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La independencia: una forma de entender y habitar el mundo

La independencia no es una lucha ni una declaración. Es sobre todo, una forma de entender y de habitar el mundo, como ancestros y ancestras del mundo que vendrá. Por Nina Lou-Tejido de Profesionales Indígenas Cada 9 de Julio festejamos en el calendario nacional la independencia de "España, su metrópoli y toda dominación extranjera". Se […]

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La independencia no es una lucha ni una declaración. Es sobre todo, una forma de entender y de habitar el mundo, como ancestros y ancestras del mundo que vendrá.

Ilustración: Nazarena Cruz Sánchez

Por Nina Lou-Tejido de Profesionales Indígenas

Cada 9 de Julio festejamos en el calendario nacional la independencia de "España, su metrópoli y toda dominación extranjera". Se firmó en mi ciudad, San Miguel de Tucumán, en 1816, con representantes de quienes en ese momento conformaban la clase criolla y propietaria de algunas regiones del norte argentino y la ciudad puerto, Buenos Aires.

El acta fue traducida al quechua y al aymara, debido a la cantidad de miembros de pueblos indígenas que se habían sacrificado por esa lucha. Sin embargo, el reconocimiento que algunos líderes criollos (como Belgrano) imaginaron hacia estos pueblos, nunca llegó.

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Para contar la historia de nuestras independencias, tenemos que traer a la memoria también las derrotas. Porque entendemos la vida como un entramado de ciclos, donde podemos mencionar que la independencia no es una lucha ni una declaración. Es sobre todo, una forma de entender y de habitar el mundo, como ancestros y ancestras del mundo que vendrá.

Primera independencia

Para los diaguitas, la independencia se recuerda con la primera flecha de obsidiana que sobrevoló los cerros de la mano de nuestro Titaquín, Juan Chalimín. Las crónicas coloniales la sitúan en el año 1630 de la era cristiana.

Chalimín convocó a distintos Curacas como Don Pedro Colea, Pedro Chumay, Coronilla y Utimpa, jefes de pueblos como los Aconquijas, Pipanacos, Andalgalenses, Fiambalaos, Paccipas, Paciocas, Abaucanes, Malfines, Colpes, Capayanes, Famatinas, Atiles y Guandacoles.

Resistieron a los invasores, dominando los actuales Valles de Salta, Tucumán, Catamarca y La Rioja. De esta manera aprendimos colectivamente lo que significa la independencia: elegir entre la libertad de ser quienes somos, o volver con orgullo a nutrir la tierra que nos parió.

Algunos autores señalan como inicio de aquel levantamiento, alguna ofensa que le habría realizado un gobernante español a uno de nuestros caciques. Sin embargo, en fuentes coloniales se pone de manifiesto que los alzamientos
comenzaron cuando los españoles descubrieron las minas de oro que guardianaba nuestro pueblo.

A sabiendas que la ambición de los recién llegados significaría la explotación y la opresión del pueblo y su territorio, tal como sucedió con los indios Chichas en el actual territorio de Bolivia.

El Dr. Julián Cortázar, obispo de Tucumán, dijo en 1621: "No se guarda ordenanza alguna de las que dejó Francisco de Alfaro en nombre de Su Majestad para el buen gobierno de ella, los indios trabajan más que los israelitas en Egipto, y más eso, andan desnudos y mueren de hambre".

Las Guerras calchaquíes fueron una sucesión de enfrentamientos bélicos entre la Confederación diaguita y el Imperio Español entre los años 1560 y 1667. En 1637 nuestro Titaquín Juan Chalimín fue castigado con la misma pena que luego habrían de imponer a Túpac Amaru.

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La guerra terminó el 2 de enero de 1667 al caer el último bastión diaguita (el de los acalianes o calianos) localizado en la actual localidad de Amaicha del Valle, en Tucumán.

