire grande se convierte en una prioridad.

Me dedico a los videojuegos porque la sensación de jugar es fundamentalmente primitiva. Los recuerdos más lindos que tengo son cuando me pienso jugando, y los recuerdos más feos también. Jugar además de entretenernos nos puede salvar de muchas situaciones.

En la época actual, caracterizada por la valoración del esfuerzo tangible y su recompensa, jugar se percibe como una inversión de tiempo no productivo, lo que a su vez puede generar sentimientos de culpa.

Desafiar esta percepción es esencial para redescubrir el valor inherente del juego en nuestras vidas. Aunque pueda no producir ganancias tangibles, el juego en realidad contribuye a nuestra salud mental y emocional, estimulando la creatividad, y todos los beneficios de los que hablamos, pero sobre todo, construye nuestros mejores recuerdos sea cual sea nuestra historia.

Además, es importante reconocer que el juego no es solo una actividad de la niñez; es un aspecto crucial de la experiencia humana en todas las etapas de la vida. Al abrazar y priorizar el juego en nuestras agendas, podemos encontrar un equilibrio vital entre el trabajo y el disfrute. Nos conecta con la ternura y nos vincula con la capacidad de explorar sin restricciones.

Este fin de semana, me propuse regalarme un breve respiro de la abrumadora realidad y me lancé a jugar en todas las formas posibles. Una manera de desconectarme, que al final, se convirtió en este artículo. Lo bueno es que todavía tengo un día muy divertido por delante. 

Enterate acá
Enterate acá

Relacionado

Enterate acá

Más de lo último