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Acciones y propuestas para un desarrollo energético sostenible

Es urgente que empecemos a pensar en cómo promover el uso de energías limpias, que permitan a su vez -de una manera democrática- el acceso a tantos derechos invisibilizados y relegados.  Por Magdalena Gavier La energía es muchas cosas. Es una de las palabras con más interpretaciones y acepciones que conocemos.  Etimológicamente la palabra energía […]

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Es urgente que empecemos a pensar en cómo promover el uso de energías limpias, que permitan a su vez -de una manera democrática- el acceso a tantos derechos invisibilizados y relegados. 

Por Magdalena Gavier

La energía es muchas cosas. Es una de las palabras con más interpretaciones y acepciones que conocemos. 

Etimológicamente la palabra energía deriva del latín enérgeia, que a su vez deriva del griego antiguo, ἐνέργεια: ἐν (en) έργε (trabajo o acción) ια (cualidad). Su significado es básicamente capacidad de trabajo

Si bien en un inicio la palabra se usaba en referencia a cuestiones más filosóficas, a partir del 1800 se empezó a usar casi exclusivamente en términos vinculados a la materialidad de las cosas, y luego pasó a aceptarse el término como la capacidad que tiene la materia de producir trabajo en forma de movimiento, luz, calor, etc. 

Actualmente la palabra vuelve a ser diversa en sus usos de acuerdo al contexto: en Astrología puede referirse a la manera de interactuar y vincularse de las personas, en Biología es la capacidad de generar algún tipo de cambio a nivel corporal (crecimiento, desarrollo, etc.), para la Mecánica es la suma de fuerza y movimiento, y así podríamos seguir referenciando definiciones e interpretaciones. Lo cierto es que todas las significaciones tienen algo en común: el sentido de movimiento, cambio y transformación

Hace 73 años la ONU estableció que el 14 de febrero se conmemoraba el Día Mundial de la Energía, con el objetivo de promover el uso de fuentes alternativas y disminuir la utilización de energías no renovables. 

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Desde entonces y hasta la fecha se han generado algunas acciones concretas para apuntar a la generación de energías más limpias y sostenibles en el tiempo, priorizando la reducción del impacto ambiental. Lo cierto es que existe un aspecto importante para recalcar, que muchas veces se queda en el cajón de los recuerdos. Y es que el acceso a la energía contribuye a una sociedad más justa y equitativa. 

¿Por casa cómo andamos?

En Argentina se utilizan mayoritariamente energías compuestas por hidrocarburos (gas y petróleo), que provienen de fuentes no renovables, es decir agotables.

Si bien existen leyes y normativas que impulsan la producción energética renovable (y son bastante aspiracionales, como la Ley Nº 27.191), no hay acciones concretas que la promuevan realmente.

Consumo de energía en Argentina.

Las leyes plantean objetivos que en la práctica no se cumplen: por ejemplo, para fines de 2018 el 8% de la producción eléctrica argentina debía provenir de fuentes renovables, pero en la práctica sólo el 4% lo hizo. De hecho en el artículo 5 de la Ley Nº 27.191 se establece como objetivo “lograr una contribución de las fuentes renovables de energía hasta alcanzar el veinte por ciento (20%) del consumo de energía eléctrica nacional, al 31 de diciembre de 2025”. 

La pregunta que cabe hacer aquí es: ¿cómo? No existen en la realidad planes de financiamiento para que las personas, las empresas o las instituciones puedan acceder a este tipo de energías. 

Según datos de la ONU, el 13% de la población mundial aún no tiene acceso a servicios modernos de electricidad: 3000 millones de personas dependen de la madera u otros elementos para cocinar y calentar la comida. La energía representa alrededor del 60% de todas las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. En 2015, 66 años después de que la ONU declarase la urgencia del uso de energías renovables, sólo el 17,5% del consumo final de energía fue de energías renovables.

En este contexto, es urgente que empecemos a pensar en cómo promover el uso de energías limpias, que permitan a su vez -de una manera democrática- el acceso a tantos derechos invisibilizados y relegados. 

Propuestas locales que suman

Francisco Furey es emprendedor. Desde joven se desempeñó como plomero, electricista y herrero. Estudió además Tecnicatura en Energías Renovables y Licenciatura en Ambiente y Energías Renovables. Hace algunos años empezó con Energías Solidarias, una ONG que se dedica a hacer termotanques y cocinas solares con materiales reciclados para familias que viven en barrios en situación de vulnerabilidad social. 