Cerca de 1650, para evitar nuevos alzamientos, los indios malfines fueron llevados a una reducción en el pueblo de La Toma, en la actual provincia de Córdoba. Allí construyeron la ciudad de quienes habrían de dominarlos en ese pasado, y desconocerlos en el presente: "trabajan en la construcción de ladrillos, tejas, baldosas y adobes con lo que se construye la ciudad".

Del mismo modo, otro grupo fue trasladado a Quilmes, Buenos Aires, en una historia que muchos de los lectores deben conocer.

Declamaciones de independencia...para algunos

Desde el momento de su "pacificación", las familias indígenas se encontraron diezmadas, desterritorializadas y convertidas en mano de obra para sus captores. Quienes quedaron en reducciones del mismo territorio tucumano, desplegaron su capacidad de gestión y resistencia a los avasallamientos, las condiciones laborales impuestas y las presiones constantes y coactivas para el "pago de arriendos" y "obligaciones" durante el siglo XIX y gran parte del siguiente.

Comienza a configurarse así un complejo paisaje social y económico caracterizado por la aparición de la oligarquía terrateniente, quienes asentaron en el nacimiento del Estado Argentino la acumulación económica personal, basada en métodos cada vez más injustos, legitimados por las nacientes leyes, por medio de alianzas con las clases
gobernantes.

El Estado Nación Argentino heredó las formas coloniales de su madre patria, de quien dijo independizarse. Los diaguitas de aquel tiempo tuvieron acceso restringido a los recursos naturales, traslados estacionales para el trabajo en los ingenios azucareros, con el "pago de arriendos" y "obligaciones". Esto es, la entrega de dinero, parte de la producción (maíz, nueces, etc.), un porcentaje del patrimonio familiar (por ejemplo, de animales) o, lisa y llanamente, el trabajo personal (en días de trabajo por año), para los "terratenientes".

De tal manera, los anteriormente llamados "indios tributarios", por la Corona, se incorporaron a las "Provincias Libres" como "peones", invisibilizando desde ese momento su origen y su derecho como legítimos dueños del territorio. En estos tiempos se generó la idea de "cultura nacional", de "folclore" como una conjunción que evoca el legado cultural de los pueblos indígenas, negando la existencia de personas concretas que detentan el derecho a la vida.

Viejos alzamientos, nuevas represiones

De esta manera, la población vallista quedó incorporada al mundo del trabajo industrial durante gran parte del siglo XX. Hacia mediados de la década de 1960, el cierre de ingenios y las consecuencias socio-económicos del "Operativo Tucumán", impactarán profundamente en la vida de hombres y mujeres del Valle de Tafí, pero también en el Valle de Yocavil.

El Primer Parlamento Indígena de los Valles "Juan Calchaquí" fue realizado en 1973 en Amaicha del Valle, Tucumán. Unidos nuevamente en el mismo territorio de los ancestros, los abuelos dijeron: 'El patrón ya no comerá más de nuestra pobreza’. La respuesta de los patrones no se hizo esperar.

En 1974, también en Tucumán, pero en la ciudad, se da lugar al "operativo independencia". Se trató de un laboratorio represivo, que inauguró la dictadura militar más cruenta de nuestra historia (que la nación argentina recuerde).

Formaba parte de una política institucional con fines de acumulación económica, en beneficio de unos pocos locales a partir de acuerdos con entidades extranjeras. Es llamativo que hayan puesto el nombre de "independencia" y de "cóndor" a sus operativos, apropiándose de palabras que tienen un profundo arraigo en la emocionalidad colectiva, para nombrar sus planes de saqueo y muerte. Es una costumbre que tienen los que dominan, utilizar la mentira y la confusión a su favor.

En las comunidades indígenas de El Mollar y La Angostura, en el Valle de Tafí, Tucumán, se emplazaron centros clandestinos de detención, que tenían como objetivo la tortura y la desaparición de líderes comunitarios que lucharon por sus territorios. No es casual mencionar la complicidad civil y empresaria que tuvo la última dictadura militar, ya que los terratenientes se beneficiaron directamente de la represión de las comunidades indígenas durante este período. Para decir Independencia, tenemos que recordar los genocidios, amplificar las democracias, y repetir Nunca Más.

