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22 de abril: día de la Tierra

¿Cómo nos vinculamos con la Tierra? ¿Nos percibimos parte de ella? En un sistema que alimenta la idea de que como humanidad somos el problema, y casi que plantea a la extinción como única alternativa posible, propongo en esta columna algunas preguntas, reflexiones y datos para salir de ese sesgo y repensar nuestro rol. Por […]

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¿Cómo nos vinculamos con la Tierra? ¿Nos percibimos parte de ella? En un sistema que alimenta la idea de que como humanidad somos el problema, y casi que plantea a la extinción como única alternativa posible, propongo en esta columna algunas preguntas, reflexiones y datos para salir de ese sesgo y repensar nuestro rol.

22 de abril: Día de la Tierra

Por Magdalena Gavier

El 22 de abril de cada año se celebra el Día Internacional de la Tierra en casi todos los países del mundo desde 1970. Esta fecha, al igual que otras tantas efemérides, tiene un objetivo bastante claro: sensibilizar y crear conciencia común a los problemas que afectan a la Tierra (la contaminación de los ecosistemas, la obsolescencia programada, la sobrepoblación, el consumo desmedido, la urgencia de la conservación de la biodiversidad, etc).

Si bien creo que las efemérides son fechas seleccionadas para recordar (y muchas veces de manera efímera), estoy segura de que podemos tomarlas como oportunidades para generar espacios de reflexión genuina y darnos el momento para conversar sobre lo que implican. Personalmente las tomo como excusas para detenerme, investigar, volver un poco atrás en la historia, revisar cómo nos atraviesan como co-habitantes del mundo y colectivizar miradas. Por eso siempre recalco que las columnas que escribo son una invitación a la reflexión personal y colectiva: al diálogo, a la pregunta, y también a la acción. 

Hola, planeta Tierra

Cada idioma, dialecto y cultura tiene su propia manera de nombrar al planeta, pero todos tienen en común su derivación: creación, tierra, suelo, universo, mundo.

22 de abril: Día de la Tierra

Hay muchas imágenes mentales que se nos vienen a la cabeza cuando pensamos en la Tierra: una esfera azul, marrón y verde que se sostiene por la gravedad. O también un suelo, seco o barroso, que es lo que pisamos. La Tierra es además aire, agua y vegetación. Es mar, ríos, lluvias, glaciares y nieve. Es Bosque Nativo, tierra invadida, territorios saqueados. Es polvo, cenizas y la nada misma que queda después de un incendio. La Tierra nos hospeda, nos da un lugarcito en su inmensidad: es un organismo vivo que alberga armónicamente a innumerables especies. Es energía y movimiento constante.

Desde hace años la especie humana interviene y experimenta el vivir en la Tierra. Al principio lo hacía tímidamente, conviviendo de manera armónica con el ecosistema, pero desde hace años que esa timidez se diluyó y ya pasamos a ser una suerte de “plaga” (como nos nombran muchas veces). Ni es toda la humanidad ni es en todos los rincones del mundo: aún existen espacios cuidados, especies protegidas, personas respetuosas. Pero sí es una realidad que gran parte del mundo está sufriendo un colapso producto de un sistema que ya no da más. 

La evidencia que tenemos ante nosotres sugiere que estamos encaminados a niveles perturbadores e incontrolables de degradación ecosistémica y esto provocará caos social, hambre, destrucción, migración, enfermedades y guerra. Nuestras normas de comportamiento en manada, eso que llamamos civilización, y puede resultar abstracto, se desmoronará de forma inevitable durante el lapso de nuestras vidas. Enfrentamos un escenario inevitable de fragmentación social violenta, un verdadero apartheid climático: los ricos salvándose y la mayor parte de la humanidad empujada a sobrevivir." Flavia Broffoni en Extinción.

En este audio comparto una breve explicación acerca de lo que es la sobrecapacidad o sobregiro de la Tierra, por Gabriela Muñoz (Investigadora del Departamento de Estudios Urbanos y del Medio Ambiente de México):

En palabras muy básicas este día (que varía según el momento y el contexto), es el momento del año calendario en el que como humanidad agotamos todos los “recursos” que el planeta podía generar y regenerar para nutrirnos durante un año. Cada año esa fecha sucede antes, es decir, que vamos agotando la capacidad planetaria de producir nuevos elementos que podamos usar para nuestra vida cotidiana (minerales por ejemplo) y, por lo tanto, su capacidad de regenerarse (purificando el agua, limpiando el aire, etc).

