Mientras la enfermedad transita y se expande en el cuerpo propio y en el de su hija Quintana, la escritora Joan Didion vive y escribe el duelo por la pérdida de John Dunne, aquel hombre que murió repentinamente y la dejó a la deriva, sin barrera de protección, frente al mundo exterior.
Por Cristian Montú
Es 23 de diciembre de 2021 y en las redes están confirmando la muerte de Joan Didion, la gran escritora estadounidense que logró algo tan difícil para la mayoría de autores: escribir la historia de su tiempo y crear un estilo, encontrar su voz narrativa. Por la tarde se suponía que tendría la última clase de un taller de crónicas que estaba cursando por entonces. La clase se pospone porque a la tallerista se le rompe el auto en medio de la ruta.
Las crónicas que íbamos a comentar en el taller -crease o no- eran las de Joan Didion, pero nada de eso sucedió. Ella partió dejando atrás un legado en la literatura y abandonando, por fin, todos los sufrimientos que la aquejaban.
A la Didion la rodeaba un halo de intelectualidad que ella misma se encargaba de despejar como quien espanta mosquitos y moscas con las manos. Supe de su existencia y de sus libros cuando vi el documental de Netflix que la tiene como protagonista. El relato que sigue el guión del documental se construye con retazos de las crónicas y con testimonios de familiares y amigos.
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¿Por qué o para qué escribía Joan Didion? La respuesta es innegable tanto en el documental como en sus libros: “Escribo estrictamente para averiguar qué estoy pensando, qué estoy mirando, qué veo y qué significa. Para averiguar lo que quiero y lo que me da miedo.”
Joan Didion escribió porque no podía hacer otra cosa de su vida, quizás también porque contaba con los medios socioculturales para dedicarse a la literatura y porque esa dedicación casi absoluta dio frutos: crónicas, novelas, obras de teatro, guiones cinematográficos, reseñas y perfiles periodísticos.
A la gente la forma el paisaje en el que crece dice Joan en algún punto del documental mientras lee fragmentos de dos de sus obras más emblemáticas, dos libros que reportan sobre el dolor y la pérdida desde el punto de vista de una mujer siempre sagaz y observadora que acaba de perder a su marido y a su única hija.
Sueños dorados
Después del documental vinieron los libros y uno de los últimos que compré fue Los que sueñan el sueño dorado que recopila varias de sus crónicas y textos periodísticos, los hay de todo tipo y temática. Quisiera ser más específico pero tengo la sensación de que las palabras no alcanzarían para nada, solo queda sumergirse en la obra de Joan.
Sin embargo, uno de los textos que más recuerdo (y subrayé) es Sobre el amor propio publicado originalmente como artículo principal de la revista Vogue, entre consejos de moda y maquillaje aparecían los textos de Joan Didion.
Dice la Didion en 1961 sobre un concepto que hoy se encuentra de moda, y no se le escapa a los gurúes de las redes sociales: “…la gente con amor propio es gente dura, tiene algo así como agallas morales; hace gala de eso que antes se llamaba carácter (…) Pese a todo, el carácter -la voluntad de aceptar la responsabilidad de la propia vida- es el lugar donde brota el amor propio.”
En el ensayo, Joan Didion se reconoce a sí misma como una joven que debió enfrentar la realidad del autoengaño, al que define como una de las barreras más difíciles de sortear para cualquier ser humano: «Que te falte amor propio, en cambio, equivale a ser el espectador solitario e involuntario de un documental interminable que detalla tus propios fracasos.»
Pensamiento mágico
Nueve meses después de la muerte de su marido, el escritor John Gregory Dunne, Joan comienza a escribir «El año del pensamiento mágico» como un intento por asimilar aquellos meses que «…se llevaron por delante cualquier idea fija que yo pudiera tener de la muerte, de la enfermedad (…) del dolor y las formas en que la gente afronta y no afronta el hecho de que la vida se termina…»
La noche previa a la víspera de año nuevo, John muere de un infarto en su casa de Manhattan mientras él y Joan se disponen a cenar, todo esto mientras la hija de ambos permanecía internada en cuidados intensivos por una neumonía que se había complicado. John no verá llegar el 2004 y Joan deberá esperar al menos un mes más a que su hija reciba el alta médica para celebrar el funeral de su marido.
