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Ecofeminismos: justicia social es justicia ambiental

Movimientos populares, de luchas acuerpadas, que surgieron desde afuera de los círculos académicos sino en las propias vivencias y violencias habitadas en la piel. ¿Qué son los ecofeminismos? ¿Por qué hablamos en plural? ¿Cuál es el vínculo entre la lucha ambiental y la feminista? Por Magdalena Gavier ¿Qué son los ecofeminismos? Es una corriente que […]

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Movimientos populares, de luchas acuerpadas, que surgieron desde afuera de los círculos académicos sino en las propias vivencias y violencias habitadas en la piel. ¿Qué son los ecofeminismos? ¿Por qué hablamos en plural? ¿Cuál es el vínculo entre la lucha ambiental y la feminista?

Por Magdalena Gavier

¿Qué son los ecofeminismos?

Es una corriente que agrupa diversos movimientos que unen la voluntad de las luchas feminista y ecologista: velar por un mundo más justo, equitativo, saludable y armónico. Es desde sus bases una corriente plural y diversa, porque dialoga con las realidades locales y específicas de cada territorio. 

Si bien desde una mirada historicista occidental se sostiene que el movimiento surgió en la década de 1970 en Estados Unidos, nos alcanza con observar la historia del capitalismo y el patriarcado para entender que esta propuesta surgió en distintos lugares del mundo casi al mismo tiempo para visibilizar(nos) y guardianar la vida en todas sus expresiones. Todos los ecofeminismos cuestionan y proponen alternativas al modelo sistémico colonialista, patriarcal y capitalista, y reformulan conceptos como el de economía, producción, progreso, trabajo o individuo. Además, traen propuestas para revertir la cultura jerárquica, que considera que unas vidas valen más que otras, y que somete con violencia todo lo que pretenda poner límites a la maximización del beneficio.

Para entender los ecofeminismos es importante reconocer en primer lugar que los movimientos populares no son académicos, por lo tanto no encontraremos una definición exacta de lo que significan sino más bien acciones, reflexiones y cuestionamientos que nos vayan acercando de a poco a su significado. De alguna manera, es como si también los movimientos populares, además de desafiar las lógicas sistémicas de vincularnos, también desafiaran las lógicas sistémicas de aprender y entender conceptos. Hermosa metáfora para reconstruir nuestras formas de pensar y concebir nuevas ideas.

Dicho esto, quiero listar de antemano los tres conceptos-ideas, dos de los cuales voy a ir desenmarañando a lo largo de la columna (el último punto quedará para otra columna, pero ya se podrán hacer una idea de qué se trata después de ésta):

  • relación cuerpo-territorio
  • el cuidado y la ética del cuidado
  • comunicación con perspectiva ecofeminista 

Relación cuerpo-territorio

No es novedad que la tierra esté siendo víctima de las lógicas capitalistas a las que la hemos sometido. 

Aguas contaminadas, bosques incendiados, personas humanas marginalizadas, tierras arrasadas, especies animales no humanas en extinción y otras sometidas a la explotación para el consumo, y podríamos seguir nombrando una interminable lista de formas en que todxs lxs seres que nos expresamos como parte de la Tierra (siendo materia, con sistema nervioso, o de la forma que sea) hemos sido sometidxs a un sistema dominante y violento durante siglos. 

Todo esto, ¿producto de qué? De la humanidad misma. Pero sobre todo de la expresión que hemos alcanzado como humanidad para satisfacer necesidades que ni siquiera existían y en pos de un desarrollo que ni en el más hipotético caso iba a ser para la totalidad de lxs humanxs. 

Entonces, sin ánimos de buscar culpables de todo lo que acontece hoy, sí me parece necesario que entendamos que hemos llegado hasta aquí porque hay algo de lo que nos esforzamos durante siglos en creer: que como humanidad, por tener la expresión de la naturaleza de la conciencia y haber desarrollado el lenguaje, nos concibamos como superiores y dueñxs de la Tierra. Cuando en realidad aquí nadie tiene nada, aquí somos todxs parte de un mismo todo y diversas expresiones de la misma materia terrestre. 

Luego, el devenir de las mismas lógicas y sistematizaciones generadas por y para la humanidad, nos fueron alejando cada vez más de la realidad de que somos Tierra. Y no sólo eso, sino que también -de paso- nos fueron imponiendo la idea de que la naturaleza (además de ser ajena a la humanidad) debía ser feminizada, y por lo tanto podía ser explotable, marignalizable, sistematizable y al servicio de la reproducción y extracción. Es decir, un territorio donde se pudieran reproducir las lógicas del modelo productivo (capitalista) y vincular (patriarcal) dominante. 

Vandana Shiva, referente de los movimientos ecofeministas, propone una explicación bastante clara de cómo el crecimiento del patriarcado capitalista fue declarando a la naturaleza como “muerta” (aunque proveedora de recursos para la vida) y a las mujeres como pasivas y no-productivas (aunque sí reproductoras de nuevas vidas humanas para la alimentación del sistema capitalista):

En este punto, además, quiero traer un fragmento del texto “ Las promesas de los monstruos” de Donna Haraway:

“La naturaleza no es un lugar físico al que se pueda ir, ni un tesoro que se pueda encerrar o almacenar, ni una esencia que salvar o violar. La naturaleza no está oculta y por lo tanto no necesita ser desvelada. La naturaleza no es un texto que pueda leerse en códigos matemáticos o biomédicos. No es el «otro» que brinda origen, provisión o servicios. Tampoco es madre, enfermera ni esclava; la naturaleza no es una matriz, ni un recurso, ni una herramienta para la reproducción del hombre”.

