Resaltadas

Un osito de peluche de Taiwán

Una canción que desata recuerdos y un hombre que bucea en lo profundo del pasado pueden ser la puerta de entrada a otros mundos ficcionales que por lo general quedan atrapados en los filtros de las barreras idiomáticas. Por Cristian Montú Al aterrizar en un aeropuerto de Alemania, Watanabe -el protagonista de Tokio Blues de […]

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Una canción que desata recuerdos y un hombre que bucea en lo profundo del pasado pueden ser la puerta de entrada a otros mundos ficcionales que por lo general quedan atrapados en los filtros de las barreras idiomáticas.

Por Cristian Montú

Al aterrizar en un aeropuerto de Alemania, Watanabe -el protagonista de Tokio Blues de Murakami- escucha una melodía que lo transporta directamente a los recuerdos de su juventud. Veinte años atrás estaba paseando en lo profundo de un bosque junto a Naoko. Las palabras que se dirigen uno a otro son escasas, entre ellos reina el silencio, sin embargo ella le pide un favor que cobrará sentido mucho tiempo después:  “¿Te acordarás siempre de que existo y de que he estado a tu lado?”

El recorrido de Watanabe es hacia el pasado. La canción Norwegian Wood de los Beatles reflota esos recuerdos y lo lleva a reconocer que su promesa es imposible de cumplir: cada día es más difícil recordar el rostro de Naoko. En las tinieblas de la memoria van perdiendo definición y nitidez miles de recuerdos que Watanabe vivió entre sus diecisiete y sus veinte años mientras era un estudiante universitario más en Tokio. 

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A medida que el rostro de ella se desdibuja, él la comprende un poco más. Después de que Naoko le pida a Watanabe que no la olvide nunca, a la novela comienza a cubrirla un halo de melancolía que no es empalagosa ni trillada. 

No hace falta aclarar (pero igual voy a hacerlo)  que es notablemente evidente que mi encuentro lector con Murakami acaba de suceder apenas este verano, es reciente y ahora quiero leer todo lo que haya escrito. Lo mismo ocurrió algunos años atrás cuando encontré perdida entre las estanterías de la Biblioteca del pueblo una novelita breve que resultó ser Kitchen de Banana Yoshimoto. Estos dos autores japoneses tienen un magnetismo literario que es difícil -por no decir imposible- de ignorar.

Pero tanto Yoshimoto como Murakami gozan de prestigio y reconocimiento internacional, son estrellas de la escritura. Si uno quiere leerlos solamente tiene que ir hasta cualquier librería y podrá encontrar sus libros. Y la puja de hoy es -también- dar a conocer y poner en circulación a autores y autoras asiáticas cuyas obras suelen quedar atrapadas en las fronteras reales y simbólicas de la literatura y el idioma.

Amo a mi mamá - Chen Xiwo

“¿Cómo era posible que semejante persona pudiera matar a nadie?” se pregunta uno de los protagonistas de la novela Amo a mi mamá (Mil Gotas Editorial, 2020) del autor chino Chen Xiwo. Al principio de la novela vemos como un policía, que se sabe parte de una institución corrupta, debe investigar un crimen atroz: una mujer mayor acaba de ser asesinada por su propio hijo.

La brújula moral del policía se calibra a medida que los criminales van pasando por la sala de interrogatorios. Él ha tenido hasta el momento una buena vida y se sabe afortunado. Los criminales están de un lado de la vereda, él está en el lado opuesto: “Todo el mundo tiene una inclinación hacía la belleza, pero ellos debían concentrarse en hallar la fealdad.”

No puede creer que ese hombre que tiene al frente haya asesinado a alguien porque a simple vista resalta la discapacidad física que lo afecta desde niño, llevándolo a depender exclusivamente de los cuidados maternos. ¿Qué motivos pudo haber tenido el detenido para matar a golpes a su madre? Al no obtener una declaración sobre los hechos, el policía revisa las evidencias, entrevista a vecinos y empieza a prestar especial atención al comportamiento del hombre.

En la celda del acusado aparecerá la prueba que puede llevar al policía a dar con el esclarecimiento del caso y hacer hablar al detenido, pero eso sin dudas implique hundirse en lo tortuoso de una relación madre/hijo mediada por tabúes, pobreza, mandatos sociales, corrupción estatal, abandono. Y además una duda asalta al policía… ¿Podría ser capaz él mismo de cometer un hecho tan aberrante y por los mismos motivos que lo ha hecho ese hombre afectado para siempre por la poliomielitis?

Esta novela de Chen Xiwo es la primera de toda su obra literaria que se traduce al español mientras que en su país natal (donde reside y trabaja como profesor universitario) permanece censurada.