Hasta dónde vive un muerto en nosotros se pregunta la escritora Fernanda García Lao en una entrevista televisiva emitida esta semana y parece que eso es exactamente lo que se pregunta e intenta averiguar Joan Didion en su libro.
¿Cómo nos imaginamos que reaccionaremos ante la muerte de nuestros seres queridos? “Nos imaginamos (sabemos) que alguien cercano a nosotros podría morir, pero no nos planteamos más que los pocos días o semanas inmediatamente posteriores a esa muerte imaginada (…) podemos suponer que nos quedaremos en shock. Pero no nos esperamos que ese shock sea aniquilador, que nos trastorne tanto el cuerpo como la mente.”
Mientras la enfermedad transita y se expande en el cuerpo propio y en el de su hija Quintana, Joan vive el duelo por la pérdida de aquel hombre que murió repentinamente y la dejó a la deriva, sin barrera de protección, frente al mundo exterior.
Y aunque la sensación de que en cualquier momento John pueda volver, una tarde en pleno cruce de calles Joan acepta que “…si queremos seguir vivos llega un momento en que tenemos que dejar ir a los muertos, dejarlos ir, dejarlos muertos…”
Noches azules
Casi dos años después de la muerte de John Dunne, en agosto de 2005 muere Quintana Dunne.
Noches azules fue el primer libro que leí de Joan Didion, libro donde la autora recorre la vida y la muerte de su hija Quintana. La adopción tras varios intentos inútiles por concebir hijos por parte del matrimonio. La infancia y adolescencia donde los miedos de ambas forjarían un vínculo. El casamiento de la hija y las múltiples bendiciones que nunca se harían realidad para los recién casados. La enfermedad y los constantes paseos por hospitales y salas de urgencias. La muerte.
El primer capítulo del libro finaliza con la definición de lo que significan las noches azules para la Didion: “…sorprendí a mi mente volviéndose cada vez más hacia la enfermedad, hacia la muerte de las promesas, el acortamiento de los días, lo inevitable del apagamiento, la muerte de la luz. Las noches azules son lo contrario de la muerte de la luz, pero al mismo tiempo son su premonición.”
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Tras la publicación de El año del pensamiento mágico, Joan se embarca en el proceso de escribir su primera obra teatral basada en el libro, mientras vive el duelo por la reciente muerte de su única hija. La obra debe incluir aquellos hechos que el libro no menciona porque no habían sucedido aún: la pérdida de la hija y la desaparición de la familia conformada por Joan, John y Quintana.
Al mismo tiempo que la autora escribe para saber qué siente y qué piensa, deja un legado para todas aquellas personas que no encuentran consuelo ni en la religión ni en la autoayuda. Y también nos deja una advertencia certera por parte de alguien que ya ha atravesado el dolor en todas sus formas: “Uno teme por lo que todavía no ha perdido. Puede que ustedes todavía no vean nada por perder. Y, sin embargo, no hay día en su vida en que yo no lo vea.”
De dónde era
Mientras termino de escribir las últimas palabras de esta columna llegan dos libros más de Joan Didion que no alcanzaré a comentarles: una novedad (que siempre aparecen cuando un autor muere) que reúne varias crónicas sobre California, «De dónde soy»; y una novela que ya lleva varios años publicada en nuestro país, «El río en la noche».
Espero con ansias el momento adecuado para que los libros de la Didion nos vuelvan a encontrar y decirle, donde quiera que esté, que al final no sucedió lo que tanto le preocupaba, que pudo encontrar las palabras que funcionan.