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Mariana Enriquez, reina y señora de los corazones sombríos

Leer a la Enriquez es un camino de ida, sin regreso. Uno sale a la calle y nada es como antes: las casas abandonadas, los patios de los vecinos, los aljibes, los secretos familiares, todo se vuelve sospechosamente tenebroso. El miedo sobre el que escribe es un veneno suave que primero infecta corazones y luego, […]

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Leer a la Enriquez es un camino de ida, sin regreso. Uno sale a la calle y nada es como antes: las casas abandonadas, los patios de los vecinos, los aljibes, los secretos familiares, todo se vuelve sospechosamente tenebroso. El miedo sobre el que escribe es un veneno suave que primero infecta corazones y luego, cerebros.

Mariana Enriquez - Fuente: Revista Gatopardo (Ph Felix Busso)

Por Cristian Montú

La Enriquez suele contar en entrevistas que cuando era chica un tío suyo le regaló Cementerio de animales de Stephen King y en algún punto de la lectura una escena la horrorizó tanto que tiró el libro contra la pared. Aunque ya no recuerda cuál era la escena en cuestión sí sabe que se volvió fanática del autor estadounidense y de la literatura de terror.

Yo no leí (hasta la fecha) a Stephen King pero sí a Mariana Enriquez, y desde entonces cargo conscientemente con algunos miedos en los que antes no solía reparar. La casa de Adela, por ejemplo, cuenta la historia de dos hermanos que junto a la vecina -una chica rara, mentirosa y un poco repulsiva- se meten en el interior de una casa del barrio que permanece tapiada. Sobre los habitantes originales de la casa circulan varias y confusas versiones.

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El interior no se condice con el exterior. Los hermanos logran huir pero Adela queda atrapada dentro y nunca más la encuentran. El cuento sigue pero es mejor que ustedes lo lean.

Ahora voy por el pueblo analizando con detenimiento aquellas casas que llevan muchos años deshabitadas o simplemente se ven extrañas por fuera, como detenidas en un limbo peligroso; algunas siguen en pie y otras ya fueron demolidas para construir modernos edificios. Sí, en un pueblo de seis mil habitantes pueden encontrarse edificios con muchos departamentos. Sabrán ustedes qué lectura hacer. 

Lo cierto es que hay una casa especialmente magnética y atractiva. Los dueños vivieron ahí hasta algunos años atrás y desde que está cerrada empezó la debacle del abandono total: vidrios rotos, puertas y ventanas abiertas, yuyos por los alrededores, gente entrando por las noches para drogarse en paz. Hace unos meses la pusieron en venta y alguien la compró. Lo llamativo de la casa es que parece estar ahí desde siempre y además tiene un estilo arquitectónico poco usual en las casas antiguas de la localidad.

Si uno pasa caminando apurado por el lugar casi que de reojo pueden adivinarse sombras observando con malicia por las ventanas del piso de arriba, sombras que esperan a incautos dispuestos a entrar (ignorando que quizás no salgan)… ¿Y si Adela está ahí? ¿Puede la puerta al infierno estar ubicada justo detrás de la derruida entrada principal? No lo sé y no me interesa averiguarlo.

Sacerdotisa de la profana realidad

La primera vez que escuché hablar a Mariana fue en un ciclo de entrevistas que daban por Canal Encuentro en donde los invitados hablaban / reflexionaban sobre sus vidas en el conurbano bonaerense. Ese territorio signado por lo siniestro y presentado por los medios masivos de comunicación como imposible de habitar sería el que encontraría en muchos de los cuentos y relatos de la autora tiempo después con el auge de su libro Las cosas que perdimos en el fuego.

Tengo que confesar que desde ese entonces me convertí en una especie de fiel creyente que difunde la palabra de la Enriquez donde quiera vaya. Bueno, no soy tan tenaz e insistente pero poco a poco sus libros llegaron a los estantes de la biblioteca del pueblo y varios conocidos empezaron a seguirla; es más, algunos no se atreven a leer sus cuentos de terror pero no se pierden jamás entrevistas y programas dedicados a ella. Otros sí la leyeron y asisten al despertar de sus propios terrores urbanos.

