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Hacé leer: tres libros para recibir la primavera

En esta columna a cuatro manos, los libreros de La Hojarasca te contamos qué hay de nuevo y de interesante en el mundo de las lecturas. Esta vuelta traemos dos novelas y una antología poética atravesadas por la ternura. Biografías que se regalan a los lectores para sembrar miradas sensibles.  Por La Hojarasca Me hace […]

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En esta columna a cuatro manos, los libreros de La Hojarasca te contamos qué hay de nuevo y de interesante en el mundo de las lecturas. Esta vuelta traemos dos novelas y una antología poética atravesadas por la ternura. Biografías que se regalan a los lectores para sembrar miradas sensibles. 

Por La Hojarasca

Me hace ilusión, de Leandro Gabilondo

Quienes hemos leído algo de Leandro Gabilondo sabemos de la potencia poética de sus textos, tanto en sus libros de poesía como en los de narrativa.

Quienes aún no tuvieron el placer de compartir sus palabras, esta es una hermosa oportunidad para acercarse a su mundo. Gabilondo escribe desde la simpleza, nos invita en cada palabra esa búsqueda constante de la belleza cotidiana, capturando imágenes que nos conmueven hasta dejarnos el corazón blandito. 

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Me hace ilusión es su última novela editada por ABRE Cultura. Una combinación de belleza, realismo mágico y cotidianeidad. Dos narrativas suceden en simultáneo a lo largo de estas páginas para construir la trama; una historia transcurre en una pequeña ciudad del interior de la Provincia de Buenos Aires, donde una abuela cría a su nieto, una abuela particular; curandera y enamorada, nada más ni nada menos que del Gauchito Gil, esa figura de la mitología popular de la que a ciencia cierta, poco se sabe. La otra historia transcurre en Soraluze, un pueblo de Euskal Herria. El nieto, ya convertido en hombre y con el corazón partido, está buscando el rumbo de su vida del otro lado del Atlántico. 

Esta novela es un viaje a la infancia vivida en un pueblo, a la idealización y a la exageración con la que miran los ojos de los niños. Es también un homenaje a las abuelas, a ese vínculo de amor que se forja en nuestros primeros años y que nos marca para toda la vida. Mejor tomo las palabras de Gabilondo… “mi abuela Pichona es mi infancia para siempre, la mirada urgente que mantiene intacta la aventura, el futuro maravilloso, la libertad de tener miedo sin tener que combatirlo, sentir el tiempo como ficción y no como desenlace, latir desde la esencia, flashear en paz que soy un héroe”. 

Una fogata hablaba de nuestros corazones, de Inés Púrpura

Mi corazón es también tu casa 

detrás de la niebla 

nuestras manos enlazadas 

forman 

pájaros. 

Nuestro amor no es una catástrofe 

ni una salvación; 

es lo que edificó el viento. 

Todas esas veces que sonreíste 

floreció un jardín. 

Inés Púrpura

Convidamos un poema del libro Una fogata hablaba de nuestros corazones de Inés Púrpura, novedad editorial de Santos Locos Poesía. Inés Púrpura es el proyecto poético de Gael Inés, poeta transmasculino. Lo elegimos por la potencia de sus textos, pero también por la sensibilidad que atraviesa cada una de sus palabras. Sus poemas hablan del amor, los sueños, el barrio, la amistad. La militancia está presente en su escritura, no de forma panfletaria, sino más bien desde lo que lo atraviesa; la visibilidad, la identidad, la política y la sociedad, el género, son algunas de las problemáticas que aborda con sutileza y amorosidad. 

Después de casi cinco años de su última publicación, vuelve a la carga con este poemario para encender el corazón. 

El magún, Larisa Cumin 

De pequeñas, cuando todavía el mundo se conoce a través de otras, se funda un puente vital que nos transforma la mirada ante las cosas; el de la narración de madres y abuelas que dibuja ciudades, rituales, herencias y familias enteras. Larisa Cumin desanda este puente y apalabra a una protagonista que narra a su madre las historias que alguna vez ella le contó. 

“Me agarró un magún, me decís en esa lengua atravesada por el piamontés, y la boca se te tensa para evitar la mueca chueca que habla por vos cuando no querés hablar. Los recuerdos se te vuelven ácidos, pulposos, como las mandarinas criollas del patio de atrás de la casa de tus viejos. Llenas de semillas. Nunca perdieron del todo su verdor, y nunca pudimos dejar de comerlas.” 

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Editada por Rosa Iceberg - una editorial recomendadísima - la novela se presenta ante nosotros en forma de relatos cortos, fragmentados. Así va apareciendo, a través de las sutilezas que conforman las biografías, la vida de una madre que escucha pero también los gestos de una hija que narra. 

“Que la llanura, y sin río, es difícil de llevar. El canal, en época de sequía, era tan triste como ver una vaca caer de sed. Más de una vez pensaste que ahí podías volverte loca. Dudaste también si ya no lo estabas, si todo lo que te parecía raro, desquiciado o insoportable estaba bien y la rota eras vos. Muchas cosas no entendías, muchas cosas estaban mal, no se decían, se aguantaban.” 

Es una novela escrita con un ojo y un oído atento a las agudezas de los territorios comunes: los de la infancia, el barrio, los vínculos familiares y también los amores. Todo el tiempo bordeando lo indecible, porque a las vidas y a las personas nos conforma lo no dicho, eso que late en todo lo vivido y que no sabemos contar pero a lo que Larisa se acerca lo suficiente y de manera preciosa.

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