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La conciencia ambiental como acción política y colectiva

El 27 de septiembre es el día nacional de la conciencia ambiental. Por esto, tomaremos la efeméride como una excusa para conversar profundamente. Por Magdalena Gavier Conciencia ambiental El 27 de septiembre se conmemora el día nacional de la conciencia ambiental. Esta fecha, declarada a nivel nacional en 1995 a partir de la ley número […]

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El 27 de septiembre es el día nacional de la conciencia ambiental. Por esto, tomaremos la efeméride como una excusa para conversar profundamente.

Por Magdalena Gavier

Conciencia ambiental

El 27 de septiembre se conmemora el día nacional de la conciencia ambiental. Esta fecha, declarada a nivel nacional en 1995 a partir de la ley número 24.605, que recuerda la tragedia ocurrida en 1993 por un escape de gas cianhídrico en la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires.

El principal objetivo es impulsar prácticas y actitudes responsables a la hora de relacionarse con el ambiente. Lo cierto es que tomaremos esta fecha, como casi todas las efemérides que abordo en mis columnas, como una excusa de conversación un poco más profunda. 

Uno: conciencia

La palabra conciencia deriva del latín conscientia y se compone de la raíz con, que quiere decir unión, todo junto; y scientia, compuesta a su vez del verbo scire -saber-, el sufijo st que hace la acción y ia, relativo a la cualidad humana. Tiene dos significados complementarios: uno es ser partícipe de un conocimiento y el otro es que comparte un conocimiento con otrxs. 

En este punto quiero destacar la particularidad de las etapas que implica la conciencia: en una primera instancia, se es consciente de conocimiento compartido, podríamos llamar universal, propio de la misma naturaleza “inconsciente” del mundo. En una segunda instancia, surge el conocimiento global y completo, más vinculado a la naturaleza humana reconociéndose como parte de ese todo universal. Y en tercera instancia deviene el autoconocimiento global de un ser humano, de su existencia y de su pensamiento, de sus actos y de la relación de sus actos con la moral. 

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“Conciencia” es un sustantivo, aunque su significado deviene en su completitud de una acción, tal cual era en su original procedencia latina. Si bien podemos hablar de la “consciencia” como una concepción abstracta del raciocinio, siempre utilizamos verbos para darle sentido (en general verbos copulativos: ser, estar y parecer, y a veces otros como: “hacer”, “tomar”, “perder”, “crear”, que en su esencia devienen en los significados de los primeros).

Conciencia es conocimiento del todo, es compartir y percibirse en convivencia con la otredad, es auto conocimiento y tejido de red. La conciencia es estado de movimiento mental y espiritual, y como mencionaba en la columna anterior, el movimiento es, paradójicamente, permanente. Es lo que nos da indicio de que hay algo vivo, por más mínimo que sea: el planeta Tierra es movimiento en sí y quienes habitamos el planeta también estamos inmersxs en los movimientos del mundo, sutiles y abruptos. 

Dos: ambiental

La palabra ambiente deriva también del latín ambientis o ambiens y deviene del verbo-raíz ambire: amb -que significa ambas partes- y del sufijo ire -que quiere decir que rodea y abarca el entorno. El significado de esta palabra tiene que ver directamente con las condiciones que abarcan el entorno de un ser o un conjunto de seres. 

Es importante aclarar que cuando hablamos de ambiente o ambiental vinculado a nuestra existencia como humanidad en la naturaleza, también hacemos referencia a lo social, económico, cultural y político. Porque somos todo eso que creamos y que nos contiene: las estructuras que hemos ido construyendo, las instituciones que fuimos armando, los espacios que hemos ido ocupando y todo lo que nos atraviesa. Somos nuestro ecosistema y los vínculos que creamos con la diversidad que nos rodea. 

Pensar a lo ambiental como un “algo” separado de lo social y de lo humano es un problema porque nos puede llevar a reflexiones poco profundas y, por ende, a conclusiones un tanto superficiales. Somos una parte activa de este entorno, no un rompecabezas de piezas distintas que juntas componen una cosa nueva. Es importante que nos entendamos como un solo tejido, una sola membrana que junta, sólo en red y entrelazada como lo hace el mismo micelio, es que funciona. 

Somos naturaleza porque somos humanidad

Hace poquito alguien me compartió una reflexión que a su vez había leído en distintos autores y me parece interesante socializarla acá. Se dice que, en la misma existencia permanente del planeta, éste fue desarrollando diversos “órganos” para ir evolucionando, cada uno con una tarea que colaborase en su propia capacidad de ser.

