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Cultura comestible: ¿Por qué es cultural la comida en lo familiar y lo festivo?

¿Qué pasa cuando comemos? ¿Por qué celebramos con comida? Algunas preguntas en torno a lo que consumimos, cómo hacemos cultura con el alimento y qué alternativas existen. Una invitación a la reflexión. Por Magdalena Gavier ¿Qué es comer? La RAE tiene una definición bastante escueta de lo que es comer: “masticar y deglutir un alimento […]

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¿Qué pasa cuando comemos? ¿Por qué celebramos con comida? Algunas preguntas en torno a lo que consumimos, cómo hacemos cultura con el alimento y qué alternativas existen. Una invitación a la reflexión.

Por Magdalena Gavier

¿Qué es comer?

La RAE tiene una definición bastante escueta de lo que es comer: “masticar y deglutir un alimento sólido”. A su vez, alimentar teóricamente es “suministrar especialmente a un aparato la materia o la energía que precisa para su funcionamiento”. Pero sabemos que comer es mucho más. En columnas anteriores hice referencia a este mismo tema: la cultura comestible, colectiva y política.

Deglutiendo cultura

La cultura se construye de costumbres, sentidos, discursos, expresiones. Si indagamos en una típica costumbre, podemos pensar en la Navidad y Año Nuevo (en esta instancia, sin entrar en tantos cuestionamientos acerca de sus orígenes). 

Todos los años, casi la totalidad de la población argentina celebra estas dos fechas. En Argentina no importa mucho si somos de religión católica, cristiana, evangelista, judía o si sostenemos el ateísmo o agnosticismo. Navidad y Año Nuevo son eventos que, por lo general, implican reuniones familiares y con amigos/as donde la comida es algo fundamental: desde hace años repetimos los mismos platos “típicos” (réplicas de lo que se come en otros países donde viven sus navidades con nieve), y comemos hasta llenarnos. Y los días que siguen continuamos comiendo las sobras frías de esa cena porque hicimos una cantidad de comida sin sentido que probablemente triplicó a la cantidad de comensales. 

Ahora, cabe preguntarnos: ¿es necesario mandar a matar a millones de animales no humanos (vacas, cerdos, gallinas, pavos, chivos, etc.) para que estas “celebraciones” sucedan? ¿Es necesario que en el país se cocine un exceso de comida para estas fechas? ¿Por qué para las celebraciones (cumpleaños, fiestas, casamientos, o lo que sea) nos acostumbramos a cocinar y comer en exceso, a ingerir productos repletos de azúcar y ultra procesados? Sabemos que nuestros paladares están condicionados por la costumbre, pero también por la publicidad y por lo que nos dicen que tenemos que comer para celebrar y pasar un buen momento. 

De culto somos

¿Cómo no vamos a comprar una gaseosa para festejar algo? ¿Cómo no va a haber unas papitas para picar? ¿A quién se le ocurre que en un cumpleaños no haya torta?

Cada vez estamos más expuestos/as a estímulos sensoriales que nos facilita la digitalización de la realidad. Por eso resulta casi imposible pensar con criterio por un momento sin estar atravesados/as por la publicidad, por las intenciones de la industria: existe un producto diagramado específicamente para cada ocasión. 

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Nuestro cerebro se fue programando desde nuestra infancia en que si consumimos ciertos productos seremos más populares en la escuela, tendremos “mejor” cuerpo, la familia mágicamente se iba a unir en una mesa, o que nuestro almuerzo iba a levitar por consumir un intento de “queso” en una tarta. Y así fuimos desterrando sabores ancestrales y quedándonos con productos industriales y dañinos. 

Fue así también que fuimos alejándonos de la idea de lo que comemos. Según el informe Exposición de niños, niñas y adolescentes al marketing digital, elaborado por el UNICEF, sólo un tercio de la población lee las etiquetas, y sólo la mitad de ese tercio las entiende: menos del 15% de la población comprende lo que come. Y esto aplica no sólo a los productos que vienen envueltos en paquetes coloridos y simpáticos, sino que atraviesa también a la industria que insiste en comer animales muertos y sus derivados.

