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<strong>Flamantes casas nuevas tras los muros</strong>

Publicado por:El Resaltador

«Parece una ley: todo lo que se pudre forma una familia» dice un verso popularmente conocido del escritor Fabián Casas. Y podría agregarse también que todo lo que se cerca y amuralla forma una comunidad. Una comunidad que no está exenta de las dinámicas sociales de las que finge escapar. 

Por Cristian Montú

Las viudas de los jueves es una película argentina (basada en una novela homónima de la autora Claudia Piñeiro). La trama gira en torno a un grupo de amigas que se reúnen todos los jueves a comer mientras sus maridos se quedan en casa mientras fuman, toman whisky, hablan de plata y negocios. La historia transcurre dentro un country, en pleno 2001 cuando el advenimiento de la crisis es inevitable.

Altos de la Cascada es un barrio tranquilo y obscenamente rico, o al menos sus casas lo son. Quienes habitan esas casas se esfuerzan por mantener un estilo de vida que se les escapa de las manos ante la inminencia del desastre que se avecina. El temor más grande es perder una porción del paraíso que compraron. Las casas precarias de la villa que se yergue al costado de la alambrada son un recordatorio de la tragedia que significa la pérdida de estatus social.

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Cuando tres cadáveres aparecen flotando en la pileta de una de las protagonistas -y uno es su propio marido- las frases hechas como “acá no pasa nada” y “somos una gran familia” se desvanecen y el manto que cubre el entramado detrás de esas muertes podría derivar en un escándalo que deje al descubierto lo peor de toda esa comunidad que poco tiene de tranquila y familiar.

Lecturas de verano

Barrios cerrados, barrios privados, countries y la vida dentro de ellos: esa parece ser la consigna de mis lecturas de este verano. Algunos libros reposaban en la pila de pendientes desde hacía meses, otros aparecieron como opciones atractivas en las estanterías de la Biblioteca Popular del pueblo. Algunos libros brutales e hipnóticos, otros más sutiles pero no por eso menos crueles.

Los relatos reunidos en Danzas de las sombras (Penguin Random House Editorial, 2022) fueron escritos varias décadas atrás por Alice Munro, ganadora del Premio Nobel de Literatura. Hay personajes de todas las edades que se enfrentan a las disyuntivas de la vida cotidiana en pueblos y ciudades chicas. Salvo excepciones, los personajes parecen moverse por la misma zona geográfica y da la sensación de que van a cruzarse unos en las historias de los otros. 

Los cuentos del libro son magistrales por la forma en que están escritos y por la identidad que logran los personajes: una chica descubre que su padre era alguien más antes de convertirse en lo que ahora es, unos chicos intentan divertirse en un pueblito cerca de un lago, una ama de casa busca libertad creativa alquilando un despacho para lograr convertirse en escritora, una mujer regresa después de muchos años al pueblo que supo habitar junto a su hermana y su madre severamente enferma, una chica reniega del vestido que le cose su madre y de las imposiciones sociales a las que se ve sometida… Las encrucijadas se les presentan a los personajes que deben elegir y en ocasiones sus deseos van en contra de lo que el lector piensa que ellos podrían desear.

El segundo cuento del volúmen, Las casas flamantes, es un relato que funciona como predicción y explicación de los desarrollos inmobiliarios actuales. Un grupo inversor toma parcelas de bosque para deforestar y construir una nueva urbanización con casas lujosas y modernas. Mientras tanto, si no logra echar a los moradores primitivos del lugar, les da permisos especiales para seguir viviendo en sus casa mientras encuentra vacíos legales para borrarlos del barrio.

Y en la nueva urbanización la señora Fullerton es uno de los problemas: vive en una casa que desentona, cría gallinas, la pintura de las paredes está descascarada, a duras penas llega a fin de mes pero se rehúsa a trabajar de niñera para sus jóvenes vecinas alegando que ella ya crió a sus propios hijos.

El paraíso es un espejismo

Lejos de querer sonar repetitivo por simple inercia, me parece necesario que volvamos a hablar sobre la escritura de Fernanda Melchor, autora mexicana que se consagró con Temporada de huracanes: una historia turbulenta que atrapa -si el lector lo permite- como un mar embravecido para luego arrojarlo a uno en la playa de una isla desierta.

En su última novela publicada, Melchor retoma el trabajo fino que hace del lenguaje en base a la oralidad de sus personajes pero el horizonte se expande. Si antes la miseria era el lazo que hermanaba a los habitantes de pueblos desamparados del interior de México, ahora se le opone la descarada ostentación de un barrio residencial que le quita espacio a la naturaleza y explota a los vecinos del pueblo con el cual limita.

Páradais (Literatura Random House, 2021) nos narra la historia de dos adolescentes que habitan, en apariencia, en bandos opuestos: Franco Andrade ‘El gordo’, encarnación del fracaso y la decepción de una familia rica, adicto a la pornografía y que comienza a obsesionarse con una vecina recién mudada a la urbanización; Leopoldo García Chaparro ‘Polo’, jardinero oficial del residencial que anhela huir de ese trabajo esclavista y de la tortura diaria que implica regresar con su madre cada tarde.

Como aquellos eventos que no están destinados a suceder pero que terminan aconteciendo, Franco y Polo empiezan a coincidir en tardes y noches de borracheras clandestinas. Cada uno planea ayudarse de las necesidades del otro para cumplir fantasías y lograr objetivos.

“…de pronto se preguntó a sí mismo: ¿Por qué no? ¿Por qué chingados no? Ya nada tenía sentido, todo le daba igual. Al fin y al cabo, a él qué carajos le importaba lo que le pasara a la vieja esa y a su insoportable familia, bola de alzados que se creían merecerlo todo. A lo mejor ésa era su oportunidad para llegarle a la verga de Progreso, de la casa de su madre, de las garras de Zorayda y de aquel trabajo de mierda…”

A partir de ese momento decisivo en el que Polo acepta embarcarse en los planes de Franco, todo lo que puede salir mal comienza a salirles peor y se verán obligados a naufragar en sus propias decisiones.

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