El motivo de este… ¿fenómeno? es que extraemos y explotamos más de lo que realmente necesitamos. Y así, de la mano de la obsolescencia programada, vamos alimentando una cadena de sobreproducción y desechos, y un desperdicio de energía alevoso.

Esto no es una falla del planeta. La naturaleza per se no es capitalista, sino que es sabia a la hora de diseñar. En la naturaleza no encontramos nunca residuos. La basura es una falla sistémica y de diseño de la cual somos responsables como humanidad. Pensemos por ejemplo en una flor que muere, o en las hojas secas de una planta, o los frutos de un árbol que no fueron comidos: nada de eso se convierte en basura. Por el contrario, la Tierra lo transforma en compost y nutriente valiosísimo para que siga alimentando al ecosistema (en un proceso de descomposición a través de microorganismos, insectos, hongos, etc.)

Entonces: la basura, la desigualdad, el desequilibrio, la violencia sistémica, la acumulación, entre otros sustantivos que nos caracterizan y atraviesan como sociedad, son evidentemente, una falla nuestra. 

22 de abril: Día de la Tierra Fotografía de Emmet

Y acá no quiero sacar trapitos al sol y decir que entonces sí, somos una plaga como humanidad y entonces debemos extinguirnos por no saber hacer las cosas bien. No. Precisamente la propuesta es admitir la responsabilidad que tenemos como integrantes de esta especie y, sobre todo, asumir con humildad nuestra falta de madurez como especie de vincularnos con otros seres que habitan este plano (la humanidad tiene entre 165.000 y 315.000 años en la Tierra mientras que, por ejemplo, las rocas están hace más de 3.800 millones de años). 

Con esto en claro y con la actitud de percibirnos restauradores, es que podremos hacer cambios un poco más profundos y salir de la superficialidad de las acciones. 

La Tierra cruje pidiendo un cambio. El sistema extractivista está arrasando muchos territorios, llevándose puestas culturas, sociedades e historias enteras. El cambio debe ser radical, sí pero no puede -o no quisiera- que sea nuestra eliminación como especie.

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Como ya mencioné en otras columnas, es urgente buscar alternativas a la extracción de recursos que sean sostenibles y que colaboren en un la construcción de un territorio armónico, que respete la cultura de los pueblos, que resguarden a los otros seres con quienes compartimos el ecosistema, que generen empleos dignos y que velen genuinamente por los derechos de quienes habitamos las tierras. 

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Obsolescencia diseñada y sistematizada en el modelo lineal

De la mano del extractivismo viene la obsolescencia programada (que también es diseñada y sistematizada). Otra de las bases del sistema capitalista: generar deseos sobre cosas (que antes resultaban innecesarias o inexistentes), disponer un mercado alrededor para que de alguna manera logremos conseguir el dinero para comprarlo, y que esa cosa sirva un tiempito hasta que aparezca una nueva propuesta, mejor, o que la cosa se rompa y tenga salir a buscar otra para suplir esa “necesidad”. Esto es el abc de un modelo lineal de producción, consumo y descarte. 

Muchos gobiernos llevan la bandera de la inclusión de personas en el mercado, de “agrandar la torta” para que haya más consumidores. Para eso hay innumerables estrategias económico-sociales: subsidios, créditos, políticas de acceso, entre otras.  Hay planes para comprar en miles de cuotas un televisor que antes no necesitábamos, créditos para adquirir un auto más nuevo, cuotas para un celular más copado. Y no es que critique que todas las personas podamos tener la misma capacidad de acceder a cosas. Esto no es una crítica a las políticas para el pueblo, sino más bien una crítica a los gobiernos que perpetúan este sistema sin habilitar la discusión de hacia dónde nos conduce. 

