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Encuentros cercanos

Los límites que separan recuerdos de sueños se disuelven cuando una noche de verano aparece en el cielo estrellado del campo una nave misteriosa…  ¿Encuentro cercano con seres animados o sueño distorsionado?  Por Cristian Montú Fue una noche después de navidad, varios años atrás, cuando salimos a caminar por el campo con unas amigas. O […]

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Los límites que separan recuerdos de sueños se disuelven cuando una noche de verano aparece en el cielo estrellado del campo una nave misteriosa…  ¿Encuentro cercano con seres animados o sueño distorsionado? 

Foto: Pinterest

Por Cristian Montú

Fue una noche después de navidad, varios años atrás, cuando salimos a caminar por el campo con unas amigas. O tal vez fue la misma noche de navidad. Es difícil bucear en los rincones mohosos de la memoria y encontrar lo que uno efectivamente busca. Lo que uno creía como recuerdos terminan siendo sueños que se distorsionaron y viceversa. 

En realidad esa noche habíamos salido a dar una vuelta por ahí, por las calles del pueblo y enseguida terminamos enfilando hacia una calle periférica que desemboca en un gran camino rural. Los límites entre calles y caminos rurales van perdiendo firmeza y definición a medida que uno se aleja del pueblo.

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Mientras más nos adentrábamos en el campo menos se percibían los vestigios de los fuegos artificiales y la pirotecnia. El festejo estaba prácticamente acabado. El cielo estrellado, la luz de la luna cubriéndolo todo y un silencio inquieto. Nada más que estrellas, luna y silencio en medio de aquel mar verde. Y entonces unas luces cruzaron el cielo a toda velocidad.

Tres luces de distintos colores coronando las puntas de un triángulo. El misterioso objeto volador duró apenas unos segundos ante nuestros ojos y desapareció en el horizonte. El desconcierto también duró apenas unos segundos y seguimos caminando hasta que nos cansamos y desandamos nuestros pasos.

Meses más tarde, mientras iba de canal en canal buscando alguna película, apareció un especial de TV sobre ovnis. Los testigos de los avistajes coincidían en que las naves, en este caso, eran triangulares con luces en sus puntas y venían apareciéndose en los cielos de distintas ciudades desde 1940. Tras un breve momento de incomodidad en donde yo era el único protagonista, cambié de canal.

En la inmensidad de la noche

Los encuentros cercanos con ovnis y seres extraterrestres se refieren justamente al momento en que una persona es testigo de la presencia de uno o de ambos al mismo tiempo. El astrónomo y ufólogo Josef Allen Hynek fue el primero en desarrollar una escala clasificatoria según la intensidad del contacto entre humanos y seres animados. Encuentros del primer, segundo y tercer tipo. 

Avistamientos simples, luces extrañas, cielos surcados por objetos/naves que no pueden identificarse, marcas gigantescas que aparecen grabadas en grandes extensiones de campos sembrados, animales asustados y algunas veces mutilados con precisión médica…  

Pero la escala de Hynek es relativa. En el campo hay infinitas cantidades de historias que podrían relacionarse de manera directa con los encuentros cercanos del ufólogo, pero el sincretismo las fundió junto a otras historias de aparecidos, luces malas y magia negra. Acá también los límites son difusos y nada fáciles de establecer.

Un relato se repite entre personas que solían vivir en el campo, los detalles pueden variar pero el contenido es más o menos el mismo: durante las madrugadas cuando tenían que salir a buscar a las vacas que habían estado pastando y ahora dormían en los potreros para llevarlas hasta el tambo, sentían a sus espaldas la presencia de seres extraños que les seguían las pisadas; algunas personas confesaron que fingían no sentir nada y otras miraban de reojo a esas criaturas que los perseguían. Ninguno se atrevió a confirmar que hayan sido extraterrestres pero tampoco a asegurar que el mundo sobrenatural fuera el único responsable.

Un mundo muerto

La infinita enormidad del espacio exterior nos hace conscientes de lo diminutos e insignificantes que somos los seres humanos. Quizás por eso estemos preguntándonos, desde que podemos hacerlo, si más allá de las nubes hay vida y si esa vida querrá ponerse en contacto con estos pobres náufragos espaciales.

Nuestro mundo muerto de Liliana Colanzi - Fuente: Web Eterna Cadencia.

En el libro de cuentos Nuestro mundo muerto (Eterna Cadencia Editora, 2017) de la escritora boliviana Liliana Colanzi hay historias que se meten de lleno con la posibilidad de tener encuentros cercanos con seres extraterrestres y las ansías de los hombres por conquistar el espacio exterior. 

“Ya cuando se iba, la mujer se le acercó tímidamente. Mi hijo tiene un don (...) Mi hijo puede hablar con seres superiores.” En Meteorito un hombre que lucha contra el sobrepeso, con pastillas de dudosa procedencia, mientras intenta mantener a flote la buena fortuna de su rancho y de su reputación, contrata como peón a un jovencito. El chico no posee ninguna aptitud física para el trabajo y la revelación de la madre no deja tranquilo al hombre.

Antes de sufrir un accidente con consecuencias irreversibles, el chico le explicará al patrón su única habilidad: “A veces hablo con gente del espacio, dijo el chico (...) ¿Y de qué tratan esas conversaciones, si puedo preguntarte? le dijo, burlón. El chico dudó antes de contestar: Dicen que están viniendo.” Intranquilo, el hombre comienza a presentir que la desgracia está a la vuelta de la esquina.

Liliana Colanzi - Fuente: Samoa Libros.

Nuestro mundo muerto, es el cuento que le da título al libro y que narra los días de una mujer que se ha marchado de la Tierra para siempre. La estación espacial, ubicada en Marte, es un asentamiento donde los primeros hombres y mujeres llegan para poblar el desolado planeta. La soledad toma forma y se vuelve compañera inseparable. El contrato que firman es de por vida, para siempre: “Éramos satélites girando eternamente alrededor de lo perdido.”

La mujer que huye inútilmente del pasado, cumple día tras día las tareas que se le asignan en la estación pero en el fondo le teme a todo lo que se oculta en el planeta. Se siente observada por alguna criatura misteriosa y peligrosa. La sensación de soledad aumenta porque nadie va a creerle que más allá hay un algo/alguien. Quizás se condenó a sí misma y como lectores asistimos a su debacle interna.

No hay escapatoria, la protagonista sabe que esa triste y lejana estación espacial es el último escalafón de su vida: algún día va a morir allí mismo, a la Tierra solo se vuelve como cadáver. Poco a poco los cuerpos serán absorbidos por la indiferencia de ese mundo muerto.

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