Resaltadas

¿Dónde están mis hijos?

Creo que fue en 2008, quizás después. Lo cierto es que durante ese año la llorona recorrió las calles de mi pueblo. Los que denunciaban haberla visto o escuchado cada vez eran más, o al menos eran cada vez más los rumores. La gente oscilaba entre la paranoia y la incredulidad. Creo que fue en […]

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Creo que fue en 2008, quizás después. Lo cierto es que durante ese año la llorona recorrió las calles de mi pueblo. Los que denunciaban haberla visto o escuchado cada vez eran más, o al menos eran cada vez más los rumores. La gente oscilaba entre la paranoia y la incredulidad.

Creo que fue en 2008. Las calles del pueblo estaban más desoladas que de costumbre. Y aunque es cierto que en pleno invierno después de las ocho de la noche son pocos los que se aventuran a salir de sus casas, había un rumor en el aire: un peligro (no tan) nuevo rondaba.

No sé cuánto duró ni cuántos fueron los testigos. No quedan registros en los medios locales. Lo cierto es que durante el 2008 la llorona recorrió las calles de mi pueblo. Los que denunciaban haberla visto o escuchado cada vez eran más, o al menos eran cada vez más los rumores. La gente oscilaba entre la paranoia y la incredulidad porque varios años atrás un tipo se había disfrazado de la llorona. Lo descubrieron, le dieron una paliza y después se olvidaron.

Una noche, cuando todavía abundaban los terrenos baldíos de este lado de las vías y las luces escaseaban, la llorona se apareció. En medio de la noche, después de que mi hermano volviera de algún lugar, los perros del barrio empezaron a aullar poseídos por una desesperación que nunca había visto hasta ese momento. 

La desesperación que parecía estrujarles el corazón desbocado a todos esos perros desapareció de un instante a otro. Una falsa y tensa calma envolvió la madrugada. Afuera había alguien buscando algo que no pertenecía a este plano, algo que nosotros no podíamos darle.

Leyendas urbanas

En el libro de relatos “Leyendas urbanas de Córdoba II: de lobizones y demás espantos” (El Emporio Ediciones, 2020) el escritor cordobés Luis Alberto Luján continúa en este segundo tomo un trabajo de recolección y transcripción de leyendas que circulan a lo largo y ancho de la provincia. 

Más allá de ciertos modos en la narración que se vuelven repetitivos de a ratos, el libro tiene un gran valor por la tarea que emprende: recuperar leyendas y mitos urbanos de pueblos y ciudades del interior, les da una entidad real y sujeta las palabras en el papel para que no se desvanezcan con el tiempo.

Los relatos son breves y creo que la mejor forma de disfrutarlos es omitir el índice y leer en el orden que a uno le dé la gana. Una de mis historias preferidas de este libro es La llorona en pena (Morteros) que indaga los orígenes de un personaje tan antiguo y vivo como lo es la mismísima llorona en una ciudad que se encuentra a 40 km de mi pueblo.

“Leyendas urbanas de Córdoba II: de lobizones y demás espantos” de Luis Alberto Luján - Fuente: Web de la editorial

La versión cordobesa del mito sitúa en pleno Departamento San Justo a los sanavirones y mocovíes que solían tomar como cautivas a las mujeres de los conquistadores españoles para casarse y tener hijos con ellas. Donde hoy se levanta la ciudad de Morteros el general Wenceslao Paunero había levantado un fuerte para hacerle frente a los pueblos originarios a los que intentaba eliminar. En medio de un malón, una mujer blanca directamente emparentada con el general es raptada. El cacique de la tribu desoye predicciones y advertencias sobre el futuro para casarse con la mujer blanca.

Y agrega el autor: “...adoptó por esposa, en contra de su voluntad, a la mujer blanca, con quien tuvo tres hijos. Cuando las tropas de Paunero intentaron recuperar a varias cautivas, la esposa del cacique, ante la vergüenza de regresar a la civilización con tres hijos de raza india, ahogó a los menores en un estanque. Y cuando vio que la ofensiva del hombre blanco había fracasado, ella también se quitó la vida ahogándose junto a sus hijos.”

Una loba en el armario

Abundan además las historias sobre brujas en el libro de Luis Alberto Luján. En el paraje rural Ana María Zumarán, tras la desaparición de una curandera y hechicera local, la gente recuerda la aparición de una lampalagua descomunal que tenía rostro humano y atacaba al ganado.

“Y cuando de brujas se trata, no existe en toda la provincia de Córdoba un lugar más apto para estos personajes oscuros que la localidad de Quilino, en el norte provincial” afirma el autor que también se vale de los textos escritos por el historiador Efraín Bischoff quien sostenía que una mujer de Cruz del Eje había sido condenada a morir en la hoguera por prácticas de brujería. Y desde aquel día hasta la actualidad no han cesado de escucharse las risas de las brujas volando en mitad de la noche.

Fuente: Política del sur

Casi llegando al final podemos leer una reversión a la clásica leyenda del lobizón. En Villa Nueva, según cuentan, vivían un hombre y su esposa. El hombre solía aparecer con rasguños y heridas, a la mujer casi no se la veía afuera. Una noche de gritos descontrolados en la casa del matrimonio los vecinos y el comisario se acercaron y entraron por la fuerza. La mujer yacía atada en la cama mientras se convertía en lobizona y el marido lloraba con amargura. El susto disipó a los curiosos y el matrimonio desapareció a las pocas horas.

Un final y punto

¿Desde dónde vino y hacia dónde se fue la llorona? ¿Habrá sido la misma que desanda las calles de Morteros desde hace siglos? Y si tantos tuvieron la posibilidad de tenerla frente a frente ¿por qué no intentaron enfrentarla? ¿qué los detuvo? Vaya uno a saber…

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