Solo las mujeres desaparecen - Antología

Otro libro traducido por primera vez a nuestro idioma es Solo las mujeres desaparecen (Hwarang Editorial, 2022) donde ocho autoras de Corea del Sur escriben cuentos atravesados directa o indirectamente por una pregunta de carácter universal: "¿Dónde están las mujeres que no volvieron?"

Las ocho historias exploran los escondites y grietas de la sociedad coreana dónde quizás podrían hallarse las respuestas al interrogante que da vida y estructura al libro. Si bien se lo clasifica dentro del género del terror, hay historias que van más allá desde lo argumental y el terror/suspenso es apenas un rumor constante que inquieta al lector.

Las mujeres han desaparecido o están a punto de hacerlo, ya sea por voluntad/deseo propio o por voluntad de otros. Entre los personajes se cuentan fantasmas, aspirantes a monjas, niñas y adolescentes desesperadas ante la presión social, esposas que huyen de sus matrimonios, bosques vivos que como imanes atraen mujeres y se las tragan.

La que vino antes y la que llegó después es un relato que me hizo recordar (y anotar en los márgenes) a los relatos de Mariana Enriquez. Es un cuento de terror muy bien logrado que tiene los ingredientes necesarios: personajes peculiares, un contexto cada vez más asfixiante, reglas hechas para romperse.

Una profesora de escasos recursos acepta trabajar para una familia evidentemente rica dando clases particulares a dos chicos que se educan en casa. La mansión, imponente y moderna, está bastante aislada. Las reglas que debe seguir son simples: dejar siempre encendidas las velas aromáticas que invaden cada espacio, dar clases algunas horas por día y nunca subir al segundo piso donde habita el abuelo de la familia.

Día tras día la situación se vuelve más tensa y el ambiente, irrespirable. Decidida a buscar las razones, la profesora sube una noche a la planta alta: "...estaba sumida en la más completa oscuridad. Había otras habitaciones a los lados del pasillo, pero ella se dirigió sin vacilar hacia la del fondo. Por el resquicio de la puerta cerrada, sintió el perfume a fruta madura a punto de pudrirse."

Otro libro traducido por primera vez a nuestro idioma es Solo las mujeres desaparecen (Hwarang Editorial, 2022) donde ocho autoras de Corea del Sur escriben cuentos atravesados directa o indirectamente por una pregunta de carácter universal: "¿Dónde están las mujeres que no volvieron?"

Las ocho historias exploran los escondites y grietas de la sociedad coreana dónde quizás podrían hallarse las respuestas al interrogante que da vida y estructura al libro. Si bien se lo clasifica dentro del género del terror, hay historias que van más allá desde lo argumental y el terror/suspenso es apenas un rumor constante que inquieta al lector.

Las mujeres han desaparecido o están a punto de hacerlo, ya sea por voluntad/deseo propio o por voluntad de otros. Entre los personajes se cuentan fantasmas, aspirantes a monjas, niñas y adolescentes desesperadas ante la presión social, esposas que huyen de sus matrimonios, bosques vivos que como imanes atraen mujeres y se las tragan.

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La que vino antes y la que llegó después es un relato que me hizo recordar (y anotar en los márgenes) a los relatos de Mariana Enriquez. Es un cuento de terror muy bien logrado que tiene los ingredientes necesarios: personajes peculiares, un contexto cada vez más asfixiante, reglas hechas para romperse.

Una profesora de escasos recursos acepta trabajar para una familia evidentemente rica dando clases particulares a dos chicos que se educan en casa. La mansión, imponente y moderna, está bastante aislada. Las reglas que debe seguir son simples: dejar siempre encendidas las velas aromáticas que invaden cada espacio, dar clases algunas horas por día y nunca subir al segundo piso donde habita el abuelo de la familia.

Día tras día la situación se vuelve más tensa y el ambiente, irrespirable. Decidida a buscar las razones, la profesora sube una noche a la planta alta: "...estaba sumida en la más completa oscuridad. Había otras habitaciones a los lados del pasillo, pero ella se dirigió sin vacilar hacia la del fondo. Por el resquicio de la puerta cerrada, sintió el perfume a fruta madura a punto de pudrirse."

Más y más...

No sé si lo leí o lo escuché pero alguien en algún lugar, al hablar sobre literatura asiática, sugería que nos acerquemos con una curiosidad genuina, que vaya más allá del turismo lector que solemos practicar.

También es importante la cuestión de los prejuicios y vicios literarios que tenemos como lectores occidentales. La lista, una cáscara de nuez en el mar apenas, y las posibilidades son infinitas. Y sepan que toda sugerencia es siempre bienvenida, ahí nos leemos…

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