Así, a lo largo de miles de millones de años, se fueron desarrollando los organismos (que pueden corresponderse a los reinos vegetal, mineral, etc.) con distintas capacidades que iban nutriendo esta característica del ser propia del planeta: creadora de condiciones que conduzcan a la vida. Entre esos distintos organismos que fueron integrando el planeta, deviene el reino animal. Dentro del reino animal, que a su vez se diversifica en varias especies, sucede la existencia de la especie humana. 

Cada especie animal y cada reino en general aporta distintas particularidades que le permiten al planeta mantener el sentido de unidad, de autoconservación, autorregulación y regeneración permanente, y que precisamente la especie humana aporta la capacidad de observación de sí misma (no de la propia especie humana, sino de la propia naturaleza). Es decir: la naturaleza se observa a sí misma a través de la especie humana.

Esta mirada, lejos de ser antropocentrista, nos invita a pensarnos y auto-observarnos como parte de un todo. Si bien es imposible salirnos de nuestra capacidad humana de existir, es importante entender que no somos el centro del mundo. Como mencioné en una columna anterior, intentar comprender y aprender del planeta adecuando todo a nuestra óptica es inviable. ¿Cómo sería posible empatizar con un ave si para hacerlo la encerramos en una jaula y le cortamos las alas? ¿Cómo sería posible aprender empatizar con una vaca si la mantenemos en cautiverio y sometida a violaciones sistémicas para que produzca leche materna que luego robamos para consumir nosotrxs? 

El mundo no gira a nuestro alrededor: coexistimos en la Tierra, con lxs animales, con las plantas, los hongos, los árboles, el agua, las bacterias. Cada parte siempre tuvo su rol, y se mantenían en una caótica armonía hasta la llegada de la humanidad con su capacidad de observación. Pero somos eso, una de las habilidades de regeneración de la tierra. No somos la única esencial para propiciar condiciones creadoras de vida: somos la que puede observar a esa otra capacidad y nombrarla, pero no la más importante. 

La condición creadora de vida de la especie humana es precisamente la capacidad racional de existir en sensibilidad, pero parece que nos hemos olvidado de cómo vivir en esa capacidad tan poderosa.

Y en este sentido creo pertinente mencionar a Ronald Sistek, quien describe esto de manera muy concreta y sensible a la vez en su texto “La naturaleza de la naturaleza”:

La naturaleza de la naturaleza crea un intercambio permanente de materia y energía, de conocimiento y vida, de sabiduría natural. El intercambio representa el movimiento perpetuo, la permanencia de lo impermanente, un patrón de transformación y despliegue contínuo del potencial emergente. (...)

La naturaleza de la naturaleza toma riesgos. La naturaleza de la naturaleza en su experiencia infinita y su viaje paradigmático camino a la autoconciencia ha tomado un riesgo liberando a la especie humana en un nicho ecológico que hoy alcanza al planeta en su totalidad.

Somos una manifestación de la naturaleza teniendo una experiencia humana. Por miles de millones de años el universo ha ido co-evolucionando hasta llegar a esta versión de la naturaleza con conciencia, con pulgares oponibles, con cerebros altamente desarrollados, con capacidad de amar, de empatizar, de emocionar. Co evolucionamos con todas estas características de la naturaleza de la naturaleza. 

La especie humana no es dueña de la naturaleza sino sólo un eslabón más en miles de millones de años de experimentación, de creatividad, entre múltiples especies que permiten la vida y sostienen la existencia humana. ¿Cómo sería el mundo si reflexionáramos acerca de lo que es ser naturaleza teniendo una experiencia humana y actuáramos en consecuencia?

Ronald Sistek

Conciencia colectiva y activa

Retomando el primer punto de la columna, ya luego de explicar la significación que se compone en la palabra conciencia, creo importante retomar un punto: la conciencia es en su devenir un acto colectivo. Nos asumimos conscientes porque nos percibimos y observamos como parte del mundo, como un eslabón que aporta a la cooperación y colaboración del planeta entero. 

¿Cómo nos vinculamos con la naturaleza? ¿Cómo somos naturaleza? ¿Qué nos atraviesa en nuestro devenir natural? ¿Qué nos inunda desde la emocionalidad cuando nos vinculamos con otrxs seres que cohabitan el planeta con nosotrxs? En este sentido, quiero destacar una última reflexión: la vida en el planeta existe gracias al mismo caos que nos compone en el ser naturaleza. Pero eso no significa que la vida aquí exista gracias a la competencia, sino más bien por las redes que van componiendo, tejiéndose y regenerándose permanentemente. La vida existe porque la naturaleza es, en esencia, colaborativa y solidaria, sólo que a veces la volvemos hostil y violenta a nuestra percepción antropocentrista.

La salida, la entrada y la vida entera es colectiva, y por lo tanto es consciente. Para seguir nutriendo esa capacidad humana de autoconocimiento es importante que podamos tomarnos el tiempo y el espacio para observar y conocer: estar.

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