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Fogón y quema del diablo: una antigua costumbre en extinción

Publicado por:Juan Martín Maldonado

Una celebración que invita a repensar la propias raíces escépticas y un pedido por el fin de la pandemia.

Pese a ser una fecha puramente católica, al acontecimiento en Traslasierra acude hasta la persona más agnóstica. Es que allí, no se quema el diablo, allí se queman los males.

Por Juan Maldo

San Pedro es una localidad que no supera los 10 mil habitantes y está ubicada en el Valle de Traslasierra. Para los y las lugareñas que se encuentran en ciudades o regiones alejadas, explicar dónde queda San Pedro suele ser una situación llamativamente compleja de la cual la salida más fácil es: «pegadito a Villa Dolores, cruzando el puente. Allá donde el río está pandito y seco».

Cada 29 de junio se celebra a nivel mundial el Día de San Pedro y San Pablo, una festividad católica y cristiana que recuerda a los apóstoles. Se dice que en esta fecha fallecieron o fueron removidos los restos de quienes son los principales fundadores y divulgadores de su iglesia.

Pese a ser una fecha puramente católica, al acontecimiento en Traslasierra acude hasta la persona más agnóstica. Es que allí, no se quema el diablo, allí se queman los males.

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En las famosas «patronales», se incinera «la representación del mal». ¿Y qué es el mal? Para el pueblo, son todas las tragedias, sequías e improductividades que atacan de lleno a la comunidad. Allí prepondera el bien colectivo, el de la comunidad en favor de la prosperidad y en ansias de un mejor pasar; las individualidades están en segundo plano, se dibujan sólo cuando una enfermedad o un mal momento atormenta hasta la persona más fuerte.

Al iniciar la noche -con acto protocolar de por medio- se descubre una llama que llega hasta el cielo y en el frío invierno, calienta las miradas que observan y hace cenizas las penas. Al grito de ¡VIVA SAN PEDRO Y SAN PABLO!, se responde al únisono: ¡VIVA!

Cada año, el artista Ezequiel Peralta lleva a cabo un trabajo mancomunado y alza un «diablo» diferente. Si, porque el mal tiene diferentes formas y aparece frente a cada persona en representaciones diferentes.

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El COVID protagonista

Como era de esperar, el famoso núcleo del virus -junto a su corona- fueron parte de esta quema, porque el pueblo está cansado y el momento no es bueno. Un pedido popular a lo más profundo de las creencias de cada uno. Un reclamo desesperado a los dioses o la Pachamama para que la pandemia llegue a su fin.

Cada año, el artista Ezequiel Peralta lleva a cabo un trabajo mancomunado y alza un «diablo» diferente. Si, porque el mal tiene diferentes formas y aparece frente a cada persona en representaciones diferentes.

En la noche del lunes 28, se quemó en la hoguera un diablo gigante, de más de diez metros, junto a un núcleo de COVID en su boca. El momento fue acompañado por un mapping de coronavirus, autoridades locales y provinciales y un puñado de vecinos y vecinas que pasaban de regreso al trabajo.

Estar en contra del COVID no es una situación solamente sanitaria, es que la pandemia se llevó también una tradición popular que congrega a muchísima gente del Valle y alrededores. Se llevó consigo a la feria de artesanos y artesanas que se celebraba en la plaza principal durante los días previos. Se robó una tradición.

La quema del fogón junto al diablo se asemeja a lo que ocurre en los carnavales jujeños. Un diablo se desentierra, se celebra y se vuelve a enterrar, bajo una apacheta que promete sueños, anhelos y diversión para el pueblo.

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Una costumbre adoptada

Sin dudas, la imposición del catolicismo en Latinoamérica trajo fechas y tradiciones a implementarse en el territorio. Las comunidades tomaron estas prácticas y las ejecutaron de diferentes formas e intentando conservar ese crisol de creencias.

La quema del fogón junto al diablo se asemeja a lo que ocurre en los carnavales jujeños. Un diablo se desentierra, se celebra y se vuelve a enterrar, bajo una apacheta que promete sueños, anhelos y diversión para el pueblo.

Hoy nos quedan pocos fogones en Argentina. Pero en San Pedro la llama parece no apagarse, por más que el mal aceche con furia, como ahora. En el cantar de las llamas, se ahogan las penas de la Traslasierra querida.

En el cantar de las llamas, se ahogan las penas de la Traslasierra querida.

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