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El "dilema Venezuela": ¿Puede frustrar el integracionismo sudamericano?

La semana pasada en la refundación de la UNASUR, Venezuela fue nuevamente el blanco de las críticas pese al creciente respaldo de una mayoría de países. La cumbre convocada por Lula se vio entorpecida por la utilización del país caribeño como el chivo expiatorio de la región. ¿Qué sucedió? ¿Cómo sigue el asunto?. Luego de […]

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La semana pasada en la refundación de la UNASUR, Venezuela fue nuevamente el blanco de las críticas pese al creciente respaldo de una mayoría de países. La cumbre convocada por Lula se vio entorpecida por la utilización del país caribeño como el chivo expiatorio de la región. ¿Qué sucedió? ¿Cómo sigue el asunto?.

Gabriel Boric, presidente de Chile y Luis Lacalle Pou
Presidente de Uruguay

Luego de diez años de reintegracionismo regional, Lula logró lo que hace un año atrás era un imposible: reunir a todos los presidentes sudamericanos para discutir políticas de manera cooperativa y en beneficio de todo el bloque.

En este sentido, teniendo en cuenta el grave contexto internacional, Sudamérica demuestra al mundo que ante la adversidad política-económica-climática, hay unión y dignidad. 

Y también, vale remarcar, que el encuentro dejó atrás -en principio- una forma de hacer política diplomática influenciada por los EE.UU. 

¿A qué nos referimos? 

Organismos como la Organización de los Estados Americanos, bancos como el Banco Interamericano de Desarrollo, grupos de países que se reunieron políticamente solo para atacar a países de distinto signo ideológico como fue el caso del Grupo de Lima, fueron los espacios donde los distintos países latinoamericanos vieron acrecentar sus diferencias en pos de un desintegracionismo auspiciado por Estados Unidos.

De esta manera, la refundación de la UNASUR, vino -en parte- a ubicar a la política regional en el lugar que debe. Sudamérica discute desde Sudamérica y para Sudamérica. Hay un antes y un después en la geopolítica sudaca. Que el encuentro se haya dado en Brasil, reivindica nuevamente a este país como el conductor del movimiento.

Detrás de escena

Un día antes del encuentro entre los Jefes de Estado, Lula, Presidente de Brasil, se reunió con Nicolás Maduro, Presidente de Venezuela, en lo que significó el reencuentro entre ambas naciones luego de más de 8 años de permanente conflicto en sus relaciones diplomáticas. En esta nota pueden leer lo sucedido en tal encuentro.

Hábil estratega, Da Silva se reunió con Maduro no solo para reestablecer las relaciones entre ambas naciones y brindarle un apoyo sino también para enviar un mensaje de anticipación a los demás presidentes: Brasil apoya a Venezuela, y Venezuela estará de aquí en más integrada a la UNASUR, les guste o no les guste.

Para Venezuela el apoyo de Brasil es tan importante como el de Colombia. SIn dudas, la nación caribeña, luego de años de permanentes ataques económicos, políticos y hasta bélicos, vuelve a respirar -en parte- un tiempo que sentía olvidado: los años del chavismo (donde gozó de amplio respaldo sudamericano). 

De Boric a Pou hay solo un paso

A pesar de las fotos, de los consensos logrados y las reuniones bilaterales que mantuvieron la mayoría de los países entre sí, hay quienes se encargaron de tirar un condimento amargo a la histórica cena.

Pese a todo el esfuerzo de Lula para que la presencia de Maduro no fuera un estorbo para avanzar en el verdadero objetivo del encuentro -que no es otro que refundar el camino comenzado en aquél lejano 2008 cuando nace la UNASUR-, hubo encontronazos que obviamente no pasaron desapercibidos y fueron toda la carne que las pirañas extranjeras necesitaban para desviar el eje y la atención.

Es el caso de los presidentes Lacalle Pou de Uruguay  y de Gabriel Boric de Chile. Como si lo hubiesen coordinado, ambos Jefes de Estado criticaron la presencia de Maduro con la gastada y guionada narrativa de la violación a los DDHH en el país socialista. 