La naturaleza es topos y tropos:

  • Es topos, porque es un lugar retórico o tópico, a tener en cuenta como un lugar común: “la naturaleza es el lugar sobre el que reconstruir la cultura pública”, es el lugar donde ordenamos nuestro discurso y nuestra memoria. 
  • Es tropos, porque es construcción, movimiento, desplazamiento: “la naturaleza no puede preexistir a su construcción (...) La naturaleza es un tópico del discurso público en tomo al cual giran muchas cosas, incluso la Tierra”.

No es casual entonces que las luchas feministas y ecologistas se encuentren en una corriente común: ambos movimientos velan por el cuidado de la vida y proponen alternativas epistemológicas. Los ecofeminismos visibilizan formas ancestrales de vincularnos entre las personas (humanas y no humanas) y con el planeta en general. 

Los ecofeminismos proponen una re-apropiación de la noción de cuerpo para defender la vida y sus propios ciclos de reproducción. 

Hay consignas que nos unen a todas en la lucha feminista y ecologista, y todas tienen en común la vincularidad con la Tierra:

  • acceso a la tierra es acceso a la libertad;
  • urge reconectar con la tierra;
  • cuidar a la tierra como cuidamos a nuestros cuerpos;
  • la lucha es por un futuro sano, seguro y soberano.

El cuidado

El cuidado es una facultad relacional propia de muchas especies, como la especie humana. La vida humana en la Tierra se ha sostenido durante siglos gracias a esta facultad (además de otras vitales), junto con los instintos de supervivencia y adaptación. Durante años, el neoliberalismo y el capitalismo han ido desplazando esta facultad de las personas, especialmente de los hombres (para cumplir mandatos patriarcales) y particularmente ha dejado las tareas de cuidado a las mujeres. 

En la mayoría de los casos, en especial en zonas campestres, las trabajadoras rurales son también madres de familias, o se hacen cargo de alguna persona de su círculo familiar, y/o colaboran en alguna olla popular o comedor de la comunidad. Son cuidadoras. Realizan tareas domésticas además de las vinculadas a la agroecología, con todo el trabajo corporal que eso ya implica.

Como mencioné en una columna anteriormente, el papel femenino en el mundo de la agricultura, además, repercute en diversos ámbitos, desde la producción y comercialización hasta labores de índole hogareña, especialmente a la hora de tomar decisiones sobre la alimentación para la casa. Y esta es una tarea que en general se ha trasladado de generación en generación de abuelas a madres y madres a hijas, que no es para nada fácil relegar o cambiar. 

En este mundo de la agricultura familiar, donde se tiene un contacto mucho más cercano con los alimentos, la cocina se vuelve una suerte de laboratorio donde se conjugan no sólo conocimientos sino también emocionalidades. Es un lugar de encuentro, un espacio vivo. Y en este tipo de situaciones es donde se puede observar bien de cerquita cómo cambia todo cuando se vive el proceso de germinación, siembra, cuidado y cosecha de lo que se cultiva. El verbo alimentar cobra un sentido mucho más amplio que no sólo incluye la palabra nutrir sino también de cuidar, de honrar, de celebrar y de liberación. 

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Todo lo que acontece entre la tierra y la cocina cobra un sentido mucho más profundo y ancestral. Es un momento donde se honra a las generaciones anteriores por lo recibido, se celebra a la familia presente por lo cosechado y cocinado, y se intenciona por las personas que cultivarán y nutrirán en un futuro. Cocinar y alimentar es cuidar.

¿Y si redistribuimos las tareas de cuidado?

Ética del cuidado

Etimológicamente, el cuidado tiene que ver con prestar interés y atención reflexiva en algo, y accionar o moverse para colaborar en su bienestar. El cuidado requiere estar en presencia (en esencia, no siempre directamente física y material) y para eso hace falta entendernos en dependencia de otros seres y de un todo.

La ética del cuidado tiene sus propios fundamentos, estudios y referentes pero, básicamente, propone la comprensión del mundo como una red de relaciones en la que nos encontramos dependencia: 

  • INTERdependencia: nuestra existencia depende de la de otras personas humanas. Somos en esencia seres sociales y convivientes, por lo que es imposible concebirnos sin el cuidado y los lazos entre humanidad. Desde que nacemos necesitamos de otras personas que nos cuiden y protejan hasta la edad adulta, e incluso posteriormente necesitamos de gente a nuestro alrededor para desarrollarnos como individuos. 
  • ECOdependencia: nuestra existencia y subsistencia depende de la existencia de la Tierra. Nuestro vivir aquí está ligado al organismo vivo que nos acoge y es imposible pensarnos sin este. La vida humana está sujeta a las condiciones y limitaciones de y en la Tierra; y por eso es tan importante que repensemos nuestra forma de vincularnos y entendernos como parte de ella. 

Recomiendo el video completo y el fragmento en particular de Canal Encuentro donde Maristella Svampa (escritora e investigadora argentina) explica algunas claves para entender la ética del cuidado como una ética de liberación de la humanidad:

La crisis no es sólo ambiental, ni social ni económica. Como humanidad, parte y expresión de la naturaleza, estamos atravesando una crisis vincular, una crisis de afectos, de percepción y de identidad. Por eso es tan importante que repensemos nuestras maneras de luchar, de vincularnos, de consumir, y también de desear.

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