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Jane Goodall, una vida dedicada a la sabiduría animal

Hace 62 años Jane pisaba por primera vez en su vida las tierras de Gombe, actual territorio de Tanzania, África. Su misión era estudiar a los chimpancés en su hábitat natural durante algunos meses. Su dedicación sentó un precedente en la historia del estudio del comportamiento de lxs animales. En esta columna cuento acerca de […]

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Hace 62 años Jane pisaba por primera vez en su vida las tierras de Gombe, actual territorio de Tanzania, África. Su misión era estudiar a los chimpancés en su hábitat natural durante algunos meses. Su dedicación sentó un precedente en la historia del estudio del comportamiento de lxs animales. En esta columna cuento acerca de su vida, la importancia de sus saberes y cómo trabajan desde Roots & Shoots en Argentina, inspiradxs por su propuesta. 

Por Magui Gavier

Jane Goodall nació en Londres en el año 1934 y vivió su infancia inmersa en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Desde temprana edad, y siempre motivada por su madre, desarrolló especial interés en la naturaleza: le gustaba observar lo que hacían los animales que la rodeaban, cómo funcionaban los cuerpos, cómo eran sus comportamientos, y pasaba horas inmersa en la naturaleza en su máxima expresión. 

En cada oportunidad que tiene, Jane destaca el rol fundamental de su madre en su vida: aprovechaba cada instancia para sembrar la semilla de la curiosidad en su interior, siempre la alentó a buscar respuestas (pero especialmente a hacer preguntas), y sobre todo a observar el mundo que la rodeaba. Según relata en varias entrevistas y charlas, si su madre hubiera desalentado su curiosidad, su vida personal y profesional no habría sido la misma. Y de ahí su primera enseñanza: incentivar la curiosidad, motivar a hacer preguntas (por más que no tengamos las respuestas), alimentar la emoción del proceso de aprendizaje, permitirse cometer errores en ese proceso, practicar la paciencia, permitirse soñar y, sobre todo, no rendirse. Esas acciones son la receta de una mente inquieta y capaz

¿Por qué estudiar el comportamiento de los chimpancés?

En realidad podríamos decir que fue más una cuestión casual que otra cosa. Si bien Jane desde muy pequeña fue curiosa por los primates (en particular después de recibir a su chimpancé de peluche a quien llamó Jubilee), ella quería vivir en un entorno natural, estudiar a lxs animales y dedicarse a ello. Y así fue que llegó a Tanzania para trabajar como secretaria del conocido arqueólogo y paleontólogo keniano, Louis Leakey. Lo que más le llamó la atención a él a la hora de elegir a Jane entre otras personas que se habían postulado, fue el hecho de que no fuese del ámbito académico. Él esperaba que su actitud -sin estar opacada por la predominancia de los métodos de estudio de laboratorio- le permitieran ser una observadora involucrada y proactiva, pero sin intervenir ni modificar el ambiente de los primates en cuestión. 

Y así fue: durante su estadía se concentró en observar desde afuera el comportamiento de lxs animales, sus formas de vincularse, su lenguaje, sus movimientos y también percibir sus emocionalidades. Al tiempo, Jane fue haciéndose parte de ese todo que la rodeaba y logró vincularse de una manera un poco más cercana: los chimpancés se le acercaban, y le permitían presenciar ciertos momentos de más intimidad. Y así, con los años, Jane fue logrando un vínculo mucho más estrecho y des-humanizado con esta especie. 

Y eso me lleva a la primera pregunta que quiero dejar asentada: ¿cómo podemos vincularnos con el mundo si intentamos entender todo desde nuestra perspectiva antropocentrista? Es tan importante practicar la paciencia, la escucha, la empatía, el interés genuino por comprender desde el corazón y no desde el intelecto únicamente.

Años más tarde, cuando Jane tuvo la posibilidad de hacer un doctorado en Londres para continuar sus estudios en el comportamiento de estos animales, se enfrentó al problema de que nadie aceptaba ni validaba sus conocimientos y aprendizajes por no tener una “base científica” (hablando en términos occidentales).

Y es que Jane se involucraba en sus estudios, empatizaba con las personas que sus colegas académicos consideraban “objetos de estudio”. Ella no les cosificaba, sino que era parte de sus vidas, establecía vínculos afectivos, emocionales, se comunicaba con ellxs. Y eso era inaceptable en el mundo de la academia donde para estudiar a un animal se le encierra, aísla y somete a millones de situaciones de violencia explícita. 

Y fue todo ese combo lo que la impulsó a basar su estudio doctoral en demostrar que lxs chimpancés (así como tantas otras especies animales no humanas) eran seres sintientes, capaces de manifestar emociones que hasta el momento parecían ser sólo inherentes a la humanidad: miedos, angustia, dolor, alegría, apego y hasta sentido del humor. 

