Muchos y muchas lo temen, unos pocos de algún modo lo desean. En dialogo con Francisco Cantamutto, economista de la Sociedad de Economía Crítica, un contraste entre la crisis ocurrida en 2001 y el contexto actual en Argentina.
¿Por qué revivir la crisis del 2001 no es una posibilidad, a 20 años del hecho? Si bien la ciudadanía argentina recuerda con mayor o menor nitidez lo sucedido en diciembre de aquel año, claro está que fue un suceso con el que muchos fantasean pero pocos quisieran que resurja. La crisis económica actual, teñida de recesión y pobreza, puede tener un leve sabor a 2001. Pero es justamente la experiencia de hace dos décadas la que hace que no volvamos para atrás.
La llegada del 2001 no se trató de un estallido repentino en un contexto de calma, sino de una larga acumulación de contradicciones y complicaciones. Si bien algunos pueden pensar que era lo que hacia falta para empezar de cero, actualmente no es una posibilidad que venga cargada de buenos resultados. Al contrario, la lucha por evitar un nuevo escenario similar al de 2001 es constante.
En el plano económico, el 2001 se caracterizó por las reformas estructurales que abrieron la economía, refuncionalizaron el Estado y desregularon distintos mercados. Esto provocó un incremento sistemático de la desigualdad, la pobreza, la indigencia, el desempleo y el subempleo como formas de creciente exclusión de la población.
Y justamente por lo mismo, estas medidas fueron socialmente contestadas y discutidas por distintas organizaciones sociales y sindicales a lo largo y ancho de todo el país. La llegada del explosivo mes de diciembre, que incluyó no solo la protesta de los sectores medios sino movilizaciones masivas de los sindicatos. La marcha federal organizada por el frente nacional contra la pobreza y otra clase de iniciativas, llegaron como punto final a esta acumulación.
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Un endeudamiento insostenible que no fue exclusivo de Argentina
En el plano económico, Francisco Cantamutto -economista de la Sociedad de Economía Crítica- nos explica que el modelo de la convertibilidad se sostenía básicamente con el ingreso sistemático de capitales desde el exterior. Esto fue garantizado entre el año 91 y el 94 mediante las privatizaciones. De allí en adelante, el peso cayó cada vez más sobre el endeudamiento externo. «La función que cumplía la deuda no era financiar inversión ni mejorar la calidad de vida de la población. Sino sostener la paridad del tipo de cambio por el 1 a 1», indica el economista.
Esas condiciones de endeudamiento insostenibles fueron acrecentándose hasta alcanzar un punto álgido a fines de los años 90. Vale decir que nuestro país no era el único en esta situación. En palabras de Francisco, «la Argentina estaba muy expuesta por el endeudamiento, a merced de este modelo. Pero la oleada de problemas de crisis de pagos no fue una anomalía local. A lo largo de los últimos años de la década del 90 entraron en crisis de balanza de pago, ligados al fenómeno de endeudamiento y reformas estructurales Rusia, Turquía, todo el Sudeste Asiático, y en el año 98, Brasil».
Esta situación global impacto en Argentina, que a partir del 98 arrastró una crisis. Ya desde el año 2000 solamente se sostenía la deuda no mediante el mercado de capitales, sino por los préstamos de los organismos multilaterales de créditos, o sea el FMI.
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El corralito del 2001 no podría suceder en el presente
En ese sentido, en el año 2001, lo que ocurrió fue que en medio de un contexto de crisis recesiva, la deuda lo único que hizo fue financiar la fuga de capitales. El gobierno, para tratar de lidiar con esto, lo que organizó fue una serie de sistemáticos canjes de deuda a fines del año 2000 y durante 2001, pero ni aún así fue suficiente. El toque de queda más conocido que ocurrió en materia económica fue cuando se decidió frenar la salida de depósitos para que no se pudieran canjear por dólares y retirar del sistema: el famoso corralito del 2 de diciembre de 2001.
«Pero esto intentaba a frenar una salida sistemática que venía desde hace muchos meses atrás. Esto fue lo que detonó y sirvió de excusa para que el FMI le quite apoyo al país y con esto facilitar la llegada de la crisis».
Francisco Cantamutto, economista de la Sociedad de Economía Crítica
La etapa actual en cambio, no se caracteriza por una larga década bajo un mismo programa económico. En la última década la constante ha sido la falta de crecimiento sistemático y una inflación relativamente elevada, con una década en alza. «Pero no se trata de un mismo programa económico. Entonces en ese sentido las contracciones van variando y esto se valida políticamente de distinta manera«, indica el economista a este medio.