Del derechista Lacalle Pou, hombre en plena sintonía con los intereses norteamericanos, era de esperarse. Pero de un político que se autoidentifica como de “izquierda”, no. O por lo menos no en este lugar.

Pero claramente de Boric hay que esperarse todo. El lobo anda disfrazado de cordero, y es por sus actos -no tanto por sus dichos- por lo que debemos intentar comprenderlo.

El líder de gran parte de la izquierda chilena fue quien se encargó de entorpecer la reunión, correr el eje de la discusión y aumentar un clima de tensión que Lula había intentado subsanar.

Queriendo dar clases de Derechos Humanos, el Presidente chileno dió un papelón. Con la represión al pueblo mapuche profundizada, la prisión de los presos políticos de la revuelta intacta, el inclaudicable apoyo a Carabineros en leyes que legitiman el gatillo fácil, la sumisión ante los intereses extranjeros a través de la firma del TPP11, la continuación del Estado subsidiario a favor de las empresas forestales, la claudicación del proceso constituyente frente a la derecha pinochetista, y otros factores demuestran que la caradurez de Boric no tiene límite alguno.

De esta manera, Boric se alió con la derecha sudamericana y hasta osó criticar a Lula un día después de la Cumbre. El mandatario brasileño había manifestado que la narrativa de violación a los DDHH escondía intenciones de avanzar sobre la soberanía e independencia de ese país. Boric lo contradijo y afirmó que los DDHH “deben respetarse siempre”. A lo que el mandatario brasileño como el Presidente de Venezuela respondieron sin darle tanta atención y bajándole el tono al conflicto.

Quien no dudó en manifestar su enojo, fue Evo Morales. “Muy apenados por la actuación del hermano presidente de Chile que se olvida de la vocación antiimperialista de Allende y repite ataques de Trump contra el pueblo de Venezuela. La lucha por la soberanía y dignidad de América Latina debe ser coherente y consecuente” tuiteó el ex presidente.

Nada dijo el mandatario de Chile sobre la dictadura de Dina Boluarte, a quien se ha encargado de facilitarle la presidencia de la Alianza del Pacífico y de brindarle apoyo político, tampoco del régimen anticonstitucional impuesto por Guillermo Lasso, Presidente de Ecuador, con quien también no escatimó afectuosos saludos.

Venezuela sigue siendo el chivo expiatorio de algunos mandatarios que tienen como objetivo que no se hable de sus magras gestiones en DDHH en sus países sino también en frenar todo avance regionalista en Sudamérica. Ser de “izquierda”, en el siglo XXI, no garantiza ser latinoamericanista. Ser “progresista”, mucho menos. 

¡Es la integración, estúpido!

Pese a lo descrito anteriormente, estamos en condiciones de afirmar que el encuentro marcó -como ya dijimos- un cambio de época. Inclusive para Venezuela, que a pesar de las críticas, consiguió el apoyo y la legitimidad necesaria para seguir dependiendo de ella misma para desandar sus problemas y falencias. 

El encuentro consolidó un bloque sudamericano en un contexto de urgente necesidad de cooperación y construcción colectiva de acuerdos y políticas que puedan estar a la altura de la geopolítica actual. 

Ningún país sudamericano podrá resolver -paulatinamente- sus problemas políticos, económicos y sociales si no se entiende junto a sus vecinos. Sin integracionismo, Sudamérica se convertirá, una vez más, en el territorio de sacrificio de los imperios que hoy disputan el nuevo orden mundial. 

El primer paso está dado. El consenso firmado en Brasilia abre las puertas a una renovada unión sudamericana que pueda negociar con otros bloques continentales de igual a igual. La tan necesaria independencia económica regional comienza a desandar los engranajes del segundo Plan Cóndor que aún azota a la región mediante el lawfare, golpe de estado e incursiones militaristas norteamericanas en Abya Yala. La guardia debe seguir alta.

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