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Una crisis política en frente de todos

La interna en la alianza gobernante alcanzó límites insostenibles luego de la derrota en las PASO, después de que los funcionarios del ala kirchnerista pusieran sus renuncias a disposición del presidente. ¿Hasta dónde se puede tensionar la coalición sin romperse? La distancia entre dos de las tres patas que componen el Frente de Todos se […]

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La interna en la alianza gobernante alcanzó límites insostenibles luego de la derrota en las PASO, después de que los funcionarios del ala kirchnerista pusieran sus renuncias a disposición del presidente. ¿Hasta dónde se puede tensionar la coalición sin romperse?

Ilustración: Pefi

La distancia entre dos de las tres patas que componen el Frente de Todos se dilató ayer a niveles inéditos desde la conformación de la alianza panperonista ideada para sacar a Mauricio Macri del poder. La tensión no es novedad: ya había emergido a superficie desde la memorable definición de la vicepresidenta de que existen en el gabinete “funcionarios que no funcionan” y la coalición ya había mostrado sus límites cuando el ministro de Economía Martín Guzmán descubrió que no tenía autonomía para echar a su subsecretario de política Energética, Federico Basualdo (de la pata kirchnerista del Frente).

Pero la crisis política del miércoles 15 es de otra magnitud. Todo indica que Cristina Fernández de Kirchner, aportante de la mayoría de los votos del Frente, ya apuntó con nombre y apellido al principal “funcionario que no funciona”: Santiago Cafiero. Las críticas al jefe de Gabinete no son infundadas: la descoordinación entre los ministros es visible y ni siquiera siempre obedece a internas entre las tres patas de la alianza. Cabe recordar las declaraciones del ministro de Educación Nicolás Trotta sobre la presencialidad de las clases, en directa contradicción con las del presidente Alberto Fernández, ambos del sector “albertista” de la coalición.

Alberto Fernández junto al Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero.

Máximo Kirchner, incluso, propuso que Cafiero (que tiene el peso de su apellido y un alto nivel de conocimiento) encabezara la lista de precandidatos a diputados en la provincia de Buenos Aires, pero Alberto Fernández no quiso perder a su jefe de gabinete.

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Luego de la inesperada y contundente derrota en las PASO, CFK esperaba un cambio de rumbo en el gobierno: la pulverización de los ingresos de los argentinos y el consiguiente aumento de la pobreza durante la pandemia fue leída como una de las razones principales de los magros resultados obtenidos a nivel nacional. Pero no llegó un volantazo claro: es más, en medio de los rumores, la primera reacción del presidente fue la de refrendar a su gabinete, incluidos Cafiero y Guzmán.

Así las cosas, CFK instruyó a los ministros y funcionarios de primera línea que responden a ella a poner sus renuncias a disposición del presidente, cosa que hicieron simultáneamente. Una movida pública destinada a forzar una autocrítica por parte del resto del gabinete y quizá incluso la salida de Cafiero, pero no a vaciar el gabinete (los medios rumoreaban también que CFK quería deshacerse de Guzmán, algo que no parecía factible en medio de la negociación con el FMI y que terminó descartado luego de que se filtrara una llamada de la vicepresidenta al ministro).

Ministros y ministras que pusieron la renuncia a disposición de Alberto Fernández.

Fractura expuesta

La movida de CFK fue parte de una estrategia palaciega extrema y riesgosa que tensionó los límites de la unidad pero no es algo inédito: no sería la primera vez en el mundo que ministros ofrecen renuncias o que los mandatarios los echan tras resultados electorales adversos. Sin ir más lejos, todos los ministros del gobernador de Buenos Aires Axel Kicillof lo hicieron ese mismo día, aunque además de funcionar como autocrítica, en esa ocasión también estuvo detrás la mano de CFK para obligar a Alberto Fernández a un recambio en el gabinete.

Alberto, sin embargo, no estaba dispuesto a que esa jugada inconsulta lo condicionara para negociar con el ala kirchnerista y dejó entrever que su lectura era que se trataba de un embate contra él. Se reunió con los ministros albertistas, que twitearon en “defensa” del presidente y avaló una movilización del Movimiento Evita, Barrios de Pie, la CCC y parte de la CGT en ese mismo sentido (¿En defensa del presidente contra el ataque de quién? ¿De la vicepresidenta?). Esta marcha hubiera sentado el peligroso precedente de trasladar, sin disfraces, una interna entre el presidente y su vice al terreno de las calles.

Mientras importantes miembros del Frente y del Gobierno como Axel Kicillof, Sergio Massa y Máximo Kirchner desfilaban por los pasillos del Congreso y de la Rosada, se rumoreaban configuraciones tan posibles como inverosímiles del gabinete y Alberto estaba encerrado reunido con los funcionaros leales a él. Nunca estuvo tan poco claro dónde residía la autoridad.

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Hoy, Alberto se comunicó con el Movimiento Evita y pidió que se cancelara la marcha prevista para esta tarde. Además, tuiteó en pos de la unidad del Frente de Todos, pero también dijo que “la altisonancia y la prepotencia no anidan” en él. “La gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente. Para eso fui elegido”. Un llamado a la unidad, con reafirmación de su autoridad y dardo a CFK. La interna está a cielo abierto y no se avizora un final evidente.

El gobierno de Alfonsín vino a echar por tierra la máxima que el propio presidente radical había querido instalar: que “con la democracia se come, se cura y se educa”. Las PASO del 12 de septiembre refutaron otra máxima autoimpuesta: aquella de que “el peronismo unido es invencible”.

La unidad del Frente de Todos tenía como objetivo último poner comida en la mesa de los argentinos. Hoy, como están las cosas, no hay garantía de la una ni de la otra.

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