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Es importante entender desde dónde parte Francisco para abordar la problemática que nos atraviesa a todos/as. Por eso, le preguntamos qué significa la energía para él: “es dignidad y oportunidad de crecimiento: es el poder tener luz para estudiar por la noche, poder cocinar, bañarse con agua caliente, poder trabajar. La energía es imprescindible para la humanidad como existimos hoy. Y cada vez es más necesaria la energía limpia y sostenible”.

Una historia de solidaridad

La historia de Energías Solidarias empezó en 2017 cuando Francisco hizo un posteo contando que quería armar termotanques solares que había aprendido a hacer y para eso pedía a sus contactos colaboración con algunos materiales que usualmente se desechan (latas, aluminio, cartón, botellas de plástico, etc). A partir de esa publicación, varias personas le escribieron muy interesadas para sumarse a ese proyecto. Se juntaron y de un momento a otro habían hecho 123 termotanques solares para personas en situación de vulnerabilidad social. A partir de allí decidieron transformar ese proyecto en una fundación formal. 

Luego de probar algunos modelos de negocio, encontraron el que mejor les funcionaba (a la ONG y a las personas beneficiadas): acceso a microfinanciamientos para grupos de familias de barrios en desventaja social. Como explica Francisco, “las personas tienen poder económico, lo que no tienen es acceso a sistemas de bancarización o financiamiento para comprar este tipo de equipos que, si son convencionales, cuestan bastante caros”.

Entonces, lo que facilitan a través del plan “Tres familias, tres termotanques” es el acceso a este financiamiento pero, también atendiendo a la situación real de las personas, lo hacen para grupos familiares. De este modo, si alguna de las familias queda temporalmente sin ingresos económicos (por la misma dinámica del sistema de precarización laboral), pueden seguir pagando el equipo organizándose entre sí. Este es un dato no menor: no es casual que el modelo de negocio que proponen desde Energías Solidarias sea el acceso a microfinanciamientos que puedan pagar las personas que van a utilizar los equipos. Es importante entender que el hecho de poder acceder a un servicio o producto gracias al fruto del trabajo, es dignidad. 

Antes basura, ahora materia prima 

Una de las principales características de los termotanques y cocinas solares es que están hechos con materiales reciclados. Los termotanques se hacen con botellas PET, latas de aluminio, tetrabrik, colchones y lonas publicitarias. Las cocinas se pueden hacer con cartón y papel aluminio o con materiales que generan energía de manera más eficiente, como cemento y acero inoxidable o espejo.

Los equipos tienen una vida útil de 15 años, siempre y cuando se le realice el mantenimiento adecuado, que autogestiona cada familia gracias a los talleres y capacitaciones que brinda la fundación a la hora de entregar los equipos. 

Además de la accesibilidad concreta a energía eléctrica que brinda la fundación, también se ocupan de algo que es igual de importante: el acceso al conocimiento. En este sentido, Francisco explica que en la actualidad falta la presencia de universidades en los barrios. Quizás no como las conocemos actualmente, es decir espacios que ocupan un gran espacio físico y donde confluyen miles de personas a intercambiar saberes, sino quizás como espacios concretos que sean de y para los barrios, donde se puedan compartir experiencias, donde se aprenda acerca de las problemáticas que atañen a esa comunidad, donde se generen soluciones y se promuevan propuestas de transformación concretas y viables. 

Insisto en un punto que mencioné al inicio de la columna: el acceso a la energía contribuye a una sociedad más justa y equitativa. 

¿Qué podemos hacer desde nuestro lugar?

Las cuestiones ambientales y sociales nos atraviesan a todas las personas, por eso es importante y urgente que hagamos algo. Sé que parece fácil decirlo pero es difícil llevarlo a la práctica, porque muchas veces no sabemos cómo: ¿por dónde empiezo? ¿Con quiénes me vinculo? ¿A dónde voy? Y también la famosa “no tengo tiempo”. Y no es incorrecto que todos esos cuestionamientos y argumentos se nos crucen constantemente. La clave está en dejar de lado nuestra individualidad y empezar a involucrarnos. 

Como explica Francisco, podemos involucrarnos de muchas formas: “participando de proyectos, proponiendo ideas, aportando dinero y también haciendo puente y vínculos entre proyectos y empresas u otras organizaciones”. Es clave entender que “tenemos que salir a flote entre todos/as para poder transformarnos en una ciudad, un país y un mundo mejor”.

Es importante que nos involucremos, que contagiemos las ganas de hacer y de cambiar la realidad en que vivimos. Dejemos la tibieza de lado un rato y animémonos a ser parte de las soluciones, del cambio cultural, de la búsqueda de la justicia y equidad.

Cristian Dominguez

Redactor y co-productor de contenidos para el sitio web y las demás plataformas de El Resaltador.
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