Siglo XXI: extractivismo y guerras de baja intensidad

Con la nueva colonización de las tierras diaguitas catamarqueñas por parte del investigador Abel Peirano, y su heredera la Universidad Nacional de Tucumán, inicia una nueva explotación.

Sucedió aquello que nuestros antepasados temieron tanto desde la década del 1600, que iniciaron una guerra suicida para evitarlo: el descubrimiento de los yacimientos ancestrales de oro, por parte de personas ambiciosas. Aquellos que no saben que lo valioso de la tierra se encuentra en su permanencia, no en su destrucción.

Desde entonces se explotan en conjunto con el Estado provincial de Catamarca, el Estado Nacional, y empresas trasnacionales, los reservorios de Oro, Cobre, molibdeno, y quien sabe que cosas más, con la correspondiente destrucción de sitios sagrados, enfermedades en la población, trata de personas, contaminación de las aguas y las tierras.

Una de las siguientes independencias se sembró con el levantamiento del 15 de febrero de 2010 en Andalgalá, que fue seguido por una oleada de levantares en Famatina, Tinogasta, Amaicha del Valle, entre otras "Sí o sí vamos a seguir. No vamos a convertirnos en un pueblo fantasma" dijo en ese momento don Urbano Cardozo.

Pero el sistema capitalista patriarcal tiene muchas formas: la expansión del monocultivo, el extractivismo inmobiliario, la megaminería. Estos sistemas económicos que destruyen las economías locales ancestrales que aún perduran, se sostienen por medio de guerras de baja intensidad.

Sus métodos los conocemos con el cuerpo:

  • Represión, como asesinatos selectivos de referentes o líderes o la criminalización y detenciones injustificadas.
  • Económico, como manejo de cursos de agua, estafas, empobrecimiento intencional seguido de coacción,
  • Psicológico, como la invisibilización y el desconocimiento de la preexistencia, "no son indios", "son foráneos", "son una minoría", "son violentos y terroristas" son las frases que legitiman el accionar represivo. Cada vez que las escuchamos, nos eriza la piel al recordarnos la famosa sentencia "algo habrán hecho".

Este tipo de confrontaciones poseen tres frentes en disputa: en el territorio, en las instituciones y en la opinión pública. En este año, 2022, son conocidos los asambleístas en Choya, territorio del Apu Aconquija, como "los chalimines". Allí, cada día desde hace casi tres meses, la circularidad de la vida se manifiesta en el mismo espacio, en otro tiempo.

Como la flecha de obsidiana, que vuela esta vez en forma de canto, de la voz de don Raúl Barrionuevo cuando grita "Vidala tengo una copla, no me la vas a quitar.. pa' cuando vuelva a mi pago entonces juntitos la hemos de cantar".

Parecen profecía las palabras dichas en el Siglo XVIII por aquel investigador, Tadeus Hanke:


"Críanse en éstos montes varios minerales de plata, y por temor a los indios del Chaco, se abandonan, como en el Cerro de Aconquija. Y también los hay en el de Pulares junto a los Valles Calchaquíes y en el de Acay y de oro en las fronteras de Atacama, en Incahuasi y Olaroz, en el Cerro de la Puna, jurisdicción de la Rioja...Pero la falta de caudales, el genio de los habitantes y su ignorancia en el beneficio, son obstáculos que impedirán siempre los progresos de la minería".

Tadeous Hanke

Al menos en éstos territorios, los años no sacian la sed de dignidad.
Sabemos que la Independencia no se declama ni se conquista. Se siembra, se riega y se cuida… A veces hasta se seca. Pero siempre
En otros cuerpos
En nuevas voces…
Como la vida…
Sabe volver a rebrotar.

Jallalla Apu Anconquija!
Del Kakan
Anco: aguas altas
Quillaj: de la luna

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