Lo más sorprendente de Jane es que logró demostrar de la manera más amable y diplomática que no debemos centrarnos en lxs animales humanos para estudiar a la enorme diversidad de seres que nos rodea: si bien es imposible salirnos de nuestra capacidad humana de existir, es importante que quitemos el velo antropocéntrico de ver las cosas. No somos el centro del mundo. El mundo no gira a nuestro alrededor. Coexistimos con la Tierra, con lxs animales, con las plantas, los hongos, los árboles, el agua, las bacterias. 

Intentar comprender y aprender del Planeta adecuando todo a nuestra óptica es inviable. ¿Cómo es posible que aprendamos algo sobre el comportamiento de los roedores si para hacerlo mantenemos en cautiverio a cientos de ratas “de laboratorio”? ¿Cómo sería posible empatizar con un ave si para hacerlo la encerramos en una jaulita y le cortamos las alas? ¿Cómo sería posible aprender acerca del comportamiento canino si pasamos siglos modificando genéticamente a generaciones de perrxs para que sean de tal o cual forma? Igual de imposible es empatizar con una cerda o una vaca si las mantenemos en cautiverio y sometidas a violaciones sistémicas para que produzcan leche materna que luego robamos para consumir nosotrxs, o para comernos a sus hijxs sólo por satisfacer un paladar que exige muerte en la boca que habita. 

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Necesitamos conectarnos con la naturaleza, con las otras especies sintientes. Empatizar y reparar el tejido socio ambiental es urgente. No hay tregua posible para un mundo que se cae a pedazos, podemos y debemos actuar ahora. 

El legado de Jane

En su interminable labor por la preservación del planeta, Jane Goodall fundó su instituto, y con él su principal programa: Roots & Shoots, o “Brotes y Semillas”. Es un programa que existe en más de 8o países alrededor del mundo. En Argentina también está presente desde hace 13 años y tiene una gran red de personas colaborando. 

En conversación con Victoria Lassaga y Sara Álamo, ambas voluntarias del Instituto Jane Goodall coordinadoras del programa Roots & Shoots (Victoria en Argentina y Sara en Argentina, Latinoamérica y el Caribe), nos explicaron que éste es un “programa educativo, global, ambiental y humanitario que busca fomentar el respeto y compasión por todos los seres vivos, promover el entendimiento entre culturas e inspirar a cada persona a ser activa en la labor de hacer de nuestro mundo un lugar mejor para el ambiente, los animales y las personas”. 

Brotes y semillas, un espacio para sembrar acciones por el planeta

Historia. El programa fue fundado por la misma Jane Goodall en 1991 en Gombe (África) para “promover la educación ambiental para los jóvenes, darles un motivo de esperanza y empoderarlos, en la búsqueda de soluciones para los problemas ambientales de cada comunidad”, según explican Victoria y Sara. Los proyectos en los que trabajan abarcan distintas aristas, pero siempre vinculadas al trabajo por la preservación y el cuidado de lxs animales, las personas humanas y sus comunidades, y el ambiente. 

En Argentina el programa se fundó en 2009 luego de que Jane visitase nuestro país. Su presencia generó tanta inspiración, interés y repercusiones, que motivó “en la comunidad la unión de muchas personas a este movimiento. Hoy, podemos decir que somos una red de miles jóvenes en todo el mundo, conectados no solo por nuestra líder, sino también por la necesidad de generar cambios positivos en nuestros ambientes”, comentan Victoria y Sara.

Desde la pandemia, nos vimos en la situación de establecer diferentes dinámicas dentro de nuestras capacitaciones e intercambios, fortaleciendo nuestros recursos y plataformas digitales. Así, desde el 2020, tenemos un curso virtual para toda Latinoamérica llamado Líderes Ambientales, y es gracias a esto que en el 2021,  llegamos a más de 30 países y mentoreamos a más de 250 proyectos socioambientales”. 

Imagen extraída del sitio web Jane Goodall

Democratizar saberes por un planeta más armónico

“Creemos que es vital el acceso al conocimiento como educadores ambientales ya que brinda herramientas para poder exigir y construir un ambiente sano”, explica Victoria. Si bien admite que queda un largo camino por recorrer en materia de educación ambiental, asegura que “con la sanción de la Ley Yolanda y la entrada en vigor del Acuerdo de Escazú nos acercamos más a la democratización del acceso al conocimiento y a la formalización de la educación ambiental”.

El trabajo es infinito, pero desde el programa Roots & Shoots enfocan sus energías para llegar a todo el territorio. Sara asegura que “no solo participan estudiantes de instituciones educativas, sino que también se desarrollan propuestas desde espacios no formales, pudiendo llegar a distintos rincones dentro de la comunidad formando equipos interdisciplinarios y generacional”

Victoria explica que el Instituto Jane Goodall le permitió ampliar su perspectiva de mundo, pero sobre todo le dio herramientas para la conservación del mismo. “Es enriquecedor ver el impacto positivo que tienen nuestras acciones dentro del instituto y en estos tiempos de crisis es alentador poder compartir el entusiasmo y logros de los distintos grupos Roots & Shoots. También ver que en otros países o regiones se enfrentan con los mismos problemas y lo interesante es conocer y replicar las estrategias para resolverlo”

