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Algunas reflexiones por el día de las personas nutricionistas

La alimentación es una acción colectiva y política, y por eso es tan importante que seamos conscientes de que nuestros hábitos de consumo son una conformación de la cultura y, como tal, la cultura es cambiante. Las personas somos quienes hacemos esos cambios.  Por Magdalena Gavier El 11 de agosto se conmemoró el día de […]

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La alimentación es una acción colectiva y política, y por eso es tan importante que seamos conscientes de que nuestros hábitos de consumo son una conformación de la cultura y, como tal, la cultura es cambiante. Las personas somos quienes hacemos esos cambios. 

Por Magdalena Gavier

El 11 de agosto se conmemoró el día de las personas nutricionistas. Desde hace algunos años en toda Latinoamérica se celebra esa fecha en honor al nacimiento de Pedro Escudero (1877), médico y promotor de los estudios en esta ciencia, creador del Instituto Nacional de Nutrición y de cuatro leyes vinculadas a la alimentación, entre otros logros. Parte de su legado es la actual carrera de Licenciatura en Nutrición en la UBA

El rol de las personas que investigan, promueven y guían hacia una alimentación saludable es vital para convivir en un mundo con vínculos más armónicos y amables para con nosotrxs mismxs y los seres con quienes compartimos la Tierra. Esta columna es una invitación a la lectura sobre algunos aspectos de la alimentación y de nuestra relación con los alimentos y con el planeta, y una apertura al diálogo reflexivo en torno a nuestras formas de coexistir. 

Retomando conceptos sobre la alimentación

¿Alimentar o comer?

¿Qué es comer? Según la RAE, que nos presenta una definición bastante escueta, comer es “masticar y deglutir un alimento sólido”. ¿Qué es alimentar? Esta acción es un poquito más amplia, pero si la acotamos al mundo de lo ingestivo-digestivo, alimentar significa “suministrar especialmente a un aparato la materia o la energía que precisa para su funcionamiento”. 

Si bien socialmente son dos términos que usamos como sinónimos, en términos más bien políticos y culturales, y también para entrar un poco en debate desde las palabras, podemos encontrar sutiles diferencias (porque ya sabemos que es necesario desentramar hasta las palabras o, al menos, buscar alternativas a lo ya dado).

Si nos posicionamos desde una mirada histórica y analizamos de dónde provienen las palabras, encontramos pequeñas diferencias: los conceptos de alimento y alimentación son ancestralmente colectivos y cobran sentido cuando están vinculados a la nutrición, mientras que el comer y la comida están vinculados a lo impulsivo e individual.

Alimento, del latín alimentum, está compuesta de la raíz del verbo alere, que significa alimentar, criar, nutrir y hacer crecer, y el sufijo mento, que quiere decir el medio, instrumento o modo para hacerlo. Es decir, es el medio para hacer nutrir y hacer crecer otras cosas, que pueden ser los cuerpos, las mentes, los vínculos, la naturaleza, las plantas, el planeta. Por el contrario, comer, también del latín comedĕre, está formada del prefijo com (con) y del verbo edere (morder), y quiere decir devorar, masticar, tragar

Hablando en términos netamente lingüísticos, podríamos incluso inferir que “comer” es un acto individual y que se hace para unx mismx: yo como, tú comes, nosotrxs comemos, etc. Si quisiéramos referirnos a una acción multilateral, deberíamos agregarle otro verbo y una preposición: “dar de comer''. En cambio, “alimentar” es un acto en su esencia colectivo y que sale de un ser y va hacia otrx: tú alimentas, nosotrxs alimentamos, ellxs alimentan, entendiendo de por sí que se está alimentando a unx otrx. Para que sea individual debemos agregar un pronombre (se llama verbo pronominal): yo “me” alimento, tú “te” alimentas, nosotrxs “nos” alimentamos, etc. 

Comer para sobrevivir.

Alimentarse para vivir y convivir.

Sin ánimos de iniciar una guerra lingüística entre dos palabras, lo que quiero hacer es invitar a la reflexión respecto a dos acciones que nos interpelan y que, seamos conscientes o no, tienen consecuencias en nuestro estilo de vida y son parte de nuestra cultura. 

¿Alimento o producto?

