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Los otros diálogos pendientes del Presidente

El día de ayer, el presidente Alberto Fernández recibió al cantante L-Gante en la Quinta de Olivos para charlar sobre música, juventudes, trabajo y otros tópicos diversos. ¿Cuáles son las otras demandas pendientes? La entrevista del presidente Alberto Fernández con una figura pública y tan popular en este momento en un contexto de crisis como […]

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El día de ayer, el presidente Alberto Fernández recibió al cantante L-Gante en la Quinta de Olivos para charlar sobre música, juventudes, trabajo y otros tópicos diversos. ¿Cuáles son las otras demandas pendientes?

La entrevista del presidente Alberto Fernández con una figura pública y tan popular en este momento en un contexto de crisis como el que atraviesa el país no visibiliza de manera transversal las problemáticas más urgentes, las reflejadas en el voto de las PASO, las que golpean a los sectores más vulnerados.

En el encuentro en la Quinta de Olivos con el cantante de cumbia L-Gante, entre otras cosas, Alberto Fernández mencionó que para él, "la política es escucharnos, yo no soy el dueño de la verdad, vos tampoco, nadie lo es". Sumado a eso, agregó que "son tiempos difíciles, fueron tiempos horribles, ni nuestros padres ni nuestros abuelos vivieron una pandemia, nosotros no nos damos cuenta pero somos sobrevivientes de una tragedia".

Por su parte, el cantante L-Gante expresó que "había visto algo suyo en una de las entrevistas que había hecho, de planes sociales por planes de trabajo". En el mismo sentido, continuó: "yo me pongo a pensar en el futuro, me gustaría que en vez de agarrar una regalía agarres un trabajo, y lo que ganas te lo ganaste vos; la necesidad está, y si uno necesita está bien".

En plena época de campaña electoral, puesto que en poco más de un mes son las elecciones legislativas, esta entrevista abre una puerta y nos invita a repensar y reflexionar en torno a cuáles son las demandas y expectativas actuales que, como sociedad, tenemos frente al Estado.

En primera medida, según el INDEC, los resultados del primer semestre de 2021 correspondientes al total de aglomerados urbanos registraron que el porcentaje de hogares por debajo de la línea de pobreza (LP) alcanzó el 31,2%; en ellos reside el 40,6% de las personas. Dentro de este conjunto se distingue un 8,2% de hogares por debajo de la línea de indigencia (LI), que incluyen al 10,7% de las personas.

Esto implica que, para el universo de los 31 aglomerados urbanos de la EPH (Encuesta Permanente de Hogares), por debajo de la LP se encuentran 2.895.699 hogares, que incluyen a 11.726.794 personas; y, dentro de ese conjunto, 756.499 hogares se encuentran por debajo de la LI, lo que representa 3.087.427 personas indigentes.

Estos datos no son menores en un contexto donde las desigualdades y las crisis son profundamente estructurales y nos atraviesan transversalmente a todos, en mayor o menor medida. Problemáticas que ya asomaron durante los años macristas, y se agudizaron notablemente con el auge de la pandemia por coronavirus.

Sumado a esto, la crisis ambiental también está ganando terreno en el marco del acuerdo porcino con China, que implica producir carne porcina en Argentina para exportar al país asiático. Este proyecto productivo generó una reacción negativa en la sociedad civil, debido a que trae acarreada la producción intensiva, el hacinamiento de animales, la generación de residuos, un cuestionado bienestar animal y un dato no menor, posibles cunas de nuevos virus.

En medio de este reclamo que ya tiene largos meses vigente, hace algunos días el Gobierno Nacional presentó el nuevo Régimen de Fomento al Desarrollo Agroindustrial, que busca profundizar la producción y exportación agropecuaria y agroindustrial, otorgando beneficios fiscales a estos sectores. Este anuncio propició que organizaciones campesinas y de pequeños productores se posicionaran en contra de la normativa, porque favorecería sustancialmente "al sector que más concentra la riqueza en el país, en un contexto de grave crisis por el crecimiento de la pobreza, el hambre y la desigualdad".

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La principal crítica al respecto es que está claro que la única forma de revertir la situación de pobreza y hambre en el país es dejando atrás al modelo de la agroindustria y apostar a la producción agroecológica, sustentable y con accesibilidad de precios. Es decir, lo opuesto a lo que promulga este nuevo régimen.

En el mismo sentido, otra problemática fuerte que está afectando sustancialmente a la población joven, es la falta de oportunidades de empleo. Según el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA), los jóvenes de los hogares de menores ingresos son los más perjudicados en el mercado laboral, evidenciando los desempeños más altos en cuanto a desocupación, informalidad y falta de capacitación.

El desempleo afecta más a los jóvenes argentinos que a los adultos. La tasa de desempleo de las juventudes casi triplica a la de la población adulta en general, ampliándose desde 2004. La Argentina es el país con mayor desempleo juvenil del Cono Sur. El desempleo, a su vez, afecta con mayor crudeza a los jóvenes de hogares de menores ingresos. Mientras el 26% de los jóvenes de la quinta parte más baja de ingreso es desempleado, solo el 9% de los jóvenes de la quinta parte más alta está en esa situación. El género es otro predictor de vulnerabilidad laboral: el 25% de las mujeres jóvenes están desempleadas frente al 15,4% de los varones.

A esto se suma la incidencia creciente de la informalidad. En la Argentina el 34% de los trabajadores está en esta situación, pero si se consideran solamente los trabajadores jóvenes, ese porcentaje asciende al 60%. Es decir que seis de cada diez jóvenes que trabajan lo hacen de forma precaria.

Los trabajadores informales a menudo ganan el salario mínimo o menos, trabajan por jornadas extendidas, en situaciones insalubres y sin protección social (sin vacaciones pagas, licencias por estudio, por maternidad o paternidad en caso de tener un hijo, ni aportes jubilatorios). Esto tiene consecuencias graves para el futuro de los jóvenes. La informalidad del primer empleo es un predictor importante de trayectorias de exclusión: impacta negativamente sobre los ingresos futuros, sobre la probabilidad de tener un trabajo decente y de acceder a la jubilación.

De igual manera, las juventudes tienen que sortear otra dificultad al momento de acced er al mercado laboral, en relación a la disparidad entre lo que la demanda de trabajo les exige y lo que les ofrece. Las exigencias se orientan a conocimientos técnicos y capacidades cognitivas, sociales y emocionales mucho mayores que las requeridas para el puesto, y en simultáneo no les ofrecen protección social ni condiciones laborales decentes.

Estas son solo algunas de las demandas vigentes en nuestro país. En época electoral, sobre todo, tenemos la oportunidad de ponerlas sobre la mesa y tensionar para que nuestros representantes tomen acciones concretas en pos de saldar estas deudas que arrastramos desde hace décadas.

Con esta entrevista, algunas de las problemáticas estructurales que atraviesan a los grupos más vulnerados fueron mencionadas solo superficialmente. Si bien sirve como disparador para instalar el debate, quizás es momento de que el mandatario atienda los reclamos de las organizaciones sociales y territoriales que desde hace meses salen a la calle para contener los efectos de la crisis.

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