Sara nos explica que “con el objetivo de ayudar a erradicar la pobreza, combatir el cambio climático y prevenir una extinción masiva, la Dra. Jane apoya los esfuerzos para alcanzar la meta de un billón de árboles, con su campaña global de reforestación “Green Hope” y con su programa juvenil Roots & Shoots”

En Córdoba el equipo desarrolla desde hace tiempo tareas de reforestación que han significado un gran aporte al planeta. Pero, luego de los incendios del 2020, y uniendo fuerzas para atravesar el contexto de pandemia, “decidimos formar un proyecto llamado “Siempre Nativas” que tiene como principal objetivo concientizar sobre la importancia de la conservación y restauración de nuestros bosques nativos mediante capacitaciones y talleres presenciales y virtuales; generación de contenido en nuestra web y redes sociales y, por supuesto, jornadas de reforestación con especies nativas junto a la comunidad”

Click aquí para conocer más sobre las propuestas de reforestación del Instituto Jane Goodall en Argentina.

Foto de Celina Mena, gentileza de Roots & Shoots.

La lucha ambiental es también una búsqueda de justicia social

Como mencioné antes, no estamos solxs en el mundo ni éste gira a nuestro alrededor. Coexistimos con otras especies. Si queremos alcanzar la justicia social, debemos luchar también por la justicia ambiental. Victoria asegura que “es importante pensar en las tareas y acciones de conservación dentro del contexto, no solo pensando en una sola especie aislada, sino también de las actividades humanas, en cómo esas poblaciones viven y cómo es la interacción con el ecosistema”. 

Y por eso es importante visibilizar lo que se está haciendo en pos de la reparación ambiental, dar voz a quienes están trabajando de manera genuina por un planeta mejor, como es la labor de Roots & Shoots. Sara explica que “la conservación liderada por la comunidad, la articulación de iniciativas en programas de reforestación colaborativos y las campañas de compromiso de acción y conciencia global están haciendo crecer un mundo más verde”.

En palabras de Jane: 

Cada día que vivimos estamos aportando algo al mundo. Y nosotrxs podemos decidir qué tipo de aporte hacemos. Aunque parezcan pequeñas acciones o decisiones como ¿qué comprás? ¿Qué vistes? ¿Qué comes?, pregúntate: ¿de dónde viene? ¿Ha dañado el ambiente? ¿Ha habido crueldad animal? ¿Es barato por haber tenido trabajo infantil? Si tomamos decisiones éticas podremos hacer cambios reales.”

La salida es colectiva, y para eso el cambio debe ser entre todxs y para todas las especies. Victoria dice que para ella lo más importante que podemos hacer desde nuestro lugar es conocer. “Empezar por nuestras especies nativas y qué problemáticas las amenazan. También saber que cada acción tiene un efecto y tratar siempre que nuestras acciones tengan un efecto positivo, desde reducir nuestros residuos, consumir productos locales, difundir nuestros proyectos ambientales y proyectos de nuestra comunidad. También exigir políticas ambientales en todos los niveles políticos”, explica. 

Foto de Celina Mena, gentileza de Roots & Shoots

Si te interesa saber más acerca del trabajo de Roots & Shoots en Argentina, podés seguir sus redes sociales, difundir y también sumarte a las campañas y capacitaciones:

“Para quienes quieran conocer más sobre nuestro programa y sumarse a la red, les dejamos la invitación para sumarse a nuestro programa Líderes Ambientales, en donde buscamos trabajar en zonas de importancia para la conservación, detectar problemáticas importantes a resolver en el campo de la restauración ecológica e identificar zonas afectadas por la fragmentación del bosque, la deforestación, y los incendios forestales. Trabajamos junto a las comunidades locales, jóvenes y líderes comunitarios, favoreciendo la equidad de género y las oportunidades para los colectivos más desfavorecidos. Para nuestra tarea y objetivos, la construcción de alianzas es clave, particularmente involucrando y empoderando un fuerte liderazgo local”.

Como siempre, dejo abierta la invitación a seguir repensando los vínculos con nuestra Tierra, investigar y exigir información, organizarnos, luchar de manera colectiva para defender nuestros derechos y promover y participar en espacios de debate. Visibilizar historias, especialmente de mujeres, como la de Jane Goodall y su incansable labor por la reparación ambiental es tan importante como dar voz a quienes trabajan día a día en nuestro territorio. Agradezco a Victoria y Sara, quienes se tomaron el tiempo para contar acerca del trabajo que hacen desde hace más de una década en pos de nuestra Tierra y la reparación de los lazos sociales. 

Si tenés comentarios, dudas, aportes, sugerencias, ideas, lo que sea, ¡escribinos! nos encantaría leerte. Podés escribir a cualquiera de las redes de El Resaltador (Instagram, Facebook o Twitter) o enviarnos un mail a: [email protected]

Cristian Dominguez

Redactor y co-productor de contenidos para el sitio web y las demás plataformas de El Resaltador.
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