En este sentido, y entendiendo que la alimentación tiene más que ver con un proceso de nutrición, de vitalidad, de crecimiento y transformación, es que asumimos que el alimento es su forma de materializarse. Como explica Luciana Dezzotti, Licenciada en Nutrición*, “el alimento es aquello que nos aporta vitalidad, energía, que nos cuida y a su vez recupera en un mundo que tiende a degradarnos”; son aquellos que “nos regala la naturaleza, con ninguno o muy pocos procesos tecnológicos-industriales, entre estos las hortalizas o verduras, las frutas, los cereales, las legumbres, semillas frutos secos, algas, etc. A partir de estos podemos elaborar una gran variedad de preparaciones que a su vez nos nutren y nos cuidan”.

En este punto hay una aclaración no menor que hace Luciana, podríamos decir que una declaración política para entender desde dónde está hablando: “alimento es aquel que no solo nos cuida, sino que cuida a las diversidades con las cuales co-habitamos la tierra: los animales no humanos no son alimento, son seres sintieses que les humanes y la industria <alimentaria> transforma en productos comestibles”.

Paralelamente, los productos están más vinculados al “comer” explicado anteriormente, que más tiene que ver con lo fugaz e impulsivo de ingerir algo comestible. Estos están vinculados con los procesos industriales, y son procesados o ultraprocesados por la industria. Luciana explica que en la gran mayoría de los casos “no podemos ni siquiera identificar de dónde vienen (...) salvo que tengamos conocimiento y/o mucha imaginación”. Estos contienen muchos ingredientes y sustancias, “algunas de ellas que originalmente fueron parte de algún alimento o de la naturaleza (por ejemplo la lecitina de soja que proviene del grano de la soja, el jarabe de maíz de alta fructosa que proviene de los campos extensivos de maíz) pero también otras inventadas por les humanes (tales como los colorantes, los saborizantes y muchas sustancias que tienden a ser adictivas y a su vez deteriorarnos)”. 

*Luciana es Licenciada en Nutrición por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y forma parte de la Colectiva de Nutricionistas por la Soberanía Alimentaria “Nutricias”. Luciana dice, habla y piensa desde diversos feminismos; y promueve una alimentación basada en plantas, donde no se utilicen animales para el consumo en ningún aspecto. 

Además de ser una persona sensible y generosa con su conocimiento, es doctoranda en Estudios Sociales Agrarios del Centro de Estudios Avanzados. Actualmente es becaria doctoral del Conicet y docente instructora de la Cátedra de Epidemiología General y Nutricional de la Escuela de Nutrición, UNC. Integra el Grupo de Epidemiología Ambiental del Cáncer y otras Enfermedades en Córdoba (GEACC) de la Facultad de Ciencias Médicas, UNC. Investiga, estudia y comparte mucha información de valor en sus redes sociales y en redes profesionales. 

Alimentación consciente, colectiva y política

La alimentación es una acción colectiva y política, y por eso es tan importante que seamos conscientes de que nuestros hábitos de consumo son una conformación de la cultura y, como tal, la cultura es cambiante. Las personas somos quienes hacemos esos cambios. 

Si bien hay contextos que acompañan la transformación cultural, los movimientos contraculturales y las disrupciones en las fibras emocionales de las sociedades, es innegable que todxs somos parte de, y por ende también responsables de esos cambios. Y no es una apología a la meritocracia donde “los cambios se dan si yo trabajo para conseguirlos”, sino por el contrario, es algo que sólo sucede si se acciona desde lo colectivo y sinergizando con otras personas. 

No existe magia que haga cambiar las cosas. La cultura se construye de costumbres, sentidos, discursos, expresiones. A la cultura la hacemos las personas habitando y caminado los espacios, tomando decisiones, militando, dialogando, consumiendo, y también eligiendo todos los días con qué alimentar a nuestros cuerpos y a nuestro planeta. 

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En este punto quiero retomar una reflexión de Luciana: “comemos lo que necesitamos pero también lo que culturalmente se nos impone (o no), lo que el ambiente nos provee, a lo que podemos acceder. La alimentación no solo es un acto biológico, cultural, ecológico sino que con nuestras elecciones y posibilidades alimentarias le vamos dando forma al mundo en el que habitamos, construimos mundos posibles, y aquí radica el valor político de la alimentación”. 