Lo que si es cierto es que se hereda, a partir del 2016, un modelo estrictamente basado en el endeudamiento externo. Que no fue utilizado ni para invertir en mayor productividad, infraestructura o mejoras en las condiciones de vida sino para financiar la fuga de capitales. Ese endeudamiento que financia la fuga de capitales no deja nada que rinda para poder a futuro hacer frente a los pagos de la deuda. Su lógica no está en mejorar las condiciones de vida, sino financiar el enriquecimiento de unos pocos.
Esto fue analizado y comprobado por el Banco Central de la República Argentina en un estudio publicado el año pasado. Ante esto, el gobierno que asumió en 2019 lo que decidió fue impugnar políticamente el endeudamiento, pero a la vez renegociar con los acreedores para renovar su acceso al mercado de capitales, lo cual se hizo el año pasado y actualmente con el FMI.
«Esto tiene un parecido con lo que ocurrió en 2000 y 2001 al tratar de resolver mediante reestructuraciones sistemáticas un proceso de endeudamiento que no tiene por trasfondo ningún aumento de la inversión, no tiene los recursos que respalden el compromiso de pago. Sin embargo ahora hay alternativas que no estaban presentes en aquel momento».
Francisco Cantamutto, economista de la Sociedad de Economía Crítica
El papel del FMI en ambos períodos
«El apoyo del FMI tanto durante la convertibilidad como durante el gobierno de Cambiemos no es algo que haya garantizado un modelo económico. Sino que es el lastre que condiciona la salida», analiza el entrevistado. Si bien en el año 2001 esto llevó a un proceso conflictivo que duró hasta el 2006 al menos (cuando se deciden pagar por adelantado todas las deudas con el FMI), en el proceso actual el fondo monetario mantiene el apoyo.
¿Ese apoyo se traduce en una mejora de las condiciones de vida? Está claro en los hechos que no: desde 2018 que el fondo vuelve a Argentina hasta ahora, el país ha mantenido salarios bajos, inflación alta y pobreza en niveles elevados. Tampoco ha desarrollado un proceso de crecimiento o estabilidad. De manera que el rol del FMI está a la vista. Y no es un apoyo que se traduzca en mejoras de la vida ni de la economía.
«¿Puede una supuesta quita del apoyo del FMI al país llevar a una instancia como el corralito? No, porque el corralito se basaba en que en la convertibilidad se había habilitado a los bancos a prestar en dólares, cuando la economía no se basaba en dólares. Mientras, eso ahora esta prohibido: los depósitos en dólares están respaldados por las reservas de los mismo bancos en el banco central, de manera tal que no hay necesidad de frenar esa salida»
Francisco Cantamutto, economista de la Sociedad de Economía Crítica
¿Hay otros mecanismos para evitar la fuga del dólar? Si, las medidas de controles del cambio de capitales existentes, el mal llamado cepo desde hace tres años a esta parte, de manera que, según el entrevistado, «un corralito no tiene el más mínimo sentido». Otra diferencia respecto del año 2001 es que en este momento la crisis de deuda no es solo Argentina, sino global. Y esto es una diferencia desde el punto de vista de las alternativas que se abren. No solo porque hay un montón de otros países de la periferia en la misma situación. Sino porque está en disputa el liderazgo a nivel geopolítico mundial entre Estados Unidos y China que abre la posibilidad para hacer negociaciones estratégicas.
La cuestión social ha cambiado en estos 20 años
Desde el punto de vista social, en 2001 se llegaba con larga acumulación de organizaciones sociales manifestándose en el espacio público con pedidos claros. Hoy esos movimientos sociales están mayormente integrados dentro del Estado y las políticas sociales que demandan están al menos parcialmente incorporadas en las políticas públicas. Esto quiere decir que, en líneas generales, no está presente ese escenario que contraviene desde la calle al modelo económico en curso.
Otra diferencia a nivel social es que en aquel entonces el bloque en el poder empresarial tenia una división interna. Las aguas se dividían entre quienes querían avanzar hacia la dolarización y quienes querían devaluar el tipo de cambio y avanzar hacia un modelo que fue el usado post 2002. Hoy el empresariado no tiene esa división, está de acuerdo en avanzar en reformas laborales, tributarias, abrir la economía y unificar el tipo de cambio.
Así, a pesar de transitar un contexto de recesión, crisis económica y pobreza en alza, no se vislumbra una situación similar al 2001 hasta ahora. Como se menciona al inicio, habrá quienes lo teman y quienes lo deseen. Pero en los hechos no hay indicios de que un nuevo estallido como el de aquel momento vaya a ocurrir.