Mariana Enriquez para LA NACIÓN Revista.

Escritora pero también (y sobre todo) periodista y docente, Mariana Enriquez publicó su primera novela a los veinte años y comenzó en paralelo su carrera de periodista cultural cubriendo recitales de bandas de rock. Sumergirse en el trabajo periodístico de Mariana es adentrarse en un mar plagado de músicos, adicciones varias, poesía, mujeres y séquitos de fanáticos enloquecidos.

Mariana se reconoce a sí misma como una fan (especialmente de los Manic Street Preachers), creo que ella logra entender y canalizar esa energía que derraman los fanáticos sobre sus máximos ídolos. Es la propia Mariana quien rescata las palabras de Nicole Panter: “Y de pronto entrás a un lugar y por primera vez en tu horrible vida te sentís parte de algo. Esta gente te entiende porque le pasaron las mismas cosas que a vos. No hay necesidad de explicar tu silencio, tu timidez (...) No hay necesidad de explicar la forma en que esta música, este ruido, te hace sentir. No hay necesidad de explicar tus heridas o tu enojo o tu daño…”

Más allá, al otro lado

Generalmente el trabajo periodístico de autores y autoras suele quedar relegado, incluso por ellos mismos. Hay menos apreciación y consideración sobre la no ficción cotidiana, esas columnas y artículos que hablan sobre personajes y hechos de la realidad inmediata. En plena pandemia fue que vio la luz El otro lado (Ediciones UDP, 2020), un libro que recoge, casi como un gran catálogo, algunos de los muchos textos que Mariana ha escrito a lo largo de su carrera como periodista cultural.

“Tenía que escribir mis obsesiones porque era una necesidad física” afirma la autora en el texto que da inicio y a pesar de que la idea de reunir artículos tan variados -nacidos de la urgencia de una redacción- no era de su agrado. Finalmente sucedió, Leila Guerriero se llevó a su casa varias valijas cargadas con recortes para darle comienzo a su trabajo impecable como editora. 

Son tantísimos y diversos los textos aquí agrupados que para su lectura se proponen capítulos generales donde el hilo que los une no tarda en aflorar. Mundo privado es un amplio muestrario de las obsesiones personales de la autora (pasando por la vida y muerte de River Phoenix, hasta el innombrable secreto que su abuela le reveló antes de morir). 

Es interesante también asistir a la sinceridad pasmosa con que la autora enfrenta el acoso social al aceptar públicamente que no desea ser madre, ni hoy ni nunca: “No quiero conocer el dolor del parto. No quiero tener algo que dependa de mí. No quiero una responsabilidad de por vida. No quiero conocer ese amor: conozco muchos otros, muy profundos, muy hermosos; ya estoy lista de amor.” Y aunque lo haya aclarado, la situación y la incomodidad subyacente se repiten en un loop infinito.

Hay en el libro excelentes perfiles periodísticos de estrellas del mundo del cine, la música y la literatura. Leerlos da la sensación de que el mundo (de los famosos) es un pañuelo. Pañuelo manchado de escándalos, ocultismo, adicciones y misterios sin resolver. Un capítulo está enteramente dedicado a los Rolling Stones, pero no solamente a ellos como grandes figuras sino que hay artículos que hacen zoom en las vidas de ciertos personajes secundarios en la historia de la banda, personajes tan importantes como sus miembros fundadores.

Y acá siento que debo parar y antes de terminar, sabrán ustedes disculpar la verborragia y la mezcolanza que nunca se acaba. Hay tantas cosas que quisiera contar pero ni el tiempo ni las palabras alcanzan. Decirles cuáles son los textos que más me gustaron y por qué, enumerar sin razón alguna las citas que subrayé mientras leía y mostrarles aquellas que considero se acercan mucho más a la poesía narrativa que a la no ficción periodística. Sabrán disculpar, o no, pero este corazón lector sombrío y putrefacto le pertenece a Mariana Enriquez, reina y señora de la oscuridad donde habitan todos nuestros miedos…

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