Resaltadas

¡Chau 2021, hola 2022!: Deseos de un futuro libre de explotación animal y con más conciencia colectiva y ambiental

Si cada comienzo de año nos sirve de excusa para replantear ciertas cosas, empezar actividades nuevas, desafiarnos, y en definitiva crecer, podemos aprovechar ese impulso para generar cambios más profundos y rotundos y transformar nuestro vínculo con el entorno y las especies que habitamos el planeta en uno más armónico y respetuoso. Por Magdalena Gavier […]

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Si cada comienzo de año nos sirve de excusa para replantear ciertas cosas, empezar actividades nuevas, desafiarnos, y en definitiva crecer, podemos aprovechar ese impulso para generar cambios más profundos y rotundos y transformar nuestro vínculo con el entorno y las especies que habitamos el planeta en uno más armónico y respetuoso.

 Imagen: Sandra Cartasso
Por Magdalena Gavier

A través de esta columna hago un breve resumen de los temas que profundicé en las columnas anteriores y, de paso, nos invito a reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo, nuestros privilegios, lo que nos condiciona -aparentemente- a hacer cambios, despedir lo que ya no queremos y bienvenir lo que deseamos para el año que llega. 

Productos o alimentos: ¿qué te estás comiendo?

En la primera columna nos cuestionamos acerca de lo que consumimos: ¿productos? ¿alimentos reales? Por lo general no sabemos muy bien qué ingerimos. Desde nuestra infancia mandamos cosas a nuestras bocas sin saber exactamente qué son, por qué tienen el sabor, color y olor que tienen, qué significan sus etiquetas, sus formas, qué son sus paquetes coloridos y un sinfín de características que poco tienen que ver con lo que realmente son. 

Todos estos hábitos de consumo son consecuencia de construcciones culturales de antaño y dependen de contextos sociales, círculos afectivos, ubicación geográfica, entre otros factores. 

Nada de lo que consumimos (incluso por fuera de la comida) es casual: se nos educa, consciente o inconscientemente,  de modo tal que podamos pensar en un producto específico para cada ocasión.

La alimentación es una acción colectiva, política y cultural, y eso nos interpela a ser agentes actives y tomadores de decisión. Es decir, una alimentación basada en criterios construidos de forma consciente.

Alienación en la comida: distopías en el mundo alimentario

En la segunda columna recreamos el recorrido de lo que consumimos. ¿Para qué? Para poder reflexionar acerca de su historia, formas de producción, y del destino que tiene (tanto el alimento en sí como su envoltorio). Este tema está profundizado con lujo de detalles en la columna, en la que Marianela Rojos -Licenciada en Nutrición (MP:3000)- nos explicó conceptos clave como la importancia de reivindicar la historia de los alimentos y de los espacios que habitamos.  

También resaltamos lo importante que es hacer preguntas: permite mantener una postura crítica y activa y nos da la posibilidad real de elegir qué consumir. Es imprescindible que como sociedad actuemos colectivamente, desde el cuidado, el respeto y la empatía por las otras especies y la conciencia activa. 

¿Qué es la soberanía alimentaria y cómo ejercemos nuestro derecho a elegir qué comer?

En la tercera columna hablamos de la realidad de nuestro país: 

  • En Argentina en 2018 se utilizaron casi 12 litros por persona de agrotóxicos para fumigar campos destinados a la siembra de granos.
  • El total de agrotóxicos se usa para “cuidar” la siembra. 
  • La mayoría de la soja se destina al consumo animal.
  • La ganadería ocupa el 83% de las tierras cultivables (aunque sólo aporta el 18% de las calorías del mundo y el 37% de las proteínas). 
  • Son tres las multinacionales farmacéuticas que controlan el 60% del mercado mundial de semillas y el 71% del mercado de agrotóxicos. 
  • Esta industria, con la agropecuaria y la ganadera, representan el 60% del total de divisas del país. 

Ergo: la misma industria nos enferma gratis y después vende la cura, y pagamos con nuestros cuerpos.

Para el desarrollo de esta columna también conversamos con Rocío Actis, especialista en Medicina Clínica y diplomada en Psiconeuroinmunoendocrinología (MP: 39.580), quien profundizó acerca de la relación entre: entorno, cuerpo y alimentación.

Reivindicar la soberanía alimentaria como respuesta. 

La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a definir sus propias formas de producción de alimentos, donde se respeten las circunstancias sociales, culturales, históricas, económicas y políticas. Este derecho incluye el acceso a una alimentación real, apropiada, nutritiva, segura y saludable. Además, contempla que tanto el acceso a la alimentación como las formas de producción sean justas, sostenibles en el tiempo, acordes y respetuosas con el ecosistema y logren la capacidad de mantenerse a sí mismas. 

Dietarquía: ¿tiranía en nuestra alimentación?

En la cuarta columna desenmarañamos la estrategia de la industria para que elijamos consumir lo que tienen para vendernos. Hablamos de las marcas y sus opciones “saludables”, “sin azúcar agregada”, “light”, “baja en calorías”, “con más fibra”, y de sus estrategias de armado de packaging para que algunas cosas parezcan sanas. 

En medio de esto encontramos la otra cara de la misma moneda: la que nos vende la cura a las enfermedades que la misma industria nos generó. Y la que nos solicita formalmente que cumplamos ciertas normas y criterios estéticos para tener cuerpos hegemónicos pero irreales mientras instalan un discurso de odio hacia la diversidad corporal.

Para construir una propuesta a esta realidad que nos atraviesa, conversamos con Carla Ferreyra, activista, feminista y antiespecista, que entre otras cosas nos explicó que la lucha está en buscar reivindicar la diversidad y los cuerpos diferentes, no cambiar el estereotipo de belleza hegemónica actual por uno nuevo. La intención es que dejemos de buscar estereotipos y empecemos a aceptarnos y gozarnos tal cual somos. 

Cultura comestible: ¿por qué es cultural la comida en lo familiar y lo festivo?

En la quinta y la sexta columna orientamos la búsqueda a cuestionarnos el rol de la comida en los eventos festivos, por qué es importante generar cambios en nuestros hábitos de consumo y cómo aprovechar estas fechas para hacerlo. 

La especie animal-humana no necesita pedazos de otros cuerpos para vivir en la actualidad. Tampoco vestirse con sus pieles. Ni para divertimentos ni para eventos culturales o recreativos, ni para aprender biología ni para nada. ¿Por qué no vivir armónicamente con las otras especies? La excusa de “la cadena alimenticia” tampoco es parámetro ni argumento para seguir consumiendo animales. Nadie murió por abstinencia de comer pedazos de animal muerto. Lo único necesario para hacer el cambio es tener consciencia, un poquito de empatía y capacidad de accionar.

#Dato: si te quedaste manija con las comidas de las fiestas, podés volver a chequear la última columna donde compartimos algunas recetas libres de explotación animal y de paso algunos emprendimientos de donde sacar ideas para cocinar sin violencia. 

¡Chau 2021, hola 2022!

Gracias por permitirme ser parte de sus lecturas semanales, espero este año sigamos acompañándonos mutuamente en este recorrido de la reflexión, el cuestionamiento constante y la búsqueda de información continua para salir de la zona de confort. 

El cuestionamiento crítico y el activismo son una utopía permanente que nos sirve de motor para seguir haciéndolo. Y, como dice Galeano,  “la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Que la utopía de soñar con un mundo más armónico nos sirva de motor para levantarnos todos los días a luchar por eso. 

Para este 2022 nos deseo eso: utopía y transformación. 

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