Gráfico propio con información del informe Exposición de niños, niñas y adolescentes al marketing digital (2021)

Esto está explicado de manera muy clara y detallada en la nota ¿Qué estamos comiendo? La industria alimentaria bajo la lupa  escrita por las investigadoras del Conicet Daniela Bustos, María Julia Angeli, Florencia Bainotti y Luciana Dezzotti.

Soledad Barruti lo explica en Bocado, en la nota “De carne somos” de una manera muy explícita:

Lo que nos seduce ya lo sabemos: la carne hace trepidar cerebros y corazones que la recuerdan escasa e inaccesible en aquel pasado donde la naturaleza nos mostraba una y otra vez, entre criaturas feroces, veloces y ágiles, que somos cuerpos frágiles, más devorables que devoradores.

Que hoy existan carnicerías en cada confín del mundo, que nuestras parrillas estén repletas de churrascos frescos, que las hamburguesas sean sinónimo de una economía próspera – de lujo y popular – es para ese espíritu ancestral bastante tranquilizador. Hoy sobra lo que tanto faltó.

El problema es lo que hicimos para que fuera posible. La carne como placer instantáneo construyendo este laberinto con un único final: la extinción de todas las vidas hasta llegar a la humana; nosotros: deglutidos por nuestra propia creación.

Comemos tres veces más carne vacuna que hace 50 años. A costa de animales, personas y un planeta que no da más.

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¿Por qué seguimos perpetuando y demandando este sistema violento y opresor donde sostenemos que alguien críe y alguien luego mate para que podamos elegir qué comprar en pedacitos en la carnicería o en el supermercado? 

Y consumir únicamente derivados lácteos tampoco es una alternativa menos violenta: la totalidad de las vacas que son violadas y explotadas sistemáticamente para dar leche, una vez que no sirven para alimentar esta “cadena” son enviadas al matadero. Es decir, todas tienen el mismo destino sólo que algunas son, además, sometidas a más años de tortura.

La leche de las vacas, al igual que la leche de cualquier especie animal que tenga la posibilidad de lactar, debiera ser exclusivamente para su ternero/a. Pero, en cambio, ellos/as son separados de sus madres al nacer y luego enjaulados en espacios diminutos para ser enviados a criaderos y luego al matadero, o para tener el mismo triste destino de sus madres: violación sistémica y luego muerte.

El problema de cuestionar sin sentido crítico

Muchas personas que eligen alimentarse sin explotar animales son cuestionadas y atacadas. 

¿Por qué quieren imitar el sabor de la comida "tradicional" o de la comida "de verdad"? Si bien no es necesario buscar sabores idénticos a los animales (o derivados de ellos), muchas personas eligen hacerlo para demostrar que es posible comer lo mismo sin matar o explotar a nadie. Se puede elegir una alimentación sin violencia e igualmente deliciosa. Y es que se puede tener una postura ética y hacer la revolución en cada plato de comida.

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Además, sirve para acercarse y sentirse parte de los espacios compartidos. Como mencionaba antes, la alimentación, y todo lo que conlleva, es un acto colectivo. Y es que cocinar, juntarse con la familia, comer con amigos/as, una reunión de trabajo, una marcha y cualquier actividad que involucre a otras personas son espacios propicios para que la comida tenga un lugar (protagónico o secundario). 

En este sentido, creo que para entablar conversaciones y debates constructivos, especialmente en redes sociales donde actuamos bajo el anonimato, podamos leer y escuchar con apertura mental, dejemos de lado esa coraza que nos hace creer que todo es personal, e intentemos abrir diálogos profundos, con fundamentos y, sobre todo, respeto.

Nunca es tarde para recordar: los/las animales humanos/as no necesitamos leche de otros mamíferos para vivir y ser saludables. Tampoco pedazos de sus cuerpos. Tampoco vestirnos con sus pieles. Ni usarlos como trofeos. Ni para divertirnos mientras son torturados en eventos “culturales”. Tampoco explotarlos para que corran mientras un par de aburguesados hacen apuestas debatiendo quién irá más rápido. Ni correrles de su hábitat natural para hacer una autovía. 

¿Alguna vez dejaremos en paz a las especies no humanas? 

Otra realidad es posible. 

En esta época del año, de balances y cierre de etapas, nos invito a construir una realidad más armónica, basada en el respeto y la búsqueda constante de justicia y equidad para con todas las especies que habitan este planeta.

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