¿Salud? planetaria. La consciencia también se alimenta

Es imposible pensarnos fuera del planeta. Sí, hay personas que juran y perjuran que la vida en Marte existe, y que podemos vivir deambulando en el espacio durante un tiempo hasta que nuestra querida Tierra sane. Pero la realidad es que ni esa utopía sería posible para todxs, ni que hoy sea una alternativa viable. Igual, es obvio que si no sabemos cuidar la tierra en la que existimos hoy en el año 2022, menos sabremos cuidar un planeta que nos es casi completamente desconocido y ajeno. Entonces, ¿qué queda? Lo obvio: cuidar la única Tierra que nos compete hoy, ésta. 

Y para cuidar nuestra Tierra es imprescindible entendernos como parte de ella. “Les seres humanos tienen una capacidad espantosa para sentirse y pensarse independientes, tanto entre elles como con otras formas de vida y no vida. Nuestros cuerpos son una hebra más de la tierra, y las afectaciones que sentimos (o no sentimos, pero la ciencia nos dicen que allí están) son pequeñas expresiones de un todo colapsado, deteriorado, degradado, desnutrido, descuidado”, dice Luciana. 

No podemos seguir sosteniendo a un sistema agropecuario que enferme a mansalva a todos los seres por aire, agua y tierra. No es posible vivir tranquilamente sabiendo que, por ejemplo, en Argentina se utilizan más 525.000.000 litros/kilos de agrotóxicos al año para fumigar campos donde se siembran de granos. Tenemos que estar bastante adormecidxs para no hacer nada sabiendo que la industria que genera productos (agrotóxicos) que enferman a la tierra, luego nos vende productos (comestibles ultraprocesados) que nos enferman a las especies (humanas y no humanas) y luego aparecen casualmente con la cura en forma de pastilla o tratamiento médico. 

Y así es que tampoco es posible seguir sosteniendo un mundo a costa del sufrimiento del planeta para que algunxs críen, reproduzcan y torturen a otras especies animales. Así sólo seguiremos propagando y alimentándonos de dolor y desidia. 

Basta de matar el mundo, a los animales y a nosotrxs mismxs. 

Basta de matar. 

Salgamos de ese encierro emocional que nos impide sensibilizarnos por el sufrimiento ajeno. Empecemos a empatizar, a conectar, a sentir.

Reflexiones para seguir pensando

Creo importante potenciar estos espacios de lectura con reflexiones genuinas de personas que activan diariamente por un planeta más armónico. Por eso, para terminar la columna, quisiera dejar algunas reflexiones de la entrevistada Luciana, quien generosamente compartió sus sentipensares para alimentar el diálogo sobre lo que somos, lo que hacemos con nuestros cuerpos, la tierra, las especies, los vínculos y todo lo que nos rodea:

“En este mundo donde la ciencia ocupa un lugar central resulta necesario que quienes tenemos ciertos privilegios y por ende la posibilidad de obtener un títulos universitario y particularmente vinculados a las ciencias de la salud nos tomemos el tiempos y la energía necesaria para reflexionar sobre los conocimientos que encarnamos y expandimos todo el tiempo, desde una mirada no antropocéntrica sino ecológica: ¿son cuidadosos, nutritivos? ¿A quiénes sostienen, benefician, reproducen? ¿Qué mundo estamos construyendo con eso que pensamos, hacemos, decimos? ¿Estamos aportando al deterioro de la vida o a su cuidado y recuperación?”

“Entendiendo que en la alimentación intervienen varias dimensiones, necesitamos por un lado transformaciones en los sistemas agroindustriales, necesitamos más alimentos y menos productos, más agroecología y menos agroindustria. Necesitamos una mayor regulación y más información, necesitamos conocer de dónde viene lo que comemos, qué efectos tiene en la salud humana y de la Tierra. 

Necesitamos recuperar el valor perdido de la alimentación en un mundo repleto de dinero y cosas.

Necesitamos hablar de alimentación, de nutrición, problematizar eso que sentimos, pensamos, hacemos y decimos tanto entre amigues familia, espacios escolares, grupos de wapp…

Necesitamos tener presente que la alimentación, la salud y el cuidado son derechos humanos, que están siendo violados todo el tiempo”.

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Como siempre, estas columnas son una invitación a seguir repensando los vínculos con nuestra Tierra, investigar y exigir información, organizarnos, luchar de manera colectiva para defender nuestros derechos y promover y participar en espacios de debate. Socializar experiencias, abrirnos a nuevos diálogos, nuevas personas y animarnos a empatizar un poco más con el otre.

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