¿Por qué en vez de promover políticas reales donde podamos generar espacios de aprendizaje colectivo, nos incentivan a comprar un televisor? ¿Por qué en lugar de alentar centros culturales que sirvan de resguardo para personas en situación de vulnerabilidad social, nos dejan en la calle? ¿Por qué nos dan subsidios para comprar paquetes de comida que no alimenta? ¿Quién se beneficia con la venta de esos paquetes que dicen ser comida pero que sólo están repletos de aceites, azúcar, harinas refinadas, saborizantes y químicos? ¿Por qué no nos facilitan el acceso a alimentos agroecológicos y a las huertas urbanas? 

22 de abril: Día de la Tierra Fotografía de Polina Tankilevitch

Y la respuesta es simple: porque les conviene. Porque es más fácil. Porque así nos mantienen en estado de sumisión: encerrados, viendo televisión (de contenido basura) mientras comemos procesados (más basura), anhelando tener otro crédito para comprar más y “mejores” cosas. Y que cuando esas cosas se rompan (porque se rompen al toque), nos den ganas de tirarlas y de comprar nuevas (con olorcito a nuevo).

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Y es que así funciona la obsolescencia programada, no sólo con los objetos tecnológicos que tienen una vida útil brevísima, sino que toca la fibra más sensible de la humanidad: el deseo. “No tengo lo suficiente ni lo mejor”. Quiero lo que otras personas tienen porque siempre hay alguien que tiene algo mejor que yo. Y termino en círculo vicioso de deseo eterno por algo que en realidad nunca necesité, pero me hicieron creer que sí.

Es importante re-pensar el vínculo con lo que extraemos, producimos, consumimos, deseamos y desechamos en este modelo. Afilar el sentido crítico en estos hábitos cotidianos nos permite tomar perspectiva de nuestra forma de vincularnos con la Tierra y con los ecosistemas que nos rodean y de los que somos parte. 

Resiliencia comunitaria

La resiliencia comunitaria es un proceso transformador necesario. Propongo que quitemos el velo de la competencia de nuestra característica humana y empecemos a entendernos como seres cooperativos, comunitarios y empáticos. 

Citando a Soledad Barruti en su libro Mala Leche, socializo la pregunta que plantea para concluir la columna: "¿qué ocurre si se deja de observar al mundo como un lugar que no solo está en perpetua competencia? ¿No resulta transformador saber que la fuerza creadora no es un escenario de guerra sino también de colaboración?"

22 de abril: Día de la Tierra

La humanidad es una expresión de la naturaleza. Estamos aprendiendo (dando tumbos y algunos aciertos) a vincularnos con nosotrxs mismxs y con los seres con quienes compartimos el mundo. No somos plaga. Decir eso es peligroso y sólo nos conduce a la desmotivación, a la indiferencia y a la in-acción. Somos responsables y parte de los desastres que hoy vemos. Y también lo somos de las maravillas que vemos: de los gestos de cariño, del disfrute, de los encuentros, del aprendizaje.   

Como humanidad, somos un entramado que forma parte de algo muchísimo más complejo. Si hay algo que nos demuestra diariamente la naturaleza a través de la Tierra es que este entramado complejo es también colaborativo. La salida, la entrada y la vida entera es colectiva, y por lo tanto es consciente. Para seguir nutriendo esa capacidad humana de autoconocimiento es importante que podamos tomarnos el tiempo y el espacio para observar y conocer: estar. 

Somos con otrxs. Somos estando con otrxs.

Es hora de compostar ideas que se corresponden con paradigmas y formas que ya no nos nutren y que nos impiden incluso crecer en conciencia. 

Y en este proceso de compostar, también me encuentro en momento de pasar a ser nutriente. Esta es mi última columna para este medio al que tanto cariño le tengo (o al menos de forma quincenal como venían siendo). Y quiero aprovechar para abrazar todo el tiempo de aprendizaje, de desafíos, de dedicación a la  investigación sobre temas que me atraviesan y que espero haber podido transmitir con el mismo entusiasmo que me significan. 

Este espacio me habilitó una cantidad innumerable de conversaciones y encuentros (especialmente con las personas que entrevisté) que me llenaron el corazón y la mente. Gracias a quienes me leyeron, me dejaron sus comentarios, aportes, enriquecieron el debate y colaboraron en descubrir nuevas ideas. Y así como me nutrí, espero haber sido nutriente para este espacio y para quienes hayan recibido las palabras que traje. 

¡Feliz